Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

lunes, 23 de septiembre de 2019

Qué es un progre y para qué sirve (respuesta a LYLQS y otros canales "antiprogres")


En la oscuridad de la noche, todos los gatos son pardos. En la oscuridad del entendimiento, todos los opinadores políticos son rojos o fachas. 

En este blog siempre insistimos en el gran error que supone concebir la política como una eterna guerra entre dos bandos igualmente eternos, e inmutables en su esencia. Pero el problema no acaba ahí, pues incluso quienes defienden una tercera vía, como pueda ser el liberalismo o el anarquismo, caen habitualmente en el mismo error, metiendo por ejemplo a todas las izquierdas en el saco de los "marxistas" o de los "progres", o calificando a todos sus adversarios meramente como "estatistas" o "socialistas". 


El canal de Libertad y lo que surja es el peor ejemplo de reduccionismo anarco-liberal. Su leit motiv, tanto en la realización de los videos como en la ideología que los guía, parece ser la ley del mínimo esfuerzo. Si los liberales y anarcocapitalistas en general tienden a simplificar en exceso las cosas, el caso de Adriá Nuñez supone dos o tres vueltas de tuerca más en ese proceso de pereza intelectual, en ese feliz despeñamiento hacia la estulticia más absoluta. Su sección "coto de caza progre" -poco imaginativo y torpe título por cuanto no se sabe si los progres son los cazadores o los cazados- es un cajón desastre donde tan pronto se ríe de Irantzu Varela como del mismísimo Karl Marx. 


No encuentro palabras para describir lo que me parece poner al mismo nivel a una iletrada fanática y a uno de los más influyentes filósofos de todos los tiempos. El desmangado no tiene vergüenza ni la conoce. ¡Karl Marx un progre! ¡Lo mismito que Marta Flich y Javier Sardá! Es algo que ofende a cualquier inteligencia medianamente honrada.


Lo cierto es que, de un tiempo a esta parte, los canales anti-progres como éste se han multiplicado hasta el punto de crear una burbuja que en algún momento explotará. Y es que su discurso ya empieza a cansar. Visto uno, vistos todos. Siempre se centran en ridiculizar las majaderías que salen de la boca o la pluma de ciertos personajes, hoy más visibles que nunca gracias a internet y sus redes sociales, para enseguida tomar la parte por el todo y vendernos que lo majara equivale a lo progre, y lo progre equivale a lo izquierdista. 


En ocasiones todavía se va más allá, y se nos sugiere que izquierdismo equivale a comunismo. Por lo general este tipo de canales y de intelectuales derechistas tienden a lanzarnos el mensaje de que los progres no son sino comunistas vergonzantes. Pero son estos "antiprogres" quienes les adjudican este cripto-comunismo y, una vez asumida tal presunción, lanzan la vergüenza sobre ellos. La idea-fuerza es muy simple: estos que presumen de superioridad moral, de llegar al poder establecerían un régimen cruel y totalitario. Así hemos demonizado de una tacada a todas las izquierdas, ya sean o no autoritarias, y ya sean genuinas o practiquen el postureo.


Sin embargo, existen muchas razones para no confundir jamás a un comunista con un progre; pero por encima de todas, ésta: el apelativo "progre" fue acuñado justamente por comunistas españoles durante el franquismo, y no precisamente como un elogio. Se calificaba de esta manera a quienes presumían de ser "de izquierdas", "progresistas", pero no querían mojarse el culo, es decir, no querían arriesgar la cómoda vida que les proporcionaba el Régimen contra el que decían rebelarse.


Y quiero que esto quede claro. A nosotros podrá gustarnos más o menos el comunismo. Podremos juzgar mejor o peor la militancia en esta doctrina o en cualquier otra. Pero lo que no podemos hacer de ninguna manera es equiparar la militancia política con la militancia en el postureo; lo que no es de recibo es meter en el mismo saco a quien lo arriesga todo y a quien no arriesga nada, a los que se juegan la vida por la revolución y a los que juegan a ser revolucionarios en su salón.


Al progre no le preocupa que sus ideas sean coherentes, útiles o acertadas. Tan sólo que estén en consonancia con lo que en cada momento se considera "progresista", es decir, que nadie pueda acusarle de "retrógrado" o "facha". Lograr cambios políticos no es su objetivo, sino únicamente proyectar una imagen de modernidad y liberalidad. Tampoco le preocupa en exceso la coherencia entre lo que dice y lo que hace, aunque en su fuero interno es muy consciente de las contradicciones que arrastra, y de ahí que redoble sus esfuerzos en el terreno del discurso como forma desesperada de compensar y ocultar sus vergüenzas en el terreno de la acción. Por eso les vemos a menudo pugnando por ser más radicales y vehementes que nadie, de modo similar a como los judíos conversos intentaban mostrarse como los más fervientes cristianos.  


