Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

¿QUÉ ES LA ´REVOLUCIÓN NEO-NIETZSCHIANA`?








Expulsemos a los turbadores del cielo, obscurecedores del mundo, portadores de nubes, ¡iluminemos el reino de los cielos!

(Ecce Homo)



La revolución neo-nietzschiana vendría a ser la gran revolución pendiente que, aún hoy, más de un siglo tras la muerte del sajón, permanece dormitando, quizá, en las mentes más audaces. 
Fue necesario que se discutieran, se reinterpretaran y hasta se reinventaran muchas de las ideas propuestas por Nietzsche antes de elaborar un corpus doctrinal definitivo; cosa que no se ha hecho por el momento, y a lo que quizá ayude, hasta donde modestamente pueda, el manifiesto que sigue.


CONTRA TODO MORALISMO

Un tipo humano superior se ha dado ya con harta frecuencia, pero como golpe de fortuna, excepción, nunca como algo pretendido. Antes al contrario, precisamente el ha sido el mas temido, era casi la encarnación de lo terrible; y como producto de este temor ha sido pretendido, desarrollado y alcanzado el tipo opuesto: el animal doméstico, el hombre-rebaño, el animal enfermo “hombre”: el cristiano.

(El Anticristo)

La transvaloración nietzschiana corréctamente entendida, en su dimensión más constructiva, no consiste en machacar al débil y ensalzar al fuerte, sino en hacer más fuerte al primero y dejar a su libre obrar al segundo, pues no es él, de todas formas, quien requiere nuestra ayuda. (*)

Lo que prima hoy, por desgracia, es la glorificación del débil por el mero hecho de serlo. Y esto sólo le hace más débil, al imbuírle de victimismo, o de revanchismo, y librarle de toda responsabilidad; pues acostumbramos a persuadirle de que las causas de sus males siempre están en el exterior. Análoga y contrariamente, al fuerte se le responsabiliza de todo mal habido y por haber y se le procura hacer sentir tan culpable como esté en nuestra mano; quizá con la esperanza de que pague con su conciencia atormentada todo el insoportable rencor que su fuerza, o su grandeza, inspira en nosotros.

Esta es LA INMORALIDAD DEL MORALISMO que ha llegado a nuestros días a través de muy diversas mutaciones de la mentalidad judeo-cristiana.

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(*Ésto lo dijo con otras palabras, pero no muy distantes a éstas, mi camarada nietzschiano y librepensador Daorino, de las cuales obtuve parte de la inspiración y la motivación para escribir este texto que llevo rumiando hará por lo menos un año.)


EL GRIS BURGUÉS Y SU VIL INTERÉS.

Ante todos los virtuosos
quiero yo ser culpable,
¡que se me impute la mayor culpa!
Ante estos vocingleros de gloria
mi codicia se transforma en gusano.
Entre tipos semejantes me divierte
ser el más abyecto...

(Ecce homo)

Este apartado tiene dos dimensiones. La primera, que es la condena del interés, no requiere apenas revisión del pensamiento nietzschiano, pues el mismo filósofo alemán no tuvo nunca el menor embargo en hacer defensa del egoísmo.

Ya respecto a la "grisura" de la sociedad burguesa cabría hacer, aquí sí, unas cuantas enmiendas a las vehementes condenas que Nietzsche lanzó contra ella. Y es que podemos sintonizar muy bien con el ansia de retornar a tiempos más heroicos donde la grandeza de ánimo y el espíritu de sacrificio presidían cada acción; pero ciertamente sería muy poco constructivo, y muy poco inteligente, sustituir los pacíficos y provechosos métodos del comercio internacional, de los que todos salimos tarde o temprano beneficiados, por los belicosos y menos provechosos métodos de la conquista y la rapiña del pueblo vecino, por los que todos salimos tarde o temprano perjudicados.
La grandeza es una cosa. La estupidez es otra bien distinta: 
El propósito de este manifiesto es extraer de la filosofía nietzschiana aquello que no es más útil. Por ello debemos desechar igualmente todo aquello que nos entorpezca y nos confunda en vez de ayudarnos a alcanzar más pronto nuestras metas:
¡No se puede esperar de Prometeo que se avenga a devolver el fuego robado!
(No soy ni mucho menos el primero en comparar las "fuerzas desatadas" de la tecnología y la producción industrial con el fuego que robó a los dioses este personaje mítico, casi arquetipo universal, pues usaron esas mismas palabras y ese mismo tono, para describirlas, intelectuales tan diversos como Marx o Evola.)

Para acabar de cerrar esta enmienda a Nietzsche en el contexto de la revisión, actualización y re-significación de su pensamiento, acudiré a mis propias palabras en otro texto que publiqué reciéntemente:

Ésta crítica (a la sociedad burguesa) es acertada en tanto se refiere al "espíritu burgués" materialista, dócil, gris, antiheroico, de su tiempo. Pero nos lleva a error, y como dije, a callejones sin salida, si lo extrapolamos a todo lo que hoy va vinculado a la burguesía histórica (puesto que ya sólo subsiste aquel "espíritu", no así la "casta" como tal). A Nietzsche le ocurre como a tantos tradicionalistas y revolucionarios (cosas que no tienen porque ser antagónicas), que juzga a la "era de la burguesía" por la etapa de la misma que él pudo observar, y circunscrita a un contexto geográfico muy concreto. Al igual que las contra-réplicas (quizá también en parte acertadas) que le hacen los católicos "viejos" por juzgar al cristianismo enfocándose sobre todo en su "fase decadente" (de nuevo, dócil y antiheroica), el creador del concepto de "superhombre" no hubiera obtenido la misma impresión de la mentada ´Casta` si la hubiese visto desenvolverse en los albores de la Revolución Industrial, creando casi de la nada, ´cual semi-dioses prometéicos`, toda aquella imaginativa y deslumbrante maquinaria que hizo posible la expansión del bienestar (ese sí lo fue de verdad, y no el que ahora predican) a cada vez más y más sectores de la población.


MORALISTAS CRISTIANOS Y MORALISTAS PAGANOS

Vuelo vertical,
trazo precipitado,
caer sobre corderos,
hacia abajo, voraz,
ávido de corderos,
odiando toda alma de cordero,
odiando rabiosamente todo lo que parezca
virtuoso, borreguil, de rizada lana.

(Ecce Homo)

"La Humanidad" no es sino una impostura de ese moralismo de raíz cristiana, y nadie, más allá de la vana palabrería, se concibe a sí mismo como "ciudadano del mundo" con todo lo que ello implica 
-cosa que nos demuestra el que nos conmueva más el sufrimiento de un animal ante nuestros ojos que el de cientos de seres humanos al otro lado del océano, como hubiera dicho Hume-. Por otra parte, "La Nación" no es más que una extrapolación de la pequeña comunidad original. Tan sólo como imagen proyectada de aquel modo de vida ancestral, registrado en nuestros genes, funciona para causar una respuesta emocional. Pero no deja de ser otra impostura -la que correspondería, para distinguirla de la anterior, al "moralismo pagano"- y, por ello, todo lo más un truco psicológico, un método para domeñar nuestras conciencias. 

Quienes se agarran, pues, a ella como últimos creyentes, no están abrazando sino un cadáver.

El individuo es una ardua conquista de nuestra evolución cultural. Siempre se recuerda que en el Neolítico no podríamos encontrar individuos, sino hordas. Otro dicho cuyo autor original no conozco y que vendría a colación aquí es aquel que reza que "el buen salvaje, lo único que era es.. ¡bien salvaje!"

