Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

jueves, 21 de mayo de 2015

"Signos de los tiempos" (3ª parte)

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«Empezamos a sospechar que la historia, la vida, ni puede, ni debe ser regida por principios, como los libros matemáticos.

Es inconsecuente guillotinar al príncipe y sustituirle por el principio. Bajo éste, no menos que con aquel, queda la vida supeditada a un régimen absoluto.»


«Y esto es lo que no puede ser: ni el absolutismo racionalista -que salva la razón y nulifica la vida-, ni el relativismo -que salva la vida evaporando la razón.»
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Dijimos que nos apoyaríamos en la obra "En torno a Galileo" para desarrollar estas reflexiones. Y lo seguiremos haciendo, sólo que la complementaremos ahora con otros dos ensayos, "El tema de nuestro tiempo" y "El ocaso de las revoluciones", en donde Ortega retomó su análisis de la actual crisis histórica. (Actual para él y actual para nosotros, así de dilatado está siendo tal proceso.)

Lo que está en crisis es la verdad, como en todo anterior periodo análogo al presente. Y esto ocurre porque ya no es operativo el concepto que de ella nos hacíamos, y que hasta hace unas cuantas décadas, apenas se cuestionaba. 

Hoy se cuestiona tan abiertamente que hemos acabado dando lugar al relativismo, el cual es, meramente, un furibundo ataque en defensa propia que toma la forma de negación. Y al ser una respuesta extrema en el contexto de una situación extrema (la desorientación ante unos principios que empiezan a resquebrajarse) vuelve a ser un signo de los tiempos, como tantos otros que ya describimos en la primera y segunda parte de este ensayo; y por ello, nada nuevo: no más que un síntoma, de ningún modo un remedio.

El que la vida haya quedado supeditada a principios, en vez de al revés -como nos damos cuenta al fin de que debiera ser- tiene unas implicaciones tan profundas que acaso no podamos comprenderlas enteramente si no nos detenemos unos instantes a meditarlo.
Y, seguramente, lo veremos más claro si complementamos la tan reveladora analogía entre "el príncipe y el principio" con la siguiente reflexión, en que intervienen, además del elemento racionalista, el imperativo del progreso:

«El sentido y el valor de la vida, la cual es por esencia presente actualidad, se halla siempre en un mañana mejor, y así sucesivamente. Queda a perpetuidad la existencia real reducida a mero tránsito hacia un futuro utópico.»

Quizá se nos muestre así, finalmente, la traición que hemos estado cometiendo contra LA VIDA, sacrificando ésta en pos de un futuro mejor que nunca acaba de llegar. Quizá despertemos así de una vez por todas al terrible auto-engaño del que hemos sido víctimas durante tantas generaciones.

Nos desentendimos de la vida, la despreciamos, por parecernos poca cosa, por sí misma, en comparación con las "grandes aspiraciones" en cuya búsqueda podíamos emplearla. La vida era, pues, un instrumento para lograr "más altos fines". Nos parecía lo más absurdo, se nos antojaba un total desperdicio que no fuera así; ¿emplear la vida para otra cosa que no esté más allá de la vida? ¿La vida como un valor en sí misma? Jamás nadie (o prácticamente nadie) hubiera osado postular semejante "barbarismo". Sin duda que es esto lo que hubieran pensado de tal idea nuestros antepasados cercanos; para ellos no se hubiera tratado más que de puro primitivismo, animalismo... ¡una absoluta bajeza!

Pero ellos no eran capaces de interpretarlo en otra clave porque estaban en plena ebriedad racionalista, en plena efervescencia de la mentalidad iluminista. Invirtiendo los términos, sería como si en medio de una orgía dionisíaca, alguien tiene la ocurrencia de gritarles a todos los que allí concurren que por medio del éxtasis no se alcanza ninguna sabiduría, y que bien harían los dionisíacos en abandonar esas tentativas y dedicarse a la razón pura.

Sin embargo nosotros, que ya tenemos ante nuestros ojos los frutos, unos buenos, otros peores, de esa orgía del razonamiento puro en que se enfrascó el hombre occidental durante los últimos siglos. Nosotros, que ya participamos en esa orgía sólo de cuando en cuando, y cada vez con menos convicción, pues ya no sentimos apenas ese éxtasis (pero sí palpamos cada vez más sus zonas grises, sus vacíos.) Nosotros, digo, sí podemos superar esa fiebre de la abstracción y volver, tras tanto tiempo, la vista de nuevo hacia lo VITAL.

«La vida debe ser culta, pero la cultura tiene que ser vital.»

¿Qué queremos decir con esto? Pues, ni más ni menos que la cultura, el conocimiento, la razón... deben servir al propósito de la vida, y no la vida al propósito de aquellas. Porque si pensamos la existencia como un medio para alcanzar cosas que consideramos por encima de la misma, estas cosas serán las que irán copando toda nuestra atención, mientras la existencia irá cada vez ocupando menos espacio en nuestras preocupaciones. Y llegará un momento -como ya ha llegado- en que ni siquiera recordaremos qué era la vida antes de "la búsqueda del conocimiento" en la que nos aventuramos, firmemente comprometidas y apasionadas, varias generaciones. De esta suerte, nuestro conflicto interno será análogo al de un pueblo de navegantes que tras continuar, los hijos, la vocación de los padres, y estos, la de los abuelos, los últimos descendientes empiezan a preguntarse "como será eso de pisar tierra firme".

¡Y tierra firme, concreta y palpable, es la que llevamos sin pisar mucho.. mucho tiempo!

Porque aquí ya no nos referimos únicamente a la última era, sino que en este sentido, la "aventura de ultramar" viene durando ya desde que se inició el tiempo de la superstición, desde que se declaró abiertamente la guerra a "esta vida", y nos embarcamos, durante más de un milenio, en la persecución de un algo superior a ella. Y aunque en los albores de la modernidad nadie se percatara de que, al mismo tiempo que se estaban invirtiendo muchos valores, había algo esencial donde no se había roto en absoluto la continuidad, con la perspectiva que nos da nuestro siglo, podemos verlo meridianamente:

«El culturalismo es un cristianismo sin dios. Los atributos de esta soberana realidad -Bondad, Verdad, Belleza- han sido desmontados de la persona divina, y una vez sueltos, se les ha deificado.»

Yo defendí esta misma tesis en una reflexión que quise hacer, en cierto momento, sobre los mitos modernos. Y también vi entonces claro, como Ortega, que había una dimensión nada desdeñable de los mismos que se adecuaba muy bien a esta sentencia: "La Ilustración encontró la manera de negar a dios sin dejar, por ello, de ser monoteista".

¿Qué diferencia esencial hay, séanme sinceros, entre someternos a un dios, a un rey, o a unos principios? ¡A no ser que nosotros hayamos inventado los principios!, pero dado que pueden contarse con los dedos de una mano las personas, en este mundo, que se guían por sus propios principios 
-elaborados enteramente por ellos mismos-, podemos perfectamente obviar esa rara excepción a la regla.