Dime de qué presumes..

Su ideal, como el de todo moralista, es la pureza, la ortodoxia, la intachabilidad; pero como ya hemos dicho, únicamente en su discurso, únicamente de cara al público, pues lo que importa es mostrar una fachada impoluta, aunque el interior sea ruinoso.


Quiero que no quepa duda alguna sobre su función. No ayudan a nadie salvo a sí mismos. 


Habrá quien diga que al menos promueven valores positivos, pero quiero insistir en que sólo se promocionan a sí mismos. Esos pretendidos "valores positivos" dejan de serlo en sus bocas y en sus plumas, pues únicamente los usan como armas arrojadizas contra sus adversarios y como medallas que colgar de sus solapas. Sólo les sirven en la medida en que benefician a su imagen, en la medida en que les permiten ascender profesionalmente y les otorgan carta blanca para injuriar y tergiversar a placer.


Y no digo que en todos los casos se trate de una estrategia consciente. Estoy seguro de que la mayoría de los progres creen en lo que dicen, y simplemente siguen manteniendo esa actitud porque es beneficiosa para ellos. Uno no tiene por qué ser siempre consciente de las artimañas que está empleando; basta con que haya adoptado un patrón de conducta que refuerce su ego y le proporcione confort emocional. Si actuar de esta forma te hace sentir bien y le otorga un sentido y un valor a tu vida, por qué vas a cambiar?


Reflexionaremos más a fondo sobre esta inercia hacia el final del texto, pero ahora me gustaría analizar la forma en que se interseccionan las izquierdas políticas con la progresía cultural.


Manuel Medina, militante comunista durante el Franquismo, escribió un artículo que es sumamente certero empezando por el título: "¿Qué es ser progre?: historia y significación ideológica de un término equívoco". En él dice cosas como las siguientes: 

"No es que aquellos a los que se denominaba "progres" fueran especialmente aguerridos en su lucha por la democracia. Pero desde el punto de vista del "arrope social", su acompañamiento resultaba, por muy discreto que esté fuera, políticamente muy útil. De ahí la generosidad con la que los comunistas aceptábamos para casi cualquiera la adjudicación del término "progresista". Se trataba de una prodigalidad que si en principio no fue ingenua, finalmente terminaría siéndolo". 
Y la historia se está volviendo a repetir: los partidos autocalificados "de izquierda" vuelven a reirle las gracias y a prestarles todo el apoyo a los periodistas e intelectuales que buscan prestigio por medio de una militancia en la imagen, en el postureo, en la construcción de una fachada impoluta que oculte el estado ruinoso de los interiores.

Pero seguimos atendiendo a la historia que relata Manuel Medina. Ya muerto Franco e instaurada "La Democracia", el autor recuerda también cómo "criticar públicamente la política de los socialdemócratas significaba invariablemente ser acusado de estar participando en una suerte de operación derechista de "acoso y derribo" en contra del "Ejecutivo progresista"." 


También aquí la historia se repite: toda crítica a la ideología hegemónica "progresista", aunque sea para señalar que está logrando lo contrario de lo que se propone, se interpreta como un ataque a "la izquierda" que sirve a los intereses de "la derecha". 


Analizaremos esta alianza entre las izquierdas políticas y la progresía cultural en otro texto. Por ahora sólo señalaremos que resulta desastrosa por cuanto significa venderle el alma al diablo, arrojarse en brazos de los mercaderes de ideas a cambio de cierto apoyo en el corto plazo que se revela como un regalo envenenado en el más largo plazo, y de paso se lo pone muy fácil a esos que quieren trazar una equivalencia entre izquierda y progresía.


"Durante esos años, ser progre", continúa relatándonos Manuel medina, "sirvió a muchos de trampolín para obtener los apoyos de amplios sectores sociales, que en el curso de las últimas décadas habían ido perdiendo su identidad política, difuminándose finalmente en una amalgama de contradicciones y paradojas ideológicas". 


De nuevo, el autor no podría ser más certero: el ethos progre, por así llamarlo, consiste en adoptar una serie de tópicos sobre los que no puede dudarse y cuya coherencia interna no importa lo más mínimo. Lo único que importa es su función social y, en último término, política. Una vez los periodistas, los intelectuales y los miembros de los partidos conforman a ojos del público una voz reconocible y representativa de un sector social, denominado de izquierdas o progresista, aquellos pueden permitirse hacer de su capa un sayo y despreocuparse en gran medida de satisfacer a ese mismo público, dado que han conseguido presentarse como la voz de la izquierda, y a partir de ahí, gran parte de la ciudadanía les dará carta blanca para que hagan y deshagan a su antojo, creyendo que representan sus más genuinos intereses.