Lo que reacciona, pues, contra tal logro de la civilización son las fuerzas del primitivismo, la cobardía de esos viejos nuevos mitos que se niegan a perecer en soledad y nos agarran de los pies cuando levantamos el vuelo, al tiempo que nos suplican, o nos reprenden encolerizados, intentando persuadirnos de no proseguir nuestro ascenso hacia el siguiente estadío de la evolución (Todavía no el superhombre, pero sí un pasito más cerca de él)

La dicha inefable en la paz, la mansedumbre, el no ser capaz de 
experimentar sentimientos hostiles, se torna aquí en moral.(...)
El miedo al dolor, incluso al mínimo dolor, por fuerza desemboca en una religión del amor.

(El Anticristo)

Los moralistas de raíz socialista-cristiana se creen intérpretes de todos los desfavorecidos de la tierra y piensan que cosas tales como los sentimientos xenófobos o insolidarios, o cualquier otra manifestación de rechazo al diferente, van a desaparecer de la noche a la mañana, como si no tuviesen un origen evolutivo, y como si todos fuésemos malditos robots con el sistema operativo "superprogre 6.O"... 

No se puede demonizar a una persona o a un grupo de ellas por tener reacciones perféctamente humanas. No se les puede increpar, ni señalar, sin tener para nada en cuenta sus circunstancias, sus fracasos y sus aspiraciones. No poseemos autoridad moral alguna para dictar al mismo tiempo veredicto y sentencia sobre las diversas reacciones de aquellos a quienes siquiera conocemos, tal como hacen hoy esos moralistas desbocados que dicen actuar en nombre de la justicia y el progreso.

Ahora bien, tampoco se pueden alentar ni explotar esas bajas pasiones por muy naturales que sean, que es en lo que tocaría recriminar, por el otro lado, o los "super-identitarios", o, como hemos convenido en llamarles, los moralistas paganos.

No se puede culpar a los grupos humanos de tener reacciones tribales, porque resulta que todos las tenemos, pero quizá en otros ámbitos que ahora andan menos vigilados por el tipo particular de moralismo que hoy nos ha tocado sufrir.

Pero no se pueden tampoco dar aliento a esas reacciones para inflamarlas. 
Si lo uno es arrogante, lo otro es irresponsable.
¡Contra todo moralismo! .. ¡Contra todo cuervo que merodée sobre nuestras cabezas esperando alimentarse de nuestro sentimentalismo, de nuestra envidia o nuestro rencor!
LA MORAL CONSPIRA CONTRA LA RAZÓN

El espíritu puro es pura mentira... Mientras el sacerdote, este negador, detractor 
y envenenador profesional de la vida, sea tenido por un tipo humano superior, no hay respuesta a la pregunta ¿qué es verdad? Se ha puesto la verdad patas arriba si el abogado consciente de la nada 
y de la negación es tenido por el representante de la “verdad”.

(El Anticristo)


Si, de entre todas, hay que escoger una razón por la que debemos prevernirnos de los excesos moralistas (que no de los sentimientos morales, pues ésto nos es imposible), es que el moralismo nubla nuestro juicio hasta el punto de volvernos obscura la verdad ante nuestros ojos. No se trata de reivindicar el racionalismo -¡a buenas horas vendría semejante ocurrencia, ya probada nefasta!- ¡No! Tan sólo se trata de no permitir que la moral nos domine, del mismo modo que nos previnieron aquellos más escépticos sobre la "infalibilidad de la razón" acerca de los males de someter a la misma toda emoción, todo instinto, y también toda ética.

Desde que ponemos nuestro pie en este mundo, nos vemos influídos por distinta clase de relatos morales. Hay una moralidad cívica y familar, la cual es la más básica y no entraña mayor problema, siempre que no degenere en moralismo. Pero hay además una moralidad acerca del trabajo, una moralidad acerca de la pereza, una moralidad acerca del placer y una moralidad acerca del dolor (morales complementarias que, éstas sí, se han invertido plenamente en los últimos siglos; de lo cual convendría hablar en otra ocasión, pues ahora nos obligaría a extendernos demasiado). Conforme vamos avanzando escalones en esta lista, los peligros van aumentando: pues ahora ya vendrían las antes aludidas sobre la riqueza, el tribalismo, la solidaridad, la xenofobia, la misoginia, y en general, todas las demás impresiones de tipo emocional que inciden en la diferencia, pues en cuanto empezamos a movernos en ese terreno, las más deplorables instintos, tales como el odio, el rencor, el revanchismo, la envidia o la proyección de culpas en un chivo expiatorio hacen aparición más tarde o más temprano, y acaban logrando que quienes tomen finalmente el liderazgo sean aquellos que mejor saben explotar tales instintos en las grandes masas.

Pero si puede decirse que hay un punto culminante en la peligrosidad del moralismo, éste bien podría manifestarse cuando alcanzamos la fase en que comienzan a hacerse variadas tentativas de desarrollar una historia moral.
Creo que la mayoría intuirá ya por donde van los tiros: La historia desde una óptica proletaria, la historia desde una óptica femenina, la historia desde una perspectiva africana, latinoamericana... ¡Por no hablar de las historias hechas a medida de las identidades nacionales y hasta étnicas, o raciales! 

Y no se equivoquen, que no digo que ésto no sea útil, y hasta encomiable, en tanto hablemos estrictamente de perspectivas. 

Pero no, todos sabemos que no es de eso de lo que se trata. En lo que se traduce a efectos de rigor histórico lo que han dado en llamar "óptica" es en un sesgo favorable; esto es, en una arbitrariedad basada en una percepción ya previamente distorsionada, lo cual no puede menos que arrojar unas conclusiones todavía más distorsionadas.

Todos esos grandes idealistas y portentosos se comportan como las mujeres: toman los “sentimientos sublimes” por argumentos, el “pecho expandido” por un fuelle de la divinidad y la convicción 
por el criterio de la verdad.

(El Anticristo)

Éste es pues mi alegato final, dirigido a todos los moralistas de este mundo, de izquierda a derecha y de Oriente a Occidente:

En el 391 D.C., un nuevo decreto de Teodosio no sólo prohibe la visita
a los templos paganos sino también el mirar las estatuas destrozadas.
¡Dejen ya ustedes de mentir, de torcer todo hecho histórico en el sentido de sus sentimentalismos particulares, cuales sean! 
¡Tuvimos suficiente con los primeros cristianos, y a dios gracias que pudimos domarles hasta donde pudimos y que, de locos que venían a arrasarlo todo, se desinflaran hasta devenir semi-cuerdos persuadidos de conservar alguna que otra cosa de valor! ... ¡Tuvimos ya suficientes moralistas con ellos, con Savonarola, con Lutero y con Calvino! 

Acudiendo también a las palabras del maestro: ¡Ya tuvimos bastantes visiones torcidas de teólogo!



La fatalidad del cristianismo reside en el hecho de que su credo tenía que volverse tan enfermo, bajo y vulgar como las necesidades que estaba llamado a satisfacer.

(El Anticristo)


sábado, 19 de septiembre de 2015

"La lógica de la intervención: La lógica de la entropía".


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Dicen que esta imagen da que pensar. Pero a mí, lo único que me lleva a pensar es que deberíamos dejar de meternos en las costumbres y las creencias Y LOS GOBIERNOS de otros Pueblos. 

¿De donde procede esa ímpetu, ese interés reciente en "salvar a los demás de sus tiranos"? -Lo cual viene a ser equivalente a pretender salvarles de sí mismos-Pues bien sabemos desde Maquiavelo y desde antes que ningún gobierno, por cruel que sea y por más efectivos de que disponga, resiste mucho tiempo una oposición mayoritaria de la población. Así que, si existen Pueblos sometidos a tiranos (o a gobernantes que nosotros juzgamos como tiranos), no digo que se los merezcan ni mucho menos, pero sí digo que alguna razón de ser tendrá, y que a ellos les corresponderá avanzar o retroceder hacia otras formas de gobierno y de sociedad (y de economía, y de cultura, religiosidad, etc etc etc.) Cada Pueblo debe ser dueño de su destino. Y aunque nos empeñemos en interferir, lo único que lograremos será enemistarnos tanto con los partidarios de los tiranos como con los partidarios de las libertades, porque nunca se podrá comprender desde fuera, como desde dentro, los procesos sociales y mentales de que participan los distintos grupos humanos.

