Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

jueves, 5 de marzo de 2020

Entrevista a El Equidistante.

Daniela Isolina me pasó un cuestionario en torno a la "equidistancia" para realizar una entrevista en su canal de Youtube Paleopolítica y Cultura, la cual también compartí en el mío propio. Publico aquí la versión escrita de la misma, más ordenada y exhaustiva que la audiovisual, pero en la que no se incluyen los comentarios que fueron surgiendo fruto del diálogo y la improvisación.


D.I: ¿Cómo definirías tu equidistancia?

E.E: La equidistancia pura es imposible. Siempre preferimos unas opciones a otras. Definirse uno mismo como equidistante es una provocación que pretende motivar una serie de reflexiones. Muchos movimientos y corrientes de pensamiento tomaron su nombre de los calificativos despectivos con que otros les caricaturizaban. En este caso procedería de las acusaciones vertidas contra diversas figuras públicas que, según perciben algunos, no se mojan lo suficiente por miedo a quedar mal con una de las partes o por miedo a desvelar su verdadera postura, la cual no tendría en principio buena prensa. Y sin duda que esta actitud puede darse: la equidistancia como forma de no significarse y estar a buenas con todos, la equidistancia como postura cómoda que evita discernir, discriminar, y tomar posición; la equidistancia como suspensión del juicio, como escepticismo radical. Sin embargo, quienes más usan esa etiqueta denigratoria y otras casi sinónimas -ambiguo, tibio, cobarde- suelen hacer un abuso de ella, y lo que pretenden denunciar muchas veces no es una suspensión del juicio sino una falta de compromiso con un bando, es decir, que de lo que están acusando a otros no es de no mojarse sino de no hacerlo "lo suficiente", de no dejar claro quiénes son los buenos y quiénes son los malos, quéenes los justos y quiénes los réprobos. La equidistancia en este contexto sería, pues, una reacción ante el sectarismo dominante, y consistiría en asumir este descalificativo que nos lanzan a algunos para así identificarnos fácilmente ante la opinión pública: "sí, nosotros somos esos a los que llaman equidistantes, pero ese pecado del que nos acusan no es sino la confesión de su sectarismo, la confesión de que no están dispuestos a sacrificar su militancia en aras de la honradez intelectual, de que se niegan a hacer autocrítica, a medir mejor sus palabras, a dejar de tergiversar y demonizar las posturas de sus adversarios; en una palabra, a dejar de mentir de forma más o menos consciente."


D.I: A los que afirman que la equidistancia es una falta de compromiso con la verdad, ¿qué les responderías? 

E.E: Pues que es justo al contrario. Los que faltan a su compromiso con la verdad son los que únicamente ven la paja en el ojo ajeno, los que se refugian en sus cámaras de eco y juzgan los hechos y los dichos con un doble rasero. Los que exageran los pecados del adversario y minimizan los suyos propios, los que seleccionan los peores vicios del bando contrario y las mejores virtudes del suyo con tal de convencernos (y convencerse a sí mismos, puesto que este mecanismo es en parte inconsciente) de que están en el lado correcto. En síntesis: los que están más preocupados de que les den la razón que de estar en lo cierto. 

Porque, cuando comparas los discursos de unos y otros, te empiezas a dar cuenta de que existe un denominador común: da igual la posición que defiendan, TODOS tienden a practicar una economía mental que consiste en presuponer que cualquiera que defienda una postura distinta a la suya lo hace, o bien por estupidez, o bien por maldad, o en todo caso debido a la desinformación o el adoctrinamiento que ha padecido. De la misma forma que todos muestran unos sesgos cognitivos equivalentes, como por ejemplo tomar como representación de la posición que desean atacar a sus voceros más impresentables y a las ideas menos defendibles, y como representación de la postura que ellos defienden a los intelectuales más lúcidos y a las ideas más sofisticadas. En pocas palabras: seleccionar lo mejor de su tradición y lo peor de la del adversario, para así ofrecer la cara más amable de su doctrina enfrentada a la cara menos amable de la contraria, y de esta manera transmitirle al público dos retratos sumamente tendenciosos, confiando en que no se note la trampa. Otro sesgo análogo a este consiste en escoger siempre la peor interpretación posible de las declaraciones o las acciones del contrario, y por supuesto la mejor posible de las de tu aliado. También uno muy común es el de hilar muy fino cuando analizas las ideas de "los tuyos" y usar el trazo más grueso posible cuando analizas las de "los otros", lo cual está relacionado con el máximo cuidado y dedicación que uno pone al estudiar las ideas que defiende y el poco tiempo y esfuerzo que le dedica a estudiar las que quiere atacar. Todo ello está revelando que el objetivo (asumido de forma más o menos consciente) no es comprender mejor la realidad sino vencer al adversario al precio que sea. Y ahí es donde aparece la gran paradoja, ya que, si importa tanto atacar unas ideas e importa tan poco el comprenderlas, ¿qué es lo que se está atacando en realidad? 

Pues nada más que un hombre de paja, una caricatura, un frankenstein construido con retazos y tópicos sobre esto y sobre aquello. Se está atacando algo que ni se conoce ni se tiene la voluntad de conocer, algo que no se sabe definir y delimitar. Y es que otro sesgo muy común es el de meter en el mismo saco a las corrientes más heterogéneas que asocias al bando contrario mientras te indignas cuando los miembros de ese bando hacen lo propio con las corrientes que asocian al tuyo. 

La cruda verdad es que, si dedicaras el mismo tiempo y esfuerzo a estudiar lo que atacas como el que dedicas a estudiar lo que defiendes, ese hombre de paja que tienes en mente iría perdiendo consistencia, iría perdiendo sentido; y al no tener ya razón de ser, no te quedaría más remedio que replantear y reconstruir todo tu discurso de arriba a abajo. 

Es un absurdo monumental. Yo, por ejemplo, he escuchado a gente decir que jamás lee a autores de derechas, y seguro que hay otros que jamás leen a autores de izquierdas. Entonces me pregunto: ¿Cómo saben que odian tanto las ideas de izquierda, o las de derecha, si tan apenas las conocen? ¿Qué es, pues, lo que realmente odian? ... Creo que muchas veces no nos damos cuenta de la gigantesca farsa y el enorme sinsentido que implica este identitarismo ideológico.

Pues bien, cuando constatas que este tipo de sesgos y economías mentales son absolutamente transversales, que no son características de un grupo en concreto sino que las aplican todos por igual, es cuando se te "enciende la bombilla" y te conviertes en "equidistante racional". Más aún cuando observas estas inercias en tí mismo, porque entonces ya ves meridianamente claro que se trata de una tendencia generalizada e incluso inconsciente. Hasta que no lo identificas en tu propio modo de razonar no despiertas al hecho de que estas formas de embaucar a los demás son también formas de engañarse a uno mismo. Estoy convencido de que las más de las veces no manipulamos y hacemos trampas conscientemente, sino que lo hacemos sin pensar