De lo dicho se concluye, por tanto, que estaríamos posponiendo indefinidamente la tarea de significar, de valorizar, de EMPODERAR a la propia vida, en vista a construir un edificio conceptual, un templo a la razón, en el que se nos reclama que continuemos participando; aun cuando seguimos sin ver en qué momento concluirá, y lo que es más desalentador, aunque se halle cada día más desdibujado el objetivo último de todo ello. Y si el objetivo se torna tan dudoso, lo que empieza a preocuparnos creciéntemente es si no estaremos hipotecando nuestra vida -que es nuestra, a título individual, y de nadie más- en beneficio de una fantasmagoría, de un monumental engaño en el que han sucedido unas generaciones a otras, igual que ocurría en la construcción de las catedrales medievales. Sólo que en aquel caso, lo que se construía no era un edificio en las nubes, sino uno que, precisamente por estar hecho de columnas y arcos concretos y palpables, llegaba un momento en que podía decirse que estaba concluido. Y, fuera de una belleza mejor o peor lograda, fuese un mayor o menor motivo de orgullo para sus constructores, estaba ahí para que propios y ajenos lo contemplaran, y era por tanto un fruto objetivo del trabajo de esas tres o más generaciones que a él se habían dedicado.

Pero, díganme, y séanme de nuevo sinceros: ¿Qué carajo se puede decir que estamos construyendo nosotros desde hace cinco siglos? ¿Qué gran edificación cultural, humana, vital, es a la que se prevé, arribaremos al final.. ¡al final de todo!, quién sabe tras cuantos siglos mas?

No creo, una vez expuesto el problema esencial, que nadie piense que es una pregunta baladí.

Pues bien, ¿alguien puede hoy respondérmela?


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lunes, 18 de mayo de 2015

"Signos de los tiempos" (2ª parte)


No nos debería sorprender la furia con que saltan muchos de nuestros coetáneos a negar las verdades científicas  y como se lanzan sin paracaídas en los brazos del pensamiento mágico (que por más que ellos pretendan vestirlo de "gnosis" o "ciencia proscrita", no es nada mas, en rigor, que PENSAMIENTO MÁGICO.) Pero yo no les condeno a la hoguera, aunque sí me provocan no pocas sonrisas- e incluso espanto ante su, en ocasiones, arrogante ignorancia- Pero entiendo cual puede haber sido el motor que les ha llevado a comprometerse con un mundo mágico, irracional y conveniente; dado que el mundo gris que les hemos legado, ese mundo que sólo vive de ciencia, economía y política, pudo funcionar e ilusionar a muchos durante un tiempo, pero hace ya unas cuantas décadas que revela sus inmensas carencias, traducidas hoy en abismos. ¿Cuales son estos abismos? Sería ahora difícil colocarlos por orden de magnitud. ¿Es más abismal el hueco que ha dejado el materialismo más extremista en su largo recorrido, o el que se ha originado en nuestra sociabilidad ancestral por la acción del individualismo? ¿Es más terrible la ausencia total de referencias metafísicas, metahistóricas, metahumanas -mitos, ritos, iniciaciones, culto a la tierra, a los antepasados, a los héroes, a las fuerzas de la naturaleza- o lo es la ausencia igualmente absoluta de una cultura de/para la muerte, es decir, de una preparación completa para el trance por el que, esto es seguro, todos vamos a pasar? 

¿O acaso creemos que la angustia de la muerte, que es la principal angustia de nuestra especie, va a desaparecer desentendiéndonos de ella? 
Bien podría ser éste el signo mas claro de la estupidez prometeica del hombre moderno.

No debe sorprender tampoco la desesperación de los que se defienden con uñas y dientes del imparable avance de esta nueva alianza entre progresismo y relativismo -y con él, de la fuerza que tiende finalmente a la equiparación del valor de todas las cosas, y como inevitable consecuencia, a la negacion del mismo.- Pero este "no debe sorprender" no equivale a decir que ésta actitud sea la más madura o la más sensata; en absoluto, ya que la inmensa mayoría de las veces no proviene de un profundo conocimiento sobre las funciones que cumplían esas formas tradicionales que protegen, sino que suele consistir en un miedo atávico a perder las referencias, esto es, EL SUELO BAJO SUS PIES. Es una reacción, por tanto, comprensible pero infantil. Eso sí, no menos que la de aquellos poseídos por una fobia agresiva a todo lo tradicional, a todo lo "desigual" que no revela a primera vista la razón de su exclusividad, a todo lo que porte raíces complejas y profundas. Ambas se tratan de huídas hacia delante, de clavos ardiendo a los que agarrarse. 

En un mundo que se descompone, o como diría Ortega, en "la casa que se había construído nuestro ser histórico y que hoy vemos derrumbarse sobre nosotros", toda reacción no puede ser sino medida desesperada, como la del habitante de un edificio derruído por un terremoto que arriesga su vida por rescatar algunos enseres. Estos enseres serían la tradición (o lo que queda de ella, si es que merece recibir aún tal nombre), serían la libertad del individuo, serían la idea del socialismo o la idea de nación. 
Así que no se sigan engañando, ¡que no hay más cera que la que arde! Y si algunos de ustedes siguen empeñados en agarrarse a esos clavos que también arden por ahora, es su elección; pero sepan que sólo podrán agarrarse a ellos por poco más tiempo, y que cuando llegue la hora de tener que soltarlos ya definitivamente, el trance les resultará mucho más doloroso, por no haberse dedicado durante el último periodo de tránsito a practicar el DESAPEGO DE LAS IDEAS MORIBUNDAS, a reelaborar su lista de prioridades vitales, y a PREPARARSE PARA LA INCERTIDUMBRE, para el albor de un nuevo mundo que estará por construir, y donde ya no contarán con las certezas, con las seguridades, con las referencias con las que hasta ahora contaban (aunque cada vez menos.)

Pero no conviene que de estas premisas se siga la justificación de cualquier camino, por el mero hecho de ser distinto al marcado por aquella cosmovisión de cosmovisiones (modelo civilizatorio) que hoy agoniza. Ya que bien podrían agarrarse a esto los que mencioné al comienzo de estas líneas, y pensar que la negación de la teoría darwinista o la afirmación, en su lugar, de la ya famosa hipótesis de los alienígenas ancestrales, -y con ella, el compromiso con una cosmovisión que no tiene más valor que el literario (en el mejor de los casos)- que todo este delirio pasajero y adolescente, a fin de cuentas, es una salida digna, o incluso un paradigma sostenible con el potencial de vehicular un nuevo modelo existencial, civilizatorio.
Pero  no lo es, primeramente, por tratarse, de nuevo, de UN SÍNTOMA Y NO UN REMEDIO. No lo es tampoco por la endeblez de su edificio argumental, que hasta un mero diletante con ciertas ideas sobre la historia y la ciencia derriba sin el menor esfuerzo. Pero la clave que aquí nos interesa es la primera, dado que intentamos analizar el problema de la crisis de una época, y no las trazas de verdad que puedan encontrarse en las mil y una maneras que adoptan quienes huyen desesperada e inconscientemente de la misma.