Pero hoy por hoy va a ser difícil que quienes gobiernan Occidente se rindan ante lo incontestable de los anteriores argumentos. Porque ya estamos metidos en ese barro hasta el fondo: Ahora se piensa que "hay que acabar con el ISIS"... ¡No puede haber una actitud más absolutamente errada! 

¿Por qué cree la gente que los del ISIS actúan como actúan? 
¡Están enviando un mensaje al mundo occidental!:

"Nosotros matamos cara a cara, ¡y con nuestras propias manos!... Vosotros nos lanzáis drones. Nosotros vamos de frente, vosotros sois unos niñatos cobardes".

Quien lea esto y quiera pensar que estoy justificando de algún modo al ISIS, pues es que no ha entendido nada.. 

Pero por si aún quedan dudas, lo que quise expresar con ello es lo imprevisible de las consecuencias de la intervención exterior y la lógica (casi científica) por la que toda intervención va originando a su paso cada vez más consecuencias indeseadas.
Se podría decir que su lógica es la de la entropía creciente: Se crean más problemas de los que se pretendían solucionar y, al negarse a reconocer esto, se lanzan ya de lleno a una aventura kamikaze donde cada vez hace falta más intervención y cada vez se consigue menos con ella.

Si nos empeñamos (o se empeñan) en no abandonar tal lógica... 
¡Que les sea leve el camino que les espera!...




martes, 15 de septiembre de 2015

Reinterpretación de la dialéctica y crítica de la moral.

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«El marxismo obtiene su fuerza de la necesidad psicológica de creer en él.»
(Leszek Kolakowski)
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«El comunismo no es el futuro de la humanidad, sino su muy arcaico pasado.»
(Juan Ramón Rallo)

Éstas son dos citas verdaderamente elocuentes. Pero en referencia a esta última, es importante recordar también que, mientras que en ese arcaico pasado la mentalidad colectivista surgió de modo espontaneo, en tiempos recientes ha sido necesaria la violencia para "persuadir" a la mayoría social de retornar a ella. 
¿Por qué creen, si no, que llevan tanto tiempo extendiendo el mito de que el capitalismo se impuso por la fuerza? Pues por la sencilla razón de que depende de ello su legitimidad para imponer asimismo su modelo (ese que se presume "más justo"). La única forma de tornar lícita una acción violenta y autoritaria sobre la sociedad es presentar la coyuntura actual como fruto de otra acción igualmente violenta y autoritaria. Y como ese fin suele justificar cualquier medio, poco importará si la comparación entre unas y otras imposiciones es visiblemente acomodaticia, o si se tuercen los hechos para hacer pasar por violencia lo que cualquiera con sentido común nunca juzgaría como tal (aunque después sí logren persuadir a muchos de lo contrario mediante la conocida estrategia gramsciana de conquista gradual de la hegemonía ideológica). De este modo, empiezan a difundir conceptos como "violencia estructural", o a calificar de "fascista" toda ley o costumbre que encuentran indeseable ya que, de tal manera, hacen parecer menos grave su intención de combatir la "violencia" con VIOLENCIA y el "fascismo" con FASCISMO.
.......................

Fíjense bien en que, tanto comunistas como social-demócratas, parten de estos dos axiomas:

1- Dar libertad al mercado va a perjudicar a los más pobres y a las pequeñas empresas.
2- Todo argumento procedente de las posturas liberales es una estratagema para favorecer a las grandes empresas y a "los ricos".

Hemos dicho que son axiomas. Por tanto, no cabe discusión sobre ellos. Es así como se explica la forma de operar de todos sus razonamientos. Y así, también, como se cierra toda aquella vía de reflexión que vaya en las direcciones antes señaladas como vetadas. El espectro de razonamientos queda reducido de este modo a todos aquellos que no transiten por las vías prohibidas. Es por eso, pues, que para un anti-capitalista (o "reformador del capitalismo"), en el fondo sólo cuenta desarmar las posturas del adversario como sea, y no, como se esperaría de un amante de la verdad, ajustarse lo más rígidamente a los hechos.

Cuando uno se percata de esto, percibe como nunca la peligrosidad inherente a todo moralismo.

Y no crean que concluyo esto elucubrativamente. Yo mismo, cuando era víctima en mucha mayor medida de ese moralismo en concreto, he observado en mí, y en aquellos con los que empatizaba, que la forma de operar de nuestro razonamiento era esa y no otra. Cada vez que escuchábamos a un anti-capitalista "desmontar" alguna idea defendida por un liberal o un conservador, sentíamos esa "victoria", o dicho en términos más científicos, el mecanismo de recompensa de nuestro cerebro se activaba proporcionándonos una sonrisa de satisfacción y una sensación de bienestar. No partíamos, pues, muchos de nosotros de un corpus de doctrina (quizá sí fuera el caso de los marxistas), sino que valorábamos cada-argumento-en-contra por sí mismo. Valorábamos la inconoclastia antes que cualquier icono o sistema alternativo al que buscábamos destruir; la derrota del oponente más que la defensa de una posición propia.

Creo que ahí es justo donde se DESCUBRE, se revela el motor tras ciertas vías de reflexión, el cual es, antes que racional, moral.

(Es preciso siempre distinguir la moral de la etica: La moral es un sentimiento, un instinto, mientras que la ética es una construcción social, un logro de la civilización, generalmente entendido como un conjunto de reglas cuya relación con los primitivos sentimientos morales puede llegar a ser difusa, si no indirecta. [Hume (*1)])

Probablemente todas esas ideologías, incluido el marxismo, aunque parezca un sistema en sí mismo, son pensamientos a la contra. Y al constituir su motor una negación, se hallan de inicio lastrados para ser una ciencia positiva.
No van detrás de su propia verdad, sino de negar la verdad del oponente. Y aún cuando han llegado a intentar lo primero, ha sido éste un acto derivado de lo segundo.

Mi conclusión es, por tanto, que aunque las izquierdas entiendan su posición como aquella que coloca a la ética sobre todas las demás consideraciones, lo cierto es que la verdadera postura ética es la asumida históricamente por el liberalismo; mientras que el socialismo y gran parte de lo que entendemos por "izquierda", lo que adopta es una postura moralista; pero de ningún modo ética.

Y no me baso para hacer esta afirmación únicamente en lo que expuse antes. Esto se muestra todavía más claro al contraponer la coherencia de unos al defender las mismas reglas para todos y la misma libertad en todos los ámbitos de la acción humana con la incoherencia de los otros que, sin discutir la justicia de estas normas en principio, sí plantean inacabables excepciones a las mismas basadas en los más diversos motivos, con lo que se hace inevitable que disminuya el respeto por ellas y el rigor exigido en cumplirlas. La ética, entonces, se va erosionando sin freno al tiempo que va siendo sustituída por los sentimientos morales (subjetivos, arbitrarios, volubles) del gobernante iluminado de turno, al que se cree imbuído de un conocimiento especial de la realidad social y de una empatía genuína con "el pueblo".

Una vez se cruza esa línea, aunque sea con la "legitimidad de las urnas", el camino al despotismo se alfombra de rojo y oro, y las libertades y derechos individuales empiezan a a verse en serio peligro.