También esto se aprecia en Estados Unidos. Como nos dice Manuel Medina hacia el final de su artículo, en este país "la corriente progre está caracterizada por sus happy flowers, indignados con el reaccionario Trump, pero incapaces  de dirigir sus dedos acusadores en contra de genocidas como Obama y Hillary Clinton". Ya mencioné esta hábil trampa en un vídeo anterior.


Pero analicemos por último aquel trampolín para obtener el apoyo de amplios sectores sociales, y esta vez poniendo ejemplos concretos. Muchos ya sabrán que significados antifranquistas como Iñaki Gabilondo y Juan Luis Cebrián tuvieron puestos importantes en la prensa franquista, y también se habrán enterado la mayoría de ustedes del oscuro secreto de Marta Flich, la diva del progresismo, el feminismo y el antifranquismo; mantenida a cuerpo de rey nada más y nada menos que por el nieto de Franco, y disculpada sin embargo por todos sus aliados de "la izquierda". Esto me lleva de nuevo al asunto de la hipocresía. Dije antes que los progres "redoblan sus esfuerzos en el terreno del discurso como forma de compensar y ocultar sus vergüenzas en el terreno de la acción". En estos tres casos se ejemplifica perfectamente, como también lo hace en el caso de Xavier Sardá, a quien parodiaron una vez de la siguiente forma: 



Podemos diagnosticar en general este tipo de actitud como una sobrecompensación de cierto complejo de culpa, es decir, como una forma desesperada de calmar la propia conciencia y salvar la propia imagen, de ofrecer un sacrificio o un diezmo al templo esperando obtener con ello algún tipo de absolución. 
En el Evangelio de Lucas puede leerse: 
"Refirió también esta parábola a unos que confiaban en sí mismos como justos, y despreciaban a los demás: Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo y el otro recaudador de impuestos. El fariseo, puesto en pie, oraba para sí de esta manera: ``Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano." Pero el recaudador de impuestos, de pie y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ``Dios, ten piedad de mí, pecador." Os digo que éste descendió a su casa justificado pero aquél no; porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado."
Muchos estarán de acuerdo en que no es preciso considerarse cristiano o creer en Dios para extraer valiosas enseñanzas de los Evangelios. Lo que nos transmite este pasaje es aplicable a cualquier época y a cualquier lugar. Siempre existirá un tipo humano que se adecúa a este retrato del fariseo: la clase de persona que intenta construir su prestigio proclamando su santidad y pureza a los cuatro vientos, dando constantes muestras de adhesión a lo que en cada momento se considera virtuoso; preocupado únicamente de publicitar los signos externos de tal virtud, y de esta forma evitándose la tarea de practicarla.

Siempre que uno logre presentarse ante el público como moralmente intachable, ya no le es preciso serlo de forma privada y silenciosa. El verse arropado por sus semejantes les basta a algunos para saciar sus aspiraciones morales y su necesidad de percibirse a sí mismos como personas íntegras y decentes. Para esta clase de sujetos, el examen de conciencia no parece ocupar un puesto relevante. Viven de cara a los demás y de espaldas a sí mismos. 

Pero, como el fariseo de la parábola, necesitan además una némesis, un contraejemplo; señalar insistentemente a otro grupo que encarne todos los vicios. De esta manera se refuerza, por contraste, su imagen virtuosa. Y cuanto más odioso resulte el retrato del adversario, más amable resultará el suyo, tanto a sus ojos como a los del público. De ahí la constante referencia a ese desdibujado grupo de indeseables y la burda exageración de sus supuestos pecados: machismo, racismo, xenofobia, homofobia, egoísmo, ignorancia, fanatismo,... Otro pretexto más para auto-absolverse de los propios pecados; otra cortina de humo para ocultar sus vergüenzas y otro parche para evitar asomarse a su abismo interior.
                                                  
Los grandes obispos y cardenales de la Progresía tienen en sus lujosas casas una pequeña habitación cerrada a cal y canto donde guardan un retrato de sí mismos que muestra su verdadero rostro: el espejo de un alma torturada por la culpa, la vergüenza y la miseria.

Y tres cuartos de lo mismo les ocurría, con toda seguridad, a muchos de los que mostraban la mayor adhesión al Régimen anterior. 


Así pues, ni esto va de bandos ni hay en esencia nada nuevo bajo el Sol.
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Todos conocemos muchos sinónimos de progresía: revolucionarios de salón, izquierda caviar, gauche divine, progredumbre, hiprogresía. Pero sin duda el más universal y atemporal es "fariseo", y su mejor retrato el de Dorian Gray.