Tampoco podrán ser, pues, salidas con proyección de futuro, todas aquellas que consistan en intentar revivir épocas pasadas, ya sea volviendo a la religión o a un trasunto del Antiguo Régimen. Lo que está agotado está agotado, y si estamos diciendo que éste régimen actual de cosas lo está, más lo estarán todavía los modelos que lo precedieron y que -no olvidemos- fueron los que condujeron a él.

Habrá que separar muy celosamente los ámbitos de la vida. Éste será, probablemente, el primer imperativo que se nos revelará; y se nos revelará así una vez nos hayamos convencido de que ninguno de estos ámbitos debe imponerse sobre los otros, porque eso significaría perpetuar aún por más tiempo la pugna entre unos y otros aspectos de nuestra realidad histórica, con lo que estaríamos también alargando innecesariamente esta agónica lucha en la que, ustedes ya se darán cuenta, ninguno de nosotros obtendrá ninguna ganancia, sino más bien un paroxismo de su agotamiento. 

La ciencia, pues, deberá convertirse en una secta, (lo cual no le será difícil, si tienen razón quienes afirman que ya lo es, a efectos prácticos, desde hace tiempo); y de ese modo, podrá seguir desarrollando su labor sin que nada ajeno influya en ella -sin que nada invada su terreno-, y sin que ella invada tampoco  terrenos ajenos. Esto es mucho más importante de lo que pueda parecer a primera vista, puesto que gran parte de las quejas hacia la ciencia expresadas en las últimas décadas tienen que ver con su connivencia con la política, la guerra o el control de masas, y por otro lado, con su empeño en aplicar su método a realidades que nada tienen que ver con su ámbito de estudio -el espíritu, el más allá, los símbolos sagrados, la trascendencia, el mundo interior,...

Así mismo, todos los que aún crean que lo único importante es la política y la economía, deberán también conformar un grupo segregado del resto, para que ya no impongan por doquier su iluminista creencia en que se puede "arreglar el mundo" contando con tan pocas herramientas, y que, encima, se han mostrado tan deficientes.
Da igual fascistas que anarquistas, mientras traten de imponer su mundo al de los demás.
¡Todo lo que hasta ahora estaba mezclado deberá ser segregado! Entiéndase, todos LOS CONCEPTOS HEGEMÓNICOS. Los políticos en su feudo, los científicos en el suyo, los intelectuales lo mismo, así como los religiosos, los gnosticos, los nacionalistas, los internacionalistas, los últimos urbanitas, los crecientes neo-ruralistas, y hasta los que "luchan sacrificadamente, ellos solos, por liberar a la humanidad de los reptiles psíquicos."

No estoy dando respuestas, por tanto, a como será -o debería ser- la nueva era histórica que nacerá (lo cual sería, desde luego, de la más estúpida arrogancia por mi parte) sino que estoy, tan sólo, proponiendo las bases -quizá haya otras, incluso complementarias- para que, lo que tenga que ocurrir con esa nueva era de la que poco o nada sabemos, pueda manifestarse sin cortapisas, sin que el constante vocerío y batalla bizantina entre las distintas facciones impida la evolución paralela de diversos modelos de vida. Modelos que puedan desarrollarse independiéntemente de los demás, y que así muestren, en sana competencia, y con el correr de los años y las décadas, cuales de ellos ofrecen alternativas más satisfactorias para cubrir esos huecos -abismos, dijimos- en el alma de aquel hombre tan extraviado que es nuestro contemporáneo.

Esta tesis estaría al final, como ya habrán visto, íntimamente relacionada con la del miedo a la libertad, que hasta donde he conseguido desentrañarla, se resolvería aceptando algo tan simple, y tan difícil hoy, como relativizar al máximo las posiciones que, durante esta gran crisis epocal, hemos defendido con una vehemencia que hoy se nos revela histrionismo -es decir, falsedad, pose, impostura- Algo todavía tan duro de tragar, lo sé, como permitir la libre circulación de las ideas más descabelladas, o más intolerables (pero que nunca son las mismas según quién es el sujeto que tolera.) Para aceptar esto, evidentemente, primero es necesario aceptar que, tal como dijimos al principio que defendía cierta corriente, TODO VALE LO MISMO; con la salvedad de que aquí hablamos, no de valores culturales o morales, sino de modos de concebir estos mismos valores, lo que hemos llamado "ideologías", ya sean políticas, sociales, culturales, o científicas. Y con "todo vale lo mismo" estaríamos, pues, intentando fabricar una tabla rasa donde ya no se jerarquicen estas ideologías -porque toda jerarquización provendrá, necesariamente, de una o varias de éstas-, donde ninguna de ellas, como también dijimos, invada el territorio de las otras, y donde el aumento o la disminución de adeptos a cada una surja exclusivamente de su natural, y nunca cortapisado, desenvolvimiento.
Pero es claro que tal situación sólo podrá darse, plenamente, cuando nos hayamos convencido todos de lo que yo, y unos cuantos más, estamos convencidos ahora (Ortega ya lo estaba hace 90 años): De que todas esas posiciones defendidas con tan histriónica convicción, en efecto VALEN LO MISMO, en cuanto signos, todas ellas, de una desesperación generalizada ante un edifico histórico en el que habitábamos, y que ahora se nos viene abajo sin ofrecer una futura construcción como alternativa.



viernes, 15 de mayo de 2015

"Signos de los tiempos" (1ª parte)

[Todas las citas que se reproducen aquí pertenecen a la obra En torno a Galileo de José Ortega y Gasset, valiosísimo texto en el que todavía nos apoyaremos para las reflexiones que seguirán a estas. La cuestión abordada en él no es pequeña: el estudio de las crisis históricas para orientarnos en la actual crisis de la Modernidad, en la cual llevamos instalados ya casi un siglo. Y de la misma manera que ocurre con La rebelión de las masas, nos deja estupefactos hasta qué punto se adelanta a su época el filósofo hispano.]


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EL MIEDO A LA LIBERTAD Y EL AMOR A LA REVOLUCIÓN.

El Hombre Moderno, que tanto ha ensalzado la libertad, es justamente a ésta a lo que más teme. Porque este sujeto de nuestro tiempo, lo que persigue y lo que sacraliza no es sino LA IMAGEN DE LA LIBERTAD, la imagen perfecta e idealística que él tiene en su mente. Mientras la verdadera libertad, la cual implica SIEMPRE indeterminación, provisionalidad e incertidumbre, es la que conforma el horizonte que nuestro ser histórico quiere, por todos los medios, apartar, anular,...¡olvidar!

Así es como nacieron los Utopismos, los Iluminismos, Idealismos y Universalismos... ¡La Revolución, El Progreso, La Nación, El Estado! ¡Los mitos modernos!

«El hombre moderno es en su raíz revolucionario. Y viceversa, mientras el hombre sea revolucionario no es más que hombre moderno, no ha superado la modernidad!» 

El miedo a la libertad es un tema que ya intenté abordar en cierta profundidad. (enlace aquí) Lo cierto es que hay tantas maneras de concebir la libertad como sujetos pensantes (y con pensantes, seguramente no estamos aludiendo a toda la especie humana.) Pero las más extraviadas de ellas probablemente tengan su raíz en aquel mito de la revolución. Porque la libertad sin más, esa que incluye indeterminación, provisionalidad, incertidumbre, entre otros sinsabores, le sabe hueca -le sabe a poco, a casi nada- al hombre moderno y revolucionario. 
El hombre persuadido de la capacidad prometeica encerrada en esa idea llamada "revolución" no se conforma jamás con nada. Puesto que la promesa es tan vasta, y todo lo que alguien imagine que debe hacerse, puede efectivamente hacerse, siempre será poco lo que se ha conseguido comparado con lo que podría conseguirse. Por lo tanto, para el sujeto revolucionario, siempre, cualquier situación, será potencialmente mejorable, y por esto mismo, injusta e indeseable. 
Pareciera que el revolucionario vive en una constante insatisfacción, y que de hecho, es ella la que constituye su razón de ser; la vida no puede ser celebrada mientras sea imperfecta, mientras haya en ella realidades susceptibles de mejora.. Nada hay de que alegrarse mientras queden nuevas cosas por arreglarse.


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DE LA FE EN EL MÁS ALLÁ A LA FE EN EL PROGRESO

«En Descartes, por vez primera, hace el hombre una afirmación radical de la superioridad del presente sobre todo pretérito, del presente como tierra de que emerge el futuro, que crea el futuro. Bascula, pues, el entusiasmo que de gravitar hacia el pasado comienza su ponderación hacia el porvenir. La Edad Moderna ha sido, desde su umbral, futurismo, loca fe en el futuro porque es humanismo, fe en el hombre, y el hombre es el anticipador de sí mismo.» 

¡Todo tiempo por venir es mejor! La fe ciega, ahora, es en el progreso indefinido y en la capacidad del Hombre para transformar el mundo y para transformarse a sí mismo, tanto en su individualidad como en su sociabilidad. La Razón lo puede todo, y mediante ella, estaban muchos convencidos de poder alcanzar el dominio sobre la Naturaleza.. ¡y hasta la felicidad! Se podría construir el Paraíso en la Tierra, puesto que la ciencia y el humanismo se prometían, en un principio, inagotables, infalibles, construcciones arquitectónicas infranqueables, en las que nada ajeno podía penetrar, y nada propio escapar. 

¡Pero vaya si tenían grietas! ¡Vaya si penetraron elementos extraños y escaparon propios! Por lo pronto, la defensa de la razón degeneró en racionalismo y la de la ciencia en cientifismo. La fe ciega en el Más Allá de la que se huía se transmutó en un abrir y cerrar de ojos en fe ciega en la razón y la ciencia. Es evidente que aún éramos adolescentes que, en su arrogancia momentanea, creen haber alcanzado ya toda la madurez y la sabiduría que al Hombre le es dada alcanzar.

El sujeto de nuestro tiempo cree realmente (cada vez menos) que con esa razón y esa ciencia se basta, que los elementos que componen su mundo son suficientes para construirse un porvenir, y está auténticamente convencido de que no echaremos nada en falta.

Pero lo cierto es lo contrario: Echamos cada vez más cosas en falta, nos asolan cada vez más contradicciones, nos desgarran abismos cada vez más insalvables.

Nos debatimos constantemente entre las ansias de seguridad y de libertad, entre la necesidad de identidad propia y la necesidad de identidad grupal, entre lo material y lo espiritual. Y todas son diatribas que vivimos dolorosamente, dado que consisten, en el fondo, en algo parecido a elegir entre tus extremidades superiores o inferiores. Así vamos catapultándonos, violenta y bastante arbitrariamente, de unas convicciones radicales a otras; hoy puede ser la lucha de clases lo único que consideramos determinante, mañana puede ser el factor racial o religioso la clave última con la que al fin hemos dado (o eso creemos.)


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EL ILUMINISMO Y LOS FALSOS ANTI-MODERNOS.

En los dos últimos siglos, se ha llegado a reclamar que la política, ella sola, logre la ausencia de injusticia y hasta la ausencia de sufrimiento.. Otros le piden a ésta que garantice la supervivencia, y hasta la supremacía, de su cultura o de su nación.

El Hombre de nuestro tiempo ha llegado a exigir que EL ESTADO sea el garante de su libertad, que los gobernantes que ocupan LA CÚPULA del mismo sean quienes aseguren la igualdad de todos, e incluso que éstas dos, igualdad y libertad, vayan indisolublemente unidas. 

Basten estos ejemplos para mostrar las contradicciones en que tal hombre se ha instalado.

Y no se equivoquen, que no es más moderno el que lucha por la igualdad que el que clama contra ella, y tampoco el que aspira a la libertad y el que se mofa de ella. Porque cuando hoy alguien se declara anti-igualitario o anti-libertario, sucede en realidad que propugna otra forma de entender esta igualdad y otra forma de entender esta libertad. Conviene no engañarse a este respecto. Por ejemplo, cuando los nacionalismos más belicosos (incluidos los fascismos) proclaman sus derechos territoriales, e incluso su superioridad, únicamente están reduciendo el ámbito de aplicación de aquellos principios de lo universal a lo local -nacional- Y de ahí que se niegue la igualdad de las fronteras del Estado para fuera, pero se cuide celosamente la homogeneidad de fronteras para dentro, y por ello resulte insoportable el que la nación sea diversa y que formen parte de ella gentes de distintas procedencias etno-culturales.

«La expulsión de judíos y moriscos es una idea típicamente moderna. El moderno cree que puede suprimir realidades y construir el mundo a su gusto en nombre de una idea. En este caso es la idea del Estado, que los Reyes Católicos inician.»

Quizá logren entender mejor esta relación si incidimos, en vez de en la igualdad, en el caracter iluminista que adopta, quiera o no, toda forma política desarrollada en esta era. Por ello suelo insistir en que no es menos iluminista Hitler que Lenin, o Reagan que Jomeini. Siempre se trata de la creencia ciega -o cuando menos, miope- de que se puede "esculpir" al gusto de cada cual la realidad humana (el mundo, la sociedad) por medio de una acción política planificada, racionalizada, y férreamente centralizada. 

Y en lo referente al ideal de libertad, no crean que el canje es muy distinto, porque en vez de colocar el eje de la misma en el individuo, se coloca de nuevo en la Nación; y así, es ésta la que debe "liberarse" de la "tiranía impuesta" por el concierto internacional, o por sus "archi-enemigas", que buscan explotarla y maniatarla.

Fíjense que, según trasladamos el eje de este discurso al individuo, a la clase social, o a la nación, damos lugar a todas las ideologías modernas sin movernos del mismo ideal, el de la "libertad".

El fascismo, el nacional-socialismo, como el comunismo o el liberalismo, son por ello un síntoma, no un remedio. Son signos inequívocos de la crisis de la Modernidad, en cuanto expresiones de la desesperación de una época que agoniza, la cual suele caracterizarse, como en toda crisis histórica anterior, por intentar negar la totalidad de su mundo (el contexto histórico que, quieran o no, habitan) dando un protagonismo sobredimensionado a una pequeña parte de ese mundo (la nación, la raza, la justicia social, la libertad individual.) Una forma de escapar del paradigma dominante agarrándose como a un clavo ardiendo a uno solo de sus componentes. (Como el Hombre del final del Medioevo se agarraba, bien a la palabra literal de las Sagradas Escrituras, bien a la dimensión más humana y cercana de Cristo.)

«Cuanto más absurdo y más extremo sea el extremismo, más probabilidades tiene de imponerse pasajeramente. (...) La situación extrema, al consistir en que el hombre no halla solución en la perspectiva normal, le hace buscar un escape en lo distante, excéntrico, extremo, que antes pareció menos atendido. (...) El extremismo es, por lo pronto, un truco vital de orden inferior. Hemos visto que hoy unos extremizan la idea de justicia social y otros la idea de raza, como un tercero o un cuarto podían afianzarse en cualquier otra cosa con tal que sea arbitraria y poco o nada razonable. Es esencial al extremismo la sinrazón. Querer ser razonables es ya renunciar al extremismo.» 

Nada más que añadir.

..Por el momento.



martes, 12 de mayo de 2015

NOVELA METAFÍSICA (Capítulo VI-Alpha-Omega)


La Conciencia es la última -o la penúltima- 
forma surgida de la resaca de la Gran Marea, 
de la Madre de todas las Mareas, aquella iniciada por el Big Bang.

La penúltima, si nos referimos a las conciencias de los seres pensantes.
La última, si nos referimos a La Conciencia entendida como un todo, lo que muchos han traducido por "Dios".

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Para Spinoza, es este "Dios", o Conciencia Universal, el único "ser" que existe por sí mismo. Pues los demás no somos más que facetas suyas, o sueños en su mente..
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"Yo soy el que seré" -traducción más estricta de aquello que le dijo Yahvé a Moises en el Sinaí- es un pretexto que han usado algunos para afirmar que "Debemos pensar a Dios en tiempo futuro".. y que, de esta suerte, se nos revela, más claramente imposible, que serán nuestras conciencias unidas por obra y gracia de la revolución tecnológica las que conformarán, una vez alcanzada la cúspide del dominio sobre la materia, esa Conciencia Universal que, también por obra y gracia de la Técnica, estará ya en posesión de todos los saberes, se ubicará en todas partes al mismo tiempo, y no habrá hecho en el Universo sobre el que no pueda influir, ni naturaleza surgida de éste que no pueda transformar. Esto es, será ya omnisciente, omnipresente, y omnipotente.

Lo que complica esta última tesis, hasta límites insospechados, es que..
 en el Eterno Retorno, "Yo soy el que seré" es 
exactamente lo mismo que "Yo soy el que fuí".
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¡Sé positivamente que en estas sentencias se hallan pistas de crucial importancia para encaminarme, ya, hacia las primeras respuestas!
Las tengo golpeando en mi cabeza, y también las bifurcaciones de cada una de las posibilidades, y además, todas las vinculaciones existentes entre las distintas revelaciones.. ¡Todo a un mismo tiempo! ... Esta vez sí he arañado el diamante.. Mi modesto túnel de prospección metafísico parece por fin haber merecido todo lo sacrificado en su construcción. Ahora me he acercado al Oro Alquímico, y la primera de las pruebas es digerirlo, ya que su fuerza es avasalladora..

¡Sé que gran parte de las claves están aquí! Por supuesto, sería imposible explicarlo, pero lo sé.


No obstante, no te precipites, templa, respira... asimila como un cuentagotas cada una de las visiones de conjunto, por difícil que sea, y después obsérvalas un tiempo con sangre fría y mirada distante, para evitar en la medida de lo posible que el torrente te seduzca, y así, contagie el desbordamiento a tu mente. 
Porque entonces estarás perdido. Quiero decir, estará perdida la descarga súbita de.... información metafísica, gnoseologia primordial.. o lo que diantres sea.

Una cosa sí es cierta, tengo una ventaja respecto a anteriores momentos de revelación, donde lo que me perdió fue creer ingenuamente que lo que se me revelaba me conducía ya, directo, hacia las últimas respuestas.
Ahora sé que esto nunca ocurre así. En el verdadero Camino del Conocimiento, las trampas son muchas, y los pasos en falso se pagan muy caro, puesto que suelen implicar dar dos de ellos hacia atrás cuando acabábamos de experimentar, triunfantes, la emoción de avanzar. Y esto suele suceder precisamente por eso, por la emoción, por confiarnos, por la arrogancia del principiante cuya impetuosa inercia le impide pararse en la meta que le tocaba. Y en ese cabalgar de potro desbocado es como se malogra nuestro acariciado triunfo, el que vemos ahora fuera del alcance de esas manos que creyeron tenerlo ya consigo. 
¡Y todo por creernos demasiado listos! Cuantas metas se habrán malogrado, en éste y en otros ámbitos, por la arrogancia juvenil del Hombre (y es que la tesis expuesta, entre muchas otras, han extendido la idea de que la nuestra es una especie todavía muy joven.)

Pero no nos detengamos en eso ahora. Ahora debemos concentrarnos (y hablo en plural porque me dirijo a todos mis yoes. Ya es absurdo mantener por más tiempo la ficción del individuo, pues sólo resulta indivisible en el Reino de la Apariencia.) ¡He ahí, ese es el hilo del que tirar! .. ¡Los individuos! ¡La conciencia! -única o fragmentada-  Por esa vía inquisitiva es por donde debo dirigir mis pasos a continuación. No es seguro que encuentre respuestas, pero es el único lugar, no cabe duda, donde las puedo encontrar.

Recuerdo lo que decía Nietzsche: "Es preciso guardarse de suponer que muchos hombres son personas. Hay también quienes tienen varias personas en ellos, pero la mayoría no tienen nada." Y también lo que dijo, siendo más generoso, Herman Hesse: "En realidad ningún yo, ni siquiera el más ingenuo, es una unidad, sino un mundo altamente multiforme, un pequeño cielo de estrellas, un caos de formas, de gradaciones y de estados, de herencias y de posibilidades."

Los haya carentes de personalidad o no, lo cierto es que muchos individuos comparten un mismo yo, un mismo arquetipo, y que en un individuo encarnan varios yoes, varios arquetipos. Por lo tanto, hay miles, y hasta millones de aparentes individuos (para nuestros tramposos sentidos, aquí en La Caverna) que serían, fuera de La Caverna, meras repeticiones de un único ente.. como clones fantasmales de una sóla personalidad real. Y habría también varios aparentes individuos que, en realidad, estarían constituidos por varios arquetipos, personalidades, en desigual armonia, y en desiguales circunstancias, de tal modo que las pugnas o acuerdos entre ellos se producirán en razón de su inter-compatibilidad, aunque será igual de determinante la compatibilidad con sus contextos particulares.

En mí habitan varios yoes, eso ya es una certeza. Más allá de que éste sea el caso de los demás, es seguro que es el mio. Por tanto debo volver a enfrentarme a este rompecabezas desde otro ángulo, con la esperanza de tener más éxito que en los anteriores y de recabar más respuestas, pues lo contrario sería descorazonador, habiendo sido tan escasas y tan volátiles las obtenidas hasta ahora.

Si hay una única Conciencia, y ésta puede fragmentarse en el Principio Masculino y Femenino, los cuales se subdividen, y subdividen, hasta dar lugar a todos los arquetipos existentes.. Si estos realmente conforman la primera unidad en la complementaridad de todas las formas en que se expresa (a pesar de resultar tan difícil de percibir cuando están disgregados), ¡entonces la cosa empieza a estar clara! ..Y más lo estaría si es cierto que sólo regresan todos a LA UNIDAD en el Inicio del Universo y en su Colapso. Porque en ese caso, se nos mostraría un fastuoso Río del Tiempo en el que veríamos a LA CONCIENCIA dividirse progresivamente como una célula (quizá sea también una célula), dando lugar a un océano de minúsculas células de muy variadas características que, tras cumplir su ciclo y COMPRENDER al Todo desde cada parte, vuelven a confluir, de un modo mágico y que aún se me escapa, porque si algo sé de todo el proceso, es que no finaliza de modo simétrico a como comenzó, esto es, que no se vuelven a unir los arquetipos del mismo modo que se separaron, pero a la inversa.. ¡Lo que entraña el eterno misterio que frena la comprensión total del proceso! Pero es, al mismo tiempo, lo más fascinante de todo, pues nos podemos hacer pocas preguntas más bellas que las que apuntan a la conciliación y posterior fusión entre arquetipos que, mediante este cósmico, metafísico proceso, van escalando en complejidad a la par que su número se va reduciéndo..

"El huevo representa la materia generadora, encierra toda potencialidad,(...) el tritón, frecuente representación de la ola, expresa la potencia fecundadora fálico‑telurica,(...) la corriente de las aguas del Nilo es la imagen de la fuerza fecundadora del macho primordial regando a Isis, símbolo de la tierra de Egipto." (Evola)

¡El huevo.. el tritón.. el falo.. la tierra... el agua... la fecundación!
¡El Cosmos.. La Vida y La Muerte contenidos en un sólo aliento, que se bifurca en el Tiempo y en el Espacio a una vez.. Eros y Thánatos retorciéndose de mil formas, unas desbordantemente hermosas, otras inimaginablemente grotescas.. Apolo y Dionisio, por toda la eternidad guerreando sin cuartel, aunque formaron y volverán a formar parte de un mismo ser en que todo cumple su complementariedad con todo!
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Respira, templa.. y asimila poco a poco el caudal, frenándolo pero sin detenerlo. 
Sabes que esta es la Prueba de Fuego donde se distingue claramente a los auténticos guerreros de los falsos. Debes mantenerte impasible ante la inmensidad, cosa harto difícil, pero no imposible.

Aunque esto es, con todo, sólo una tentativa..
..Pero una hermosa, platónica tentativa, en cualquier caso.

Un ejercicio gnoseológico que, sin duda, hubiera llevado hasta el mismo éxtasis al Sabio Ateniense.
... Pero él me lo confirmará cuando al fin me encuentre ante su presencia... Porque esta audaz tentativa, estoy seguro de ello, me vinculará sincronísticamente a él.. nuestros tonos primordiales empezarán a vibrar parejos, y quizá podrán ser uno por un instante. 
¡Ese instante es suficiente! ...La Eternidad bien puede ser contenida en un instante.

Iré a tu encuentro, Gran Platón, aunque la vida me cueste..
Y tú, seguro, podrás guiarme hacia el emplazamiento de otros sabios primordiales..

¡Y descuida, que mi compromiso es firme como el del más noble ateniense!, pues ya no hay miedo en mí. Y cuando esté apunto de ser vencido por el cisne negro o el nubarrón del tedio, recordaré las palabras de otro sabio más terrenal que tú. Ellas son mi tabla de salvación y la garantía de que ya no habrá excusas.


"Sufrimos: el mundo exterior comienza a existir... ; sufrimos demasiado: desaparece. 
El dolor lo suscita únicamente para desenmascarar su irrealidad." 

(Emile Ciorán)




martes, 5 de mayo de 2015

NOVELA METAFÍSICA (Cap V - Prosigue la búsqueda del Yo Primordial)


Tras el primer fracaso en la tentativa de encontrar algunas respuestas, tras la estrepitosa derrota que supone descubrirte persiguiendo tu propio rabo -el rabo del ego tramposo que te hizo creer que ibas detrás del Yo Superior, cuando no hacías más que perseguir máscaras, que un instante después, se diluían como el humo que eran- Tras agotar todos los círculos viciosos, era hora de buscar, con la esperanza de haber aprendido la lección, círculos más virtuosos. Y esta vez, no caer en las burdas trampas del ego y sus yoes impostores.

Todos ellos, bufones, trolls, histriones y otra clase de fuerzas psiquicas menores, se habían mofado suficientemente de mí, mandándome por caminos que no conducían al final más que de retorno al lugar de partida. No debía ya fiarme de las pistas, de las falsas orientaciones que obtenía de impostores que, ahora sí, veía claramente que no podían -ya no por maldad, sino por incapacidad- hacerme avanzar, escalar niveles de conciencia. Porque, como ahora al fin me percataba, ellos son más bien bidimensionales, y hasta empezaba a convencerme de que, más que malientencionados, eran limitados como entidades. Por eso que sólo podían indicarme senderillos, atajos y puentes.. horizontales; pero estaba más allá de su "naturaleza otorgada" señalar con el dedo hacia alturas, o profundidades -en cualquier caso, verticalidades-, cuya existencia no podrían llegar nunca a concebir. 

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De la ontología a la biología. Del círculo vicioso al círculo virtuoso.

En realidad, si hubo una vivencia que recuerde como acercamiento a un yo más puro (que no al yo primordial en sí) fue la fugaz experiencia de la paternidad. Paternidad de sustitución, para ser concretos. Las enseñanzas que recabé entonces son las que ahora debo rescatar para iluminarme en esta ardua búsqueda. 

Las trampas del ego en las que acababa de caer cual principiante me señalaban "grandes destinos truncados", la posibilidad de haber vivido como una de tantas "luminarias de la historia", como uno de aquellos "santos laicos" cuyas palabras llegan al corazón del Pueblo , y de cuyas advertencias se hacen eco grandes sectores, que los tienen por "voz autorizada".

Pero no, ya sé ahora que ese no es el camino que busco, pues es EL-CAMINO-DEL-EGO.

Si me he enfrascado en la persecución de mi Yo Superior, por lo pronto, ya tengo un tibio punto de partida en forma de primera criba: Sé, al menos, cual es una vía muerta y cual es la que me lleva, cuando menos, un escalón por encima de donde hace ya tiempo estoy estancado como en un pozo de brea.
Mi empeño, por tanto, se centra ahora en retornar a aquellos días en que me vi súbitamente lanzado a cumplir parcialmente un rol paterno. Fueron días que, ciertamente,  se manifestaron con todos los atributos de las Pruebas de Vida, de las Caminos Iniciáticos. A saber: Un duro reto inicial con la función de alejar a falsos Teséos, de desanimar a todo aquel que no está firmemente comprometido. Un periodo de examen, en donde uno puede recoger los primeros dulces frutos del éxito, pero sorteando constantemente pequeños retos a imagen y semejanza del inicial, que no es que sean más sencillos, como una miniatura a escala de aquel, sino que nos resultan ya más salvables por ser meras repeticiones, analogías, del primer reto ya superado. ...Y finalmente, "La Iluminación".

Lo que comprobé en todo ese proceso fue que, al sentirme más armonizado conmigo mismo y con el mundo -es decir, al acercarme a cierta realización personal- en lo que me convertí no fue en un santo, un genio, o un líder de masas, como fantaseaba mi infantil ego -el ego siempre es un infante- sino en algo mucho más simple: en un ser humano -e incluso diría, en  un mamífero- más acabado. De hecho, no me "convertí", en rigor, en nada, sino que creí, más bien, acercarme a la mejor versión de quién ya era. 
No se trataría entonces, en este primer nivel, más que de soltar los lastres que llevamos largo tiempo a cuestas, y que nos condenaban a existir como una triste sombra de lo que seríamos en caso de desarrollar al límite nuestro potencial; pero sin necesidad de conocer los arquetipos y avataras que conformarían nuestro espíritu -ni siquiera los yoes impostores o menos impostores adheridos al ánima- sino TU SER PLENAMENTE DESARROLLADO COMO MAMÍFERO SUPERIOR, ANCLADO -Y ARMONIZADO- A UNA REALIDAD GEOLÓGICA Y BIOLÓGICA. (También geográfica y cultural, pero en su dimensión más arcaica, casi pre-humana.)

Parecería, pues, que el primer paso es encontrarte con tu "ser de naturaleza", que es un ser terrenal, biológico, fisiológico, pero desnudado de todos los añadidos del ego social asociados a funciones menores y propias de un bajo nivel de conciencia, en el que uno todavía confunde lo que realmente es con la imagen de sí mismo que proyecta al exterior -el autómata que ha fabricado para obedecer a las exigencias de la normalidad (mejor debiéramos decir: de la mediocridad)-.
Y este autómata es siempre un individuo mutilado, semi-paralizado, malogrado. Lo que ha quedado del "ser en bruto" después de que nuestro inconsciente haya ido localizando, discriminando, seccionando, pedazos de nosotros mismos -en cuanto personalidades totales que en algún momento fuimos- para luego enterrarlas bien profundo y, de ese modo, sacando capas como el escultor hace con el bloque de mármol, reducir nuestro YO TOTAL a una versión miniaturizada, estrictamente fiel a los requerimientos de nuestro entorno concreto, de nuestra CIRCUNSTANCIA. (Igual que es fiel el escultor al encargo que le hizo su cliente.)

No todos, es evidente, necesitan recuperar el "yo animal", el "yo terrenal", antes de encaminarse hacia yoes más metafísicos. Muchos ya son, al alcanzar la madurez, todo lo que tenían potencial para ser a nivel biológico, mamífero, sapiens. En esos casos, la desarmonización entre la naturaleza primordial y la naturaleza otorgada por el proceso socializador no existe, o es tan leve que no merece atención.

Pero retornando a mi caso particular, donde logré entrever, aunque fuese por un breve lapso, la manera en que se produce esta armonización, es difícil transmitir hasta que punto proporciona una inefable "paz de espíritu", aún no habiendo alcanzado todavía, ni mucho menos, al verdadero Espíritu. Sin embargo, no tratándose en realidad más que de la paz del ánima, la paz del individuo integrado en su contexto material, biológico, telúrico, son momentos en que El Círculo verdaderamente se cierra. 
Y es aquí donde al fin podemos hablar de un círculo virtuoso, aquel al que popularmente llamamos "Círculo de La Vida". Y no es una expresión cualquiera. De hecho, es auténticamente profunda, pues se trata de la forma en que nuestra infancia adquiere renovado sentido al verla reflejada en otra infancia que ahora descubrimos desde la posición de espectador. Y al acercarnos a ella con una complicidad creciente, que primero es sólo emocional, vemos luego como se va sumando a la anterior una complicidad más personal, es decir, una identificación entre el niño que hace poco nos abrió las puertas de su cosmos y el niño que nosotros mismos fuimos.
¡Se cierra el círculo! ¡No hay manera más idónea de describir el proceso que se inicia en nuestra psique, en nuestra ánima -y no descarto que alcance a nuestro espíritu- tras producirse ese click, y desatarse el torrente que, en un fogonazo, nos hace CONTEMPLAR LA VIDA COMO UN TODO.

..Y parece entonces que hasta la existencia, en sí misma, adquiere sentido en este redescubrimiento del yo a través de la analogía entre el niño interior -siempre vivo, y siempre presente en nosotros- y el niño que vemos desarrollarse como tal frente a nosotros, y con el que hemos ya establecido un contacto emocional, y después una identificación en el plano personal.

Por supuesto que el "parece" está colocado con toda intención. Hablar de "un sentido de la existencia" sería ciertamente exagerado. No hemos alcanzado aún esas alturas metafísicas. De lo que estamos hablando es tan sólo de un sentido vital -que no por ello desdeñable-; o por así expresarlo, de acabar de darle forma definida a nuestro devenir como seres sociales y emocionales; y de esa manera, comprendernos más integralmente en estas dos dimensiones.
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No he encontrado, pues, aún, al "yo espiritual" -y para eso resta un largo y tortuoso recorrido que les relataré más adelante- pero sí tenía identificado al "yo terrenal" con el que tomé fugaz contacto alguna que otra vez en el pasado reciente. Ahora debía encaminarme de nuevo hacia los Arquetipos Primordiales, estos ya menos anclados a la tierra, de los que ya había recabado alguna que otra pista, que me llevó a descubrir señales, las cuales me condujeron a posibles respuestas que.... 
FINALMENTE SE MOSTRARON EQUÍVOCAS, Y EN EL MEJOR DE LOS CASOS, PARCIALES Y MUY RELATIVIZABLES.

¡FRACASO!
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... Sepan ya que no hay opción más sacrificada, ni aventura más peligrosa, que el Camino del Conocimiento.. 
Y si no me creen, ustedes verán, ¡Pero luego no digan que no se lo advertí!


viernes, 1 de mayo de 2015

NOVELA METAFÍSICA (Capítulo IV: En busca del Yo Primordial.)

En las cimas de la desesperación..


Busco incansablemente el reconocimiento por un principal motivo: Para convencerme durante un rato de que no soy la basura que, durante el resto del tiempo, estoy plenamente convencido de ser.
Me conformo tan sólo con verme como una basura algo menos pestilente de lo que suelo juzgarla con frecuencia; con saber que "algo se salva" dentro de todo el cúmulo de derrotas cotidianas, de frustraciones empecinadamente insalvables, de sinsabores que erosionan lenta pero constantemente el mismo armazón de la vida.

Vivir sólo para rellenar huecos, para compensar abismos, que por propia definición son incompensables -a no ser con La Totalidad-. Vivir pendiente de darle un sentido patológico a la vida de uno -que no a la vida en general-. Vivir por y para enmendar una orientación vital desnortada, mutilada. ¡Vivir, sentir, expresar, acometer acciones... todas dirigidas a autoafirmarse y afirmar la vida! (la propia, insisto, no "La Vida" en sí.) Realizar toda acción, y omisión, en función de satisfacer el desesperado requerimiento de verse completo, de ver reconocida en uno cierta dignidad, o más bien, de convencerse de que otros la reconocen, pues nunca lo podremos saber a ciencia cierta. 
Vivir de y para construir la ilusión de un "Yo" con genuíno sentido, la convincente mascarada de una vida con dirección, y con motivo.

¿Y donde queda, en medio de toda esta tarea, tiempo y energía para VIVIR, PER SE?
Cuando todos los esfuerzos y todas las atenciones están dedicadas a la afirmación y justificación de un maltrecho Yo, ¿hay algún momento en que me dedique meramente a vivir-en-él, o a vivir sin más? ¿Queda espacio, en ese buscar patológicamente maneras de compensar carencias, para lo que sería la búsqueda por la búsqueda? (Es decir, lo que imaginamos que hacen las personas sanas, aunque nadie puede asegurarlo del todo.)

Quizá sí, prefiero creer que sí. Porque me conviene creerlo. Porque sin autoengaño, ni mi supervivencia ni la de nadie sería posible. Porque el Hombre, la Naturaleza, o los dioses, crearon ese sabio recurso como contrapeso de la contradicción y la angustia intrínseca a la condición humana. Porque si no fuésemos capaces de autoengañarnos, nos precipitaríamos en el abismo de nuestra inhallable justificación.

Pero sigo percibiendo tan amargamente mi particularidad.. Sigo sintiendo aquello que me diferencia como un cancer incurable, como un cruel maleficio. Sigue doliéndome indeciblemente esa conciencia de ser todo un rara habis.



El Espíritu encerrado en La Materia.


Como creyeron los gnósticos más radicales, parezco tan ajeno al mundo como si, talmente, me hubieran arrojado a él y encerrado en este cuerpo y este lugar, en esta porción de la Historia.
Otros gnosticos, no sé si de medio pelo o de pelo entero, afirman que hemos elegido "encarnar" 
aquí y ahora. 
A mi me debieron de dar mal las referencias. Sólo así se explica, si los segundos tienen razón, que me sienta en este "aquí y ahora" más perdido de lo que es siquiera posible concebir por la mayoría.

"Encerrado en este cuerpo, esta mente, y esta circunstancia" ¡Tal cual! No hay nada que se asemeje más a la sensación que brota finalmente cuando todo lo accesorio y equívoco es descartado, cuando todas esas nubes entrelazadas de mil colores que son mis dudas empiezan a despejarse y mostrar un horizonte más definido, más monocromático.

Encerrado en esta personalidad extravagante y contradictoria, asistiendo al espectáculo de una voluntad que fracasa estrepitosamente, y de una vida que se define principalmente en la búsqueda de diversas formas para escapar de sí misma durante el mayor tiempo posible.

Y ahí están los yoes, observando esta circunstancia desde distintas perspectivas, y sacando cada uno de ellos distintas conclusiones; pero todos parejos en su falta de identificación con esas cotidianeidades, las cuales viven tan ajenamente como si perteneciesen a la intimidad de otro individuo cualquiera.

Uno de ellos, el más iracundo, se revuelve y maldice su suerte, me reprende inmisericordemente, y se avergüenza de asistir a tal despropósito sin atinar nunca a enderezarlo ni un milímetro. El segundo, más pusilánime, y vencido ya hace tiempo, pone cara de circunstancias y articula tímidamente algo como un "¿pues qué le vamos a hacer? Es lo que hay.." 
Otros se suman al coro, ora recriminatorio, ora justificatorio, con voces que oscilan entre la acusación furiosa, la súplica desesperada, y finalmente, la desesperación sin súplica, la rendición total, la síntesis última de la catarata de frustración resuelta en la diatriba: existir/no existir.


Los Yoes mutilados. El círculo se cierra.


Puede que todo este conflicto sea debido a que los yoes que actuan en nuestra ánima, o lo que es todavía más dificultoso de averiguar, en nuestro espíritu, son en algún punto irreconciliables. O también puede ser que, habiendo la posibilidad de conciliarlos, es el entorno, las circunstancias en que crecimos quienes los amordazaron, los maniataron; si no a todos, puede que a los que guardaban nuestras mayores potencialidades. 

¡Sí, creo que bien pudo ocurrir exactamente así! Y en ello hallamos también parte del origen de tanta frustración, por sabernos poseedores  de las potencialidades de...quién sabe.. un genio, un santo, un lider de masas.. y verlas todos los días mutiladas, inutilizadas, sepultadas, por la terca y boba realidad, ajena a vocaciones profundas, destinos vehemente proclamados, y toda esa clase de grandilocuencias, extravagancias de oveja descarriada y soberbia a las que, a modo de síntesis, reunimos bajo la tonta expresión "misión en la vida"..

Podríamos decir que, como un perro rabioso, fue esta-vida-que-nos-tocó la que mantuvo a raya a nuestros yoes más nobles y puros, a aquellos que miraban más alto.
Nos sentimos entonces como almas dadoras de armonia y portavoces de la belleza, tan puras e inocentes ellas, ¡traicionadas por esta perra, perra e inmisericorde vida que avanza como un gorila, y aparta a manotazos todo aquello que le da finalmente sentido a sí misma! (pero que nunca se percata hasta que es demasiado tarde para enmendar tamaño destrozo. Entonces, en un sólo aliento, se derrumba y comienza a gimotear y patalear penosamente como el gorila estúpido que es. O quizá esto es tan sólo lo que nos gusta pensar en nuestras anhelos revanchistas.)

Pero, ¿En qué nos ayudan los remordimientos que pueda sentir "La Vida"? (los otros, la masa, el inconsciente universal de la chusma, los mediocres que dominan silenciosamente este mundo) ¿Qué nos puede importar a nosotros si dentro de mucho tiempo cambia el consenso establecido por esa alianza tácita de mediocres que, ya dijimos, son los que llevan las riendas silenciosas de "La Vida", "Las Cosas", "Las Realidades"? ¿En qué cambia nuestro drama cotidiano la posibilidad de que, en un futuro, la opinión general gire abrumadoramente en favor nuestro? Nosotros ya estaremos muertos, nuestros yoes y "avataras" malogrados hasta la próxima encarnación, y nuestro proyecto vital arruinado, para tormento de nuestra pobre alma.. pobre y consumida en la amargura.. mojada, cabizbaja y vencida, como un perro obediente pero aún así maltratado y abandonado.

¡De nuevo la autocomplacencia, de nuevo el víctimismo y el cliché del genio incomprendido!

¡Otra vez al punto de partida! Una vez más cerramos el círculo, del complejo de grandeza al bronco auto-desprecio, y de ahí, de nuevo, a la síntesis de las dos: EL TRÁGICO SINO DE LOS PROHOMBRES, LA INCOMPRENSIÓN DE LA CHUSMA HACIA LOS POETAS, LA DESGRACIA INHERENTE AL QUE RECIBIÓ LA GRACIA, LA CRUZ QUE INEVITABLEMENTE CARGA TODO SANTO, ...
...BLA, BLA, BLA!