Porque conviene no dejar de tener nunca presente otra constante histórica: la que muestra como toda estrategia del comunismo y la ultra-izquierda en clave "democrática" tiene el objetivo ya arriba insinuado. A saber: apoyarse en las mayorías electorales para subvertir los principios más básicos de la democracia liberal; lo que se traduce en pasar por encima de los derechos del individuo en nombre del "pueblo", entidad siempre difusa pero cuya mención causa una respuesta emocional positiva; o del "bien común", concepto aún más difuso y  peligroso, en cuanto puede instrumentalizarse para dar pretexto a las acciones más demenciales (sobran ejemplos de ello a lo largo de la historia, especialmente en el pasado siglo).
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Pero si hemos asumido la tarea de destripar el moralismo, al menos en su vertiente socio-política, nos vemos forzados a retomar la revisión de la filosofía nietzschiana que ya iniciamos en un texto anterior. Dado que el asunto que nos ocupa atañe al egoísmo, al dinero y a la clase empresarial, no vendrá mal pararse a reflexionar en torno a ello en el contexto del pensamiento moral de Nietzsche.

Y es que su crítica al mundo burgués nos puede arrastrar a caer en no pocas contradicciones, si nos fijamos bien.

Ésta crítica es acertada en tanto se refiere al "espíritu burgués" materialista, dócil, gris, antiheroico, de su tiempo. Pero nos lleva a error, y como dije, a callejones sin salida, si lo extrapolamos a todo lo que hoy va vinculado a la burguesía histórica (puesto que ya sólo subsiste aquel "espíritu", no así la "casta" como tal). A Nietzsche le ocurre como a tantos tradicionalistas y revolucionarios (cosas que no tienen porque ser antagónicas), que juzga a la "era de la burguesía" por la etapa de la misma que él pudo observar, y circunscrita a un contexto geográfico muy concreto. Al igual que las críticas (quizá también en parte acertadas) que le hacen los católicos "viejos" por juzgar al cristianismo enfocándose sobre todo en su "fase decadente" (de nuevo, dócil y antiheroica), el creador del concepto de "superhombre" no hubiera obtenido la misma impresión de la mentada Clase si la hubiese visto desenvolverse en los albores de la Revolución Industrial, creando casi de la nada, cual semi-dioses prometéicos, toda aquella imaginativa y deslumbrante maquinaria que hizo posible la expansión del bienestar (ese sí lo fue de verdad, y no el que ahora predican) a cada vez más y más sectores de la población.
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Pero no vayan pensar, por lo expuesto antes, que el liberalismo ha estado exento de incurrir en errores de bulto. Su punto de partida es más objetivo y camina en una dirección mucho más deseable, qué duda cabe. Sin embargo, cometió tan imperdonables excesos que acabó, en gran medida, trabajando contra sus propios fines. Esto lo supo ver muy bien un viejo y sabio conservador de allende los mares inspirado por otro viejo y sabio conservador de nuestro continente. Robert Nisbet, alumbrado por Tocqueville, predijo con gran tino el oscuro futuro del individuo "liberado" de las "cadenas de la tradición":

«Así es como el liberalismo puede engendrar el totalitarismo. El gran proyecto liberal de ”emancipación progresiva del individuo respecto de las tiránicas e irracionales sociedades ‘de status’ heredadas del pasado”, tomó el riesgo de hacer a esos individuos anhelar el abrazo de un poder total, mucho más tiránico que el de la iglesia, la clase o la familia. La política de ‘interés propio racional’ promovida por Hobbes y Locke creó un vacío, un anhelo de comunidad, que Rousseau y Marx vinieron presurosos a llenar.»

«Si Nisbet enseña una lección, es esta: Ud. no puede oponerse al crecimiento inexorable del poder del Estado con la defensa del solo individualismo y nada más. Ud. debe asumir la defensa del individuo y su comunidad.»

(Ross Douthat, ´Quest for community in the age of Obama`) 

Yo mismo he sugerido en más de una ocasión esta relación de causa y efecto entre el individualismo atomista y la dependencia del estado protector. Hay polémica sobre si fue primero el huevo o la gallina, como siempre ocurre en estos casos. Y no puede negarse que se alcanza en algún momento cierta retroalimentación en que el efecto se torna causa y la causa, efecto. Pero fuera como fuese, parece claro que correspondió a aquellas políticas llevadas a cabo en nombre de la libertad el incentivar en primer lugar el abandono de los viejos lazos y costumbres. Fueron "medidas liberales" las primeras causantes de la inercia que llevó a prescindir cada vez más de los antiguos vínculos -instituciones, todas ellas, que costó muchas generaciones afianzar pero que llevó muy poquito tiempo el destruir-.

Lo que nos lleva a concluir, pues, el proceso histórico descrito es que el liberalismo, sin quererlo, engendró su propia némesis al promover e incluso forzar la disolución de los lazos comunitarios que precisamente hubieran impedido en el futuro (nuestro presente) la dependencia que crea por sí misma hambre de más dependencia. O dicho de otro modo: el poder omnímodo del estado originó un vacío creciente en nuestra sociedad que, llegados a cierto punto de no retorno, ya no podía llenarse con otra cosa que con más poder omnímodo.

Hoy vemos el gran drama: El estado del bienestar colapsa, se muestra cada vez más a las claras su inviabilidad, pero las mayorías no dejan de reclamar más.. ¡y más estado!

Es el síndrome del adicto terminal. Duro es expresarlo así, pero más duras son las consecuencias de disfrazarlo y suavizarlo; y de este modo, postergarlo indefinidamente. Porque esto es lo que hacen por lo general los políticos actuales, que una vez rehenes de su propio régimen clientelar, no están dispuestos a cometer la torpeza de practicar una política responsable de esas que te dan popularidad y reconocimiento en la posteridad pero que te hacen perder las elecciones del mes que viene.

Hemos visto, pues, que el individualismo que promovió la doctrina liberal no supo frenar a tiempo y cruzó la raya entre lo metodológico y lo ideológico [Popper, Mises (*2)] al arremeter contra la tradición, la religión y todo cuerpo intermedio de la sociedad. Esto inevitablemente dejó al individuo más solo frente al Estado; desamparo que engendró con el tiempo una cada vez mayor dependencia del mismo, y derivada de ella, una también creciente necesidad de provisión/protección.

Podría ser ésta una interesante revisión de la célebre teoría de Marx sobre la antítesis que el capitalismo engendra inevitablemente. Sólo que en este caso se trata del sistema liberal, y además, se ha mostrado que sí es evitable. Pero con todo, podemos así cerrar el círculo y aportar una nueva perspectiva sobre las contradicciones de estos dos pensamientos que han marcado nuestra post-modernidad.

De lo anterior podemos deducir, entonces, que el precario equilibrio entre individuo y comunidad se trata de un juego de poleas bien difícil de manejar sin que a uno se le vaya de las manos y acabe, por exceso de celo, creando el caldo de cultivo idoneo para engendrar su antítesis. La tesis aquí no sería por tanto el sistema económico capitalista sino el sistema político liberal. Mientras que la antítesis sería el crecimiento desmesurado y constante del Estado llegando incluso al totalitarismo, lo cual podemos ver claramente que es la negación del modelo liberal (*3). 

Bien, ¿y la síntesis? Eso sí es más difícil aseverarlo. Me gustaría creer que va a consistir en la disolución del estado-nación y el ansiado retorno a las pequeñas comunidades, cantones y ciudades-estado. Pero bien podría manifestarse de modos bien distintos a ese, como por ejemplo volviendo a un modelo no menos clásico que el anterior, como es el del imperio romano, carolingio o napoleónico.

En el primer supuesto, la síntesis se manifiesta a modo de explosión y fragmentación extrema; y es de esperar que de esta manera retornen las libertades apartadas en el período de la antítesis, puesto que la vida en las pequeñas comunidades inevitablemente traerá consigo un estilo de vida más sencillo y un ánimo más sosegado que volverá innecesaria esa antigua dependencia retroalimentada por los cazadores de voto clientelar.
En el caso de la segunda hipótesis, percibo el posible proceso como de expansión. Como un gran chicle que se estira, convirtiendo a un conjunto de Estados que caminan hacia el totalitarismo democrático en parte de un proyecto mucho más grande e inclusivo donde, por un lado mengua más la soberanía de los territorios, pero por el otro se relaja la presión gubernamental en ciertos ámbitos debido a la imposibilidad de controlar la sociedad civil hasta tal punto como fue común en la fase de los estados-nación hipertrofiados.
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(*1) La teoría de la moral de David Hume es en extremo elocuente a este respecto. Acudiendo esta vez a sus propias palabras: "Los animales son susceptibles de las mismas relaciones con respecto a los otros de la especie humana, y por lo tanto serían susceptibles de la misma moralidad si la esencia de la moralidad consistiese en estas relaciones. Su carencia de grado suficiente de razón puede impedirles percibir sus deberes y obligaciones morales; pero nunca puede impedir que estos deberes existan, pues deben existir de antemano para ser percibidos. La razón los halla, pero no los produce. (....)  El vicio nos escapa enteramente mientras se le considere como un objeto. No se le puede hallar hasta que se dirige la reflexión hacia el propio pecho y se halla un sentimiento de censura que surge en nosotros con respecto a la acción. Aquí existe un hecho; pero es objeto del sentimiento, no de la razón. Está en nosotros mismos, no en el objeto" (...) "Tener el sentido de la virtud no es más que sentir una satisfacción de un género particular ante la contemplación de un carácter. El sentimiento mismo constituye nuestra alabanza o admiración. No vamos más lejos ni investigamos la causa de la satisfacción. No inferimos que un carácter sea virtuoso porque agrada, sino que sintiendo que agrada de un modo particular sentimos, en efecto, que es virtuoso."


(*2) Para Karl Popper, el individualismo metodológico en el campo de las ciencias sociales se trata de una exigencia para alcanzar cierto rigor científico y para evitar tentaciones como lo que unos cuantos hemos calificado de "tendencia al conspiracionismo". Esta manera de razonar tiene relación, según él, con el historicismo marxista y ha sido característica, como todos sabemos, del argumentario nazi y soviético. En sus propias palabras, "la teoría conspirativa de la sociedad no puede ser cierta pues equivale a sostener que todos los resultados, aún aquellos que a primera vista no parecen obedecer a la intención de nadie, son el resultado voluntario de los actos de gente interesada en producirlos". En el caso de Von Mises prefiero atenerme a sus palabras recogidas en el tratado ´La acción humana`, donde justifica el individualismo metodológico de la siguiente manera: "La praxeología, en principio, se interesa por la actuación del hombre individualizado. Sólo más tarde, al progresar la investigación, enfréntase con la cooperación humana, siendo analizada la actuación social como un caso especial de la más universal categoría de la acción humana como tal. Este individualismo metodológico ha sido atacado duramente por diversas escuelas metafísicas, suponiéndose implica recaer en los errores de la filosofía nominalista. El propio concepto de individuo, asegúrase, constituye vacía abstracción. El hombre aparece siempre como miembro de un conjunto social. Imposible resulta incluso imaginar la existencia de un individuo aislado del resto de la humanidad y desconectado de todo lazo social. El hombre aparece invariablemente miembro de una colectividad. Por tanto, siendo así que el conjunto, lógica y cronológicamente, es anterior a sus miembros o partes integrantes, el examen de la sociedad ha de preceder al del individuo."

(*3) En mi caso, son estos errores históricos de la doctrina liberal y aquellos vicios arrastrados por muchos de sus representantes (como son el economicismo, el atomismo, y cierto racionalismo iluminista) lo que me lleva a renegar de esa etiqueta por más cercano que pueda hallarme de las posturas que suelen defenderse en su nombre. Porque ocurre que gran parte de las mismas pueden igualmente reivindicarse en nombre del anarquismo entendido en sentido amplio y alejado de utopismos, que es como yo prefiero concebirlo, pues de otra manera cae uno en maximalismos poco sensatos y difícilmente constructivos.


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martes, 8 de septiembre de 2015

"La moderna Confusión de Lenguas" (I)

~Los relatos socio-políticos: La nueva Torre de Babel.~

Los hechos son hechos. Por sí mismos, nada revelan sobre otros hechos. El problema empieza cuando cogemos algunos de ellos, más o menos inconexos, y los hilvanamos a la manera de las cuentas de un collar. Ahí es cuando se da la gran Confusión de Lenguas, mismamente como la del Antiguo Testamento. Cuando con esos hechos aislados decidimos construir un relato; lo que no está mal por principio, y de hecho es necesario, pero hay que saber cuando ponerle freno.

Como cada uno asumimos uno diferente, y conviven en la misma sociedad relatos conservadores y progresistas, nacionalistas e internacionalistas, libertarios y liberticidas.. nuestra correcta comunicación depende de que nos remitamos a unos mismos axiomas y mitos. El que se reconoce en una cosmovisión como la de la lucha de clases jamás podrá entablar genuíno diálogo con quien se reconoce en una cosmovisión más individualista.

La ideología funciona mediante relatos. Y según en qué medida los interiorices, más tenderás a confirmarlos al observar la realidad. Por la sencilla razón de que estarás predispuesto a centrarte en los factores que el relato al que te adscribes resalta, y a omitir aquellos que no suele tener en cuenta.

Quiero poner un ejemplo que considero sumamente revelador a este respecto. El otro día estaba viendo un interesantísimo documental sobre la explosión de la música Disco. Allí se relataba el apogeo y el declive de este género en la cultura occidental. Cuando llegó el momento de narrar la segunda etapa, nos muestran una reunión multitudinaria celebrada en un estadio con motivo del despido de un histórico disc-jockey de la radio americana. Los allí congregados querian expresar el hartazgo por la manera en que el sonido Disco lo habia copado todo, barriendo al Rock&Roll y otros estilos antes muy populares. Entonces es cuando hace su aparición ese prototipo de feminista y progresista norteamericana -mal peinada y mal vestida, con la camisa de leñador que nunca puede faltar- hablando de que, en el fondo de esto, lo que había era un movimiento anti-feminista y anti-homosexual. 

¡Maravilloso!, ¿no creen? Ésto es un magnífico pretexto para coartar la libertad de expresión prácticamente sin límite alguno. 
Entiéndanme. A mi me parece perfecto que esa señora tan politizada y tan "comprometida" con nosequé "luchas" quiera defender esa tesis sobre el movimiento anti-disco o sobre cualquier otro; siempre, claro, que se tomen también en cuenta otras perspectivas sobre el mismo fenómeno. 
Estos relatos reduccionistas, polarizados y politizados, como no me cansaré de decirles, lo único que favorecen es la incomunicacion y el conflicto. No favorecen en ningún caso el avance hacia "un mundo mejor" como parecen creer quienes se reconocen en ellos.
Lo mismo ocurre cuando se narra la historia de una celebridad que era homosexual y se comentan cosas como que "nunca dejo de mostrarse orgulloso de lo que era", o que "respondió siempre con contundencia a todo aquel que pretendió estigmatizarle". No dudo de que estas actitudes puedan verse como ejemplares. Ahora, siempre que el relato no se quiera extrapolar de la figura concreta de la que se habla a todo "el colectivo"; de tal forma que sus actitudes personales e intransferibles se usen para construir una artificial, casi arbitraria, historia de la "lucha homosexual". ¿Pero qué derecho tenemos nosotros a presuponer que las actitudes, acciones, y personalidades aisladas de todos esos personajes célebres de nuestra historia formasen parte de ninguna lucha colectiva? Y aún más: ¿por qué esas personas, que entre otras muchas cosas, fueron homosexuales, debían reconocerse en mayor medida en ese colectivo que en el de los escritores, actores, músicos.. el de los norteamericanos, ingleses, españoles..o el de los negros, blancos, o mestizos?, cosas todas ellas que también fueron esos personajes de que se nos habla.

Lo que ocurre aquí, según me huelo, es que la nueva izquierda (creo que es un fenómeno reciente) se cree tan legitimada para imponer sus valores y sus diagnósticos a los demás que apenas contempla el poner en duda que, por ejemplo, la "militancia gay" tal como ellos la entienden deba ser la prioridad para todo homosexual, sin tener en cuenta si esta misma persona forma parte también de otros grupos, minoritarios o no, a los que quizá otorga mayor papel en su vida. 
¿O es que han dado ellos con la fórmula para clasificar injusticias por orden de importancia? .. ¿Quienes somos nosotros para dictarles a los demás con qué colectivo deben sentirse más identificados o con cual de ellos deben comprometerse más?

¿Qué es eso de que "la lucha" de cada mujer, o de cada homosexual, es "la lucha de todo el colectivo"? Éste es un relato con dos caras: en un primer vistazo es cándido; y en un segundo, culpabilizador; ya que si no te sientes identificado con quienes pretenden representarte, por pertenecer a X o Y colectivo,  se desliza la idea de que esto implica de algún modo una traición. ¡Tantas cosas se dan por sentadas como si tal cosa!... ¿Por cual método obtenemos tamaña certeza de que aquellos homosexuales que "defendieron sus derechos" lo hicieron en nombre de ningún colectivo más que a título estrictamente personal? ¿Y qué maldita razón hay para dar por hecho que la condición de homosexual sea para cualquier persona más relevante que su condición de europeo, americano, hombre jovial o taciturno, literato, músico, cineasta, o equilibrista?
En el fondo, estas "luchas" consisten en el puro y duro chantaje emocional. Y a pesar de que a muchos les escueza que lo exprese así, son una moda pasajera como tantas otras. Pues lo que se persigue con ellas no es inocular un poco más de sensatez o de racionalidad en las relaciones humanas. Para hacer eso bastaría con la labor cotidiana de explicar la sinrazón de algunas ideas preconcebidas sobre los homosexuales, las mujeres, los negros o los chinos. Pero esa labor debe ser realizada con HUMILDAD y paciencia, no entrando como elefante en cacharrería. No con esa arrogancia que muestran hoy los grandes moralistas que se arrogan la representación de todos los excluidos de la Tierra. Porque, lejos de conseguir armonizar esas relaciones sociales, lo que logran es todo lo contrario: polarizar a la sociedad y crear conflictos donde antes no los había. Esto se debe a su modus operandi, que consiste en generalizar irresponsablemente, promover victimismos y culpabilizaciones sin límite, y contar relatos deformados de la historia que sirven a los anteriores propósitos.
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Uno de los habituales contertulios de los foros que frecuento, camarada libertario -aunque bastante más "escorado a la izquierda" que yo-, y persona digna de respeto intelectual, a pesar de disentir con él en tantas ocasiones, expresó hace poco de la manera más sintética concebible cual es la posición de la que parten hoy la mayoría de los feminismos. El comentario se produjo a raíz de la imagen publicitaria que vemos en el lateral. Su conclusión era la que podemos leer bajo el mismo:

El hecho de que la mujer sea aún centro de la mirada juzgadora da plena cuenta de lo lejos que estamos aún de haber alcanzado los objetivos del feminismo y por tanto de la ilusión que suponen los discursos que tratan de hacer ver lo innecesario del mismo.

A mí el anuncio no me provoca otra cosa que una sonrisa. Tiene un punto naíf y bastante bobo, como gran parte de la publicidad; pero los feministas siempre tienen que sacarlo todo de quicio. Fíjense que el niño es "conquistador" pero la niña NO es "pasiva" según dice ahí. Lo asumen ellos. 
Aún así, da igual, si no lo dice ahí, lo digo yo: LA MUJER ES , por lo general, MÁS PASIVA Y MÁS SELECTIVA, ASÍ COMO EL HOMBRE ES MÁS ACTIVO Y MENOS SELECTIVO. ¿De verdad cree alguien que pueda ser fruto del azar el que se comporten de manera análoga a sus células reproductoras?... ¿Acaso se conocían ya esas células cuando los supuestos "roles de género" se "inventaron"?... ¿Pero cómo puede alguien con dos dedos de frente defender que todo ello tenga origen en la cultura? -Con todos los respetos, y valga la expresión-, dado que aquí no pretendo referirme a la capacidad intelectual per se; pues personas de probada inteligencia y abundantes lecturas a sus espaldas, como es el caso de mi camarada, llegan a menudo a ellas. 
Ya dijimos que todo depende del relato que cada uno asuma. Y puede que el mío también sea un relato más; aunque, desde luego, lo considere mucho más próximo a la verdad.
Pero retomemos el enfoque anterior. El diagnóstico esencial es que quienes se identifican con las reclamaciones feministas están molestos con la desigualdad. Pues bien, yo lo traduzco, o lo reinterpreto de otra forma: Están peleados con la Naturaleza (aun siendo al mismo tiempo, en muchos casos, ecologistas y animalistas) ¡Y justamente están negando su animalidad! ... 

No obstante, descuiden. Dejen que ella -su animalidad, su naturaleza- siga su curso y les acabe mostrando la cruda verdad: Pues tan sólo lograrán alcanzar ese arcadia igualitaria cuando todos nos hayamos convertido en cyborgs o algo parecido. 

No es de extrañar que quienes parten de estas premisas nihilistas o prometeicas (en las peores acepciones de estos términos) y construyen todo su relato a partir de ellas acaben finalmente llegando a conclusiones tan grotescas, tan ridículas, como aquella de que "la penetración en el coito es expresión del dominio patriarcal" -de lo que también se deriva diréctamente la exigencia de una "redistribución igualitaria de los placeres"- o la de que "los niños debieran ELEGIR cual es el sexo con el que se identifican antes de que la sociedad decida por ellos" -sexos que hoy ya no son sólo dos, lo cual vendría a sumarse a las muestras del arbritrarismo y relativismo desatado en que nos hallamos inmersos-.

Los hippies del futuro pasarán a representar el sector más conservador de todo Occidente en el terreno moral (y probablemente también en el cultural). Porque llegarán finalmente a percatarse de que defender el regreso a la Naturaleza o a los "modos de vida sencillos" -también llamados "tradicionales"- necesariamente debe ir unido a regresar también a los roles, también naturales o tradicionales, adjudicados a ambos sexos. Así como al aprecio de lo que, por lo general, entendemos por viejas costumbres; las cuales suelen corresponderse con virtudes sociales que nuestros ancestros, generación tras generación, seleccionaron como las más convenientes para la supervivencia del clan, de la tribu y de la especie.
Los hippies, en el fondo, buscan arraigarse. Y como nuestra decadente civilización no les ofrece raíces sustanciosas, tienen que ir a buscarlas a otras partes.

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Pero pasemos ahora a la economía:
Los socialistas llevan pensando mucho tiempo que el mundo está dominado por los valores liberales. Y quienes, por el contrario, se adscriben a éstos últimos creen que los que han predominado en los últimas décadas son los de aquellos. Es evidente que ambos exageran. La tónica habitual en sendos discursos es ver el vaso medio vacío. Lo cierto es que hay una mixtura, un cierto equilibrio precario entre valores de uno y otro signo.
El primer relato se tambalea muy mucho cuando pensamos en lo siguiente: Mientras nos dicen que en los últimos años nos ha asolado una ola de neoliberalismo, los presupuestos de la mayoría de los Estados no han parado de aumentar. ¿Hay cosa más incongruente?
El segundo se tambalea, no sé si más o menos, pero de manera cualitatívamente similar, cuando advertimos el trazo grueso que se usa desde las tribunas liberales, calificando poco menos que de "puro socialismo" a todo aquel régimen que no es "puramente liberal". Con lo que caemos de nuevo en la misma trampa: el vaso medio vacío, la parte por el todo, el reduccionismo como arma del sectarismo más irreflexivo.

Si una función primordial tienen estas posturas hiperbólicas, y de algún modo victimistas, diría que es la auto-legitimación. Una doctrina política o económica adquiere fuerza cuando asume, de algún modo, el papel de "gran incomprendida". Por muchas posiciones que haya logrado conquistar el ideario socialista, o por más valores liberales que se encuentren entre los más visibles de nuestra cultura moderna, nunca serán suficientes para ninguna de esas dos doctrinas; siempre se presentarán a sí mismos como "los perdedores", o los "marginados" de un ambiente presuntamente dominado por los valores del adversario.

Ambos se hacen mutuas acusaciones que tienen cierta razón de ser (aunque bien saben ustedes que yo comulgo bastante más con unos que con otros). No obstante, no están aquellos más cercanos a mi sentir libres de carencias y omisiones en su discurso. El liberalismo, aunque acertado y riguroso en mucha mayor medida que sus oponentes, no deja de caer en vicios, en manías, en inercias como la del tan mentado economicismo, así como la irresponsable elusión del debate en torno al avance científico y tecnológico, con lo que incurre por momentos en algo muy cercano a la cienciolatría, tecnolatría, o progresolatría. (Y ni que decir de los culos-prietos que no saben salir del Non Agression Principle).

Pero esta controversia tiene más caras y aristas de las que podamos imaginar a simple vista. Es habitual confundir economicismo con atribuirle su justa importancia a la economía. Por ejemplo, uno puede hacer ver que en el auge o declive de una civilización, no siendo el único factor el económico, sí puede ser el determinante; ya que si es éste el primero en manifestarse, especialmente si lo hace con crudeza, fácilmente puede arrastrar consigo el surgimiento de todos los demás.

Puede ser útil para aclarar esta clase de malentendidos lo siguiente: Cualquiera puede advertir que cuando afirmamos que "la razón es muy necesaria" no equivale esto a ser racionalista. La afirmación propia del racionalista sería la de que "la razón se basta por sí misma", o que "nada escapa a la razón". De igual modo, la afirmación propia del economicista sería que "la economía lo solventa todo" o que "todo debe supeditarse a la economía". Pero no desde luego que "la economía es de enorme trascendencia", dado que ello no es más que una constatación en la que caben pocas disensiones.
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Por esto último, especialmente, me he visto impelido desde hace tiempo a nutrirme de distintas perspectivas, tanto en economía y política como en sociología, filosofía, psicología y esoterismo, para pasar a interiorizarlas y, tras ello, procurar extraer lo que de más valioso pueda haber en ellas. Aunque aquí no puede dejarse de aclarar que valioso no siempre equivale a verdadero. Se hallan, pues, en todas ellas -en unas más que en otras- algunas certezas y también algunas dudas razonables, o acaso un hilo prometedor del que tirar. El ejercicio final, y a veces intermedio, pues siempre quedan conclusiones provisorias sujetas a posible refutación, es el de divulgar estas perspectivas procurando con extremo celo cumplir todas esas precisiones y ser lo más clarificadores que nos quepa a la hora de distinguir las dudas de las certezas y de los meros "hilos prometedores".

Lograr, como digo, nutrirse de tantas de esas perspectivas como nos sea posible en una vida constituye para mí un ejercicio de perfección en la búsqueda de las verdades que nos son esquivas (ya que, a ciencia cierta, no estamos hechos para ser objetivos, sino para engañarnos en tanta medida como haga falta con tal de sobrevivir). Es una forma como hay muchas -no alcanzo a saber si mejores o peores- de cumplir aquel viejo mandato de "extraerle todo el jugo a la vida", en este caso por la vía de la contemplación, la reflexión, y la alternancia de diversos prismas colocados sobre nuestro entendimiento.


lunes, 7 de septiembre de 2015

ARISTOCRACIA, TRADICIÓN Y CAPITALISMO (I)


Cree mucha gente que no se puede ser, bajo ningún concepto, tradicionalista y favorable al libremercado a un tiempo. Mises, Bastos, y especialmente Hayek, hicieron que me empezara a cuestionar ampliamente esto. Pretendo dedicar los siguientes párrafos a desmontar con profusión de argumentos este gravísimo error que llevan arrastrando las ideologías tradicionalistas desde, prácticamente, el momento en que recibieron tal nombre.

Lo primero que me gustaría poner en duda es que las personas de mentalidad tradicional que vivieron el ascenso de los modos de producción que llamamos "capitalistas" mostraran las reservas que tan vehementemente propagaron los tradicionalistas de épocas posteriores. Mucho me temo que en ésta, como en tantas otras polémicas, fueron los que no conocieron de manera directa estos impresionantes cambios quienes más autorizados se sintieron para arremeter contra ellos. Es propio de nuestra especie, y es casi un mandato de la naturaleza, el rebelarnos contra nuestros mayores y escupir sobre todo lo que ellos pusieron en valor. Va siendo hora, pues, de alcanzar la edad adulta y, tanto desde la izquierda progresista, como desde la derecha conservadora, admitir que, por más vulgar, materialista, y poco elevado que nos resulte el desarrollo del comercio y todo lo que a él va ligado, es mucho más de lo que podemos imaginar lo que le debemos a la expansión de esas normas consensuadas que sirvieron para agilizar vertiginosamente el intercambio de mercancías entre individuos y entre pueblos.

Como ya habrán visto en textos anteriores, me gusta comparar el descubrimiento de estos modos de producción e intercambio con la invención de otras técnicas que han hecho mucho más fáciles y satisfactorias nuestras vidas. La analogía que probablemente nos sea más útil a este respecto sea la del alcantarillado. Al igual que los sistemas de alcantarillas que tenemos en nuestras ciudades, las operaciones mercantiles modernas constituyen una realidad que, siéndonos por lo común desagradable, no estamos dispuestos a prescindir de ella. Al igual que esas sucias cloacas que hacen posible que nuestras calles permanezcan limpias, los procesos que en el ámbito mercantil se desarrollan tienen para nosotros un aspecto vil, bajo, vulgar, tal como dijimos antes. Pero si decidiésemos, de la noche a la mañana, prescindir de ellos por esta mera razón, poco a poco volveríamos a una economía de subsistencia y nuestro nivel de vida se vería rebajado en pocas décadas al de las zonas más subdesarrolladas del mundo.

Insisto, pues, en que el capitalismo per se, sin connotaciones subjetivas añadidas a posteriori, no es distinto de la rueda, la imprenta o el pavimentado de las calles, en cuanto técnica, invención, o modo de organización del que no se cuestiona su utilidad y al que no le son aplicables categorías morales. 

¿Acaso habrá algún tradicionalista que se oponga al uso de estas mejoras de nuestra civilización? 

Ni siquiera los Amish podrían oponerse en coherencia al intercambio libre de mercancías como se oponen a la luz eléctrica y a todas las invenciones técnicas realizadas a partir de cierto año (no recuerdo cual es el que ellos eligieron, ni el motivo de tal elección). Poco importa eso para lo que nos ocupa, puesto que hablamos de una invención abstracta y no mecánica.

La incongruencia que denuncio en muchas de las cosmovisiones tradicionales que hoy sobreviven, por tanto, no estaría amparada en otra cosa que en el puro primitivismo, en el miedo y la ignorancia: En la mentalidad primitiva del clan, que no entiende ni asimila el orden extenso e hiper-complejo del mercado. En el miedo que suscita un mundo que cambia a pasos agigantados. Y en la ignorancia acerca de la verdadera función de esas nuevas normas y costumbres adaptadas a la nueva realidad.

Pero también estaría relacionada, por otra parte, con la idea tan confusa y, en ocasiones, tan sesgada que se tiene sobre el mundo tradicional, esto es, sobre el Medievo y la Antigüedad.

A este respecto, será más que interesante retrotraer la mirada hacia la Roma Clásica, y ver el papel que tuvo el comercio y la banca en la grandeza de esa civilización que los más no pueden menos que elogiar y los menos encuentran más que problemas para vilipendiar. (Qué decir ya de los que se califican a sí mismos de tradicionalistas.. ¡Roma es la lux aeterna!)

«Los principios jurídicos universales que regulan el contrato de depósito irregular de dinero ya habían sido descubiertos y analizados por parte de los juristas clásicos romanos, en natural correspondencia con el desarrollo de una significativa economía comercial y financiera, en la que el papel de los banqueros había llegado a ser muy importante. Además, estos principios pasan luego a las compilaciones medievales de distintos países de Europa, y en concreto a las de España, y ello a pesar de la importante regresión que en el ámbito económico y financiero supuso la caída del Imperio Romano y el advenimiento de la Edad Media.»

«La prohibición canónica del interés tuvo el efecto imprevisto de eliminar la claridad doctrinal con que se había construido la figura jurídica del contrato de depósito irregular de dinero en el mundo romano, introduciendo una confusión que fue aprovechada por unos y otros para tratar de dar carta de naturaleza jurídica a la apropiación indebida y a la actividad fraudulenta de los banqueros en los contratos de depósito a la vista, creándose con todo ello una aguda confusión jurídica que no fue de nuevo doctrinalmente aclarada hasta finales del siglo XIX.»

(Jesús Huerta de Soto, ´Dinero, crédito bancario y ciclos económicos`.)


El comercio fue muy importante en Roma, eso ya lo podían sospechar muchos. Lo que probablemente ni imaginara la mayoría es que la banca fuese también una institución de tamaña relevancia en tiempos tan pretéritos y "oscuros". Pero esto nos viene precisamente a aclarar una de las tremendas confusiones a las que hice referencia antes. Pues, aunque bien es cierto que lo que hoy llamamos "capitalismo" no adquirió toda su dimensión en cuanto a los modos de producción hasta la llegada de la Revolución Industrial, sí existían sus reglas básicas desde muchísimos siglos antes; sólo que habitualmente se hallaban dispersas, no reunidas en un corpus unitario como ocurre hoy; y además, su cumplimiento no fue tan extendido y tan generalizado como sí lo fue en el s. XIX y parte del XX. Los romanos, entonces, sirven como ejemplo tan válido como muchos otros para mostrar el camino seguido por toda civilización que ha alcanzado una prosperidad económica y cultural muy por encima de la media de su tiempo. No es la dimensión conquistadora e imperial, por tanto, en la que nos debemos fijar para hallar la relación entre su audaz labor comercial y financiera, por un lado, y su prosperidad económica y cultural, por el otro. De hecho, el Imperio acostumbró a traer la miseria a la otrora próspera Roma*. Ni que decir de cuando el emperador de turno era uno de esos demagogos populistas (sí, aquellos también existían entonces. De nuevo, casi nada nuevo bajo el Sol). La riqueza de Roma se labró sobre todo en la República, y vino principalmente de las clases Patricias, cuya gran parte la integraron prominentes comerciantes (burgueses aristocratizados, quizá dijéramos hoy). Lo que concluimos, entonces, es que muchos de los valores, las reglas y los métodos de cálculo asociados hoy a ese controvertido concepto -capitalismo- son tan parte de la tradición -incluso en el sentido evoliano, me atrevería a decir-, como la misma idea de vicio y virtud, o como todas las costumbres y jurisprudencias que, desde la romana, fueron expandiéndose y transformándose a través de los siglos por el suelo europeo, y más tarde, allende los océanos.


(* La mayoría de la gente da por sentado que las conquistas imperiales engordan como ninguna otra cosa las arcas del Estado. Pero lo cierto es lo contrario. Las colonias suelen constituir a la larga una rémora y, en casos extremos, llegan a causar la ruina de las metrópolis. Como bien nos recuerda Miguel Anxo Bastos, un país hoy tan rico como Suiza jamás tuvo colonias, mientras que otro como Portugal, que las tuvo a cientos y, además, las mantuvo durante más tiempo que ninguna otra potencia europea, acabó convirtiéndose en uno de los países más empobrecidos del continente. Sin olvidar el hecho de que la Gran Bretaña jamás invirtió en sus propias colonias, pues se ve que esos anglos tan pillos ya se conocían la jugada.)

Como conclusión de este primer capítulo me limitaré a lanzar algunas ideas-fuerza que levantaran muchas -y también necesarias- ampollas:

1ª- El capitalismo no es menos parte de la tradición que las técnicas militares, las universidades de mayor renombre, o las jerarquías más básicas que han ido vertebrando las sociedades.

2ª- Sin acumulación de capital e inversión, nuestra civilización no podría sostenerse. Para poder seguir aspirando a las grandes metas intelectuales y espirituales, para tener las "altas miras" de que presumimos hace tanto en Occidente, es necesario tener una base económica fuerte, estable, y que cubra nuestras necesidades básicas (y unas cuantas más). De esto saben bastante quienes advierten el sustrato material que posibilitó la explosión del pensamiento y la ciencia de Atenas respecto a los de, por ejemplo, Esparta (cierto, no hubo filosofía ni ciencia espartana); o asimismo, la de la filosofía alemana, inglesa o francesa del s. XIX frente a la portuguesa, italiana o española. (Aunque es preciso hacer notar que, aparte de la necesaria base material que les permitía ir en busca de "superiores fines", a ésta iba unida una cultura favorable a la libertad de expresión y pensamiento; cosas ambas, no obstante, que para algunos teóricos van íntimamente ligadas.)

3ª- Querer subvertir "el orden capitalista" en nombre de la tradición o del espíritu debe descartarse porque, subvirtiéndolo, nos cargamos igualmente toda tradición y persecución de lo espiritual. 

Subvertirlo, queramos o no, implica negarnos esa base material de la que hablamos anteriormente, y por ello, se trata de una idea tan poco sensata como la de quienes quisieron acabar, en su momento con la imprenta, u hoy con internet. 

Debemos separar con mayor cuidado, y con mayor propósito constructivo, lo que son TÉCNICAS de lo que son meramente IDEAS. 

Las técnicas sólo fenecen cuando los usuarios de las mismas encuentran otras superiores. Las ideas, por el contrario, pueden sobrevivir durante siglos aun estando enormemente erradas, e incluso a pesar de jugar en contra de nuestra conveniencia. (No creo que haga falta recordar todos los ejemplos que hay de esto a lo largo de la historia.)

Las técnicas se "imponen" porque a todos les son probados, con toda claridad, sus beneficios. No caben en este orden dudas al respecto. 
Las ideas se imponen (con comillas o sin ellas) porque nos resultan cómodas, o cumplen de alguna manera la función de hacernos comprensible el mundo. Y por muy erradas que estén, no cambian a no ser que encontremos otras que nos sean más convenientes, aunque no necesariamente estén más acertadas.