Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

martes, 21 de junio de 2016

Fábulas, trincheras y cegueras selectivas.


Conforme leía esta extensa entrevista a Wyoming no podía dar crédito al nivel de ceguera ideológica que alcanza el discurso de este tipo, y con él, el de gran parte de los españoles, tanto de izquierdas como de derechas. Se trata de un compendio exhaustivo de los lugares comunes sobre los que tantos y tantos apoyan una visión por completo deformada de la realidad política actual. 
Vivir perpetuamente atrincherado atrofia sobremanera la percepción de la realidad.
Ejemplos de esta miopía o ceguera selectiva son izquierdistas como Wyoming, Monedero o Iglesias, 

y en el otro lado, derechistas como De Prada, García Serrano o Pío Moa.

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¿Os acordáis de un programa de los ochenta que se llamaba “el planeta imaginario”?...
Pues allí es donde vive Wyoming (y por desgracia, muchos más en este país). Un planeta lejano sujeto a leyes caprichosas donde la corrupción no obedece a incentivos inherentes al sistema sino a que “esta gente de derechas es mala.. muy mala muy mala” y como “vienen del franquismo”, se ve que están “acostumbrados a actuar con impunidad”. 

Pero lo grave no es sólo que no perciba esos orígenes y esa impunidad en otros partidos, ¡es que la corrupción del Psoe ni tan siquiera se menciona!... Esta obsesión con la derecha sólo halla explicación en la necesidad que tienen algunos de imaginarse enfrentados a un archienemigo (contra Franco se vivía mejor; los que más le echan de menos son todos estos que andan huérfanos de supervillanos, tanto que se los tienen que inventar). Esta “derecha radical” como la llama él (me entra la risa de decirlo) se parece bastante más a una izquierda moderada. Pero a él le traen sin cuidado los hechos; le trae sin cuidado que la legislatura de Rajoy haya consistido realmente en preservar la herencia de Zapatero -en todos los aspectos-. Me pregunto dónde quedará la izquierda moderada para este tipo.. quizá a medio camino entre Stalin y Trotsky… 

Vive en una realidad paralela, y como digo, con él gran parte del país. Comete además la misma torpeza que muchos otros famosos: después de echarle todas las flores posibles a Podemos intenta aclarar que él no pretende promocionar a ese partido ni identificarse en especial con ellos. No se puede ser más pusilánime. Con todo, insiste una y otra vez en leer la realidad política en clave estrictamente personalista: estos son “buenos chicos con ganas de cambiar las cosas” y los otros encarnan las siete pestes más alguna otra por descubrir. Esta visión infantil, tontorrona, se le puede perdonar a un adolescente o a un veinteañero tarambana, pero no a un tío ya con canas en sitios innombrables.

Es una de los dramas de esta sociedad: la miopía selectiva, este trincherismo enemigo de toda objetividad, inconciliable con una mínima honradez. Wyoming, y con él toda la progresía, hace como que critica al sistema en conjunto, pero curiosamente siempre cae el dardo del lado del PP; aun cuando el Psoe ha gobernado muchos más años y, como es lógico, ha acumulado más casos de corrupción. Pero no nos vamos a pelear por el “y tú más”. Dejémoslo en tablas. Aun partiendo de la equidistancia entre ambos, creer que la corrupción obedece al carácter especial de los que integran la partitocracia sería como dar por hecho que todos (o la mayoría) de los cientos de cargos electos repartidos por toda España son “personas esencialmente malvadas”. Pero no: no han surgido de ningún agujero maléfico hiperdimensional, han nacido de una madre como todas las demás y se han criado como el resto de nosotros, ¡son como nosotros!, personas de carne y hueso (quizá con cierta ambición de poder) pero sin nada especial que los distinga del común de los mortales. 

Sé que insisto mucho en ello, pero hacer ver este error es vital. Y es un terrible error porque implica leer la realidad política sólo en base a elucubraciones, juicios de valor, o ad hominems, prescindiendo de todo hecho objetivo. Implica tener fe en que los nuevos políticos no se van a corromper porque se les supone “hechos de otra pasta”, en vez de enfocarse en los orígenes materiales y objetivos de la corrupción. 

Una medida simple como liberalizar el suelo acabaría de un plumazo con toda corrupción urbanística futura; del mismo modo que eliminar las regulaciones más asfixiantes evitaría muchos de los habituales sobornos a funcionarios para “acelerar los procesos”. Los políticos son seres humanos, y como tales, son imperfectos. Los de todos los partidos. No podemos saber por adelantado quienes sucumbirán a la corrupción. Pero sí podemos eliminar de entrada la tentación, la posibilidad de corromperse, simplemente derogando las leyes que permiten que se intercambien favores los unos y los otros.
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José Miguel Monzón, alias ´Gran Wyoming`. 
Genial cómico y cuestionable analista político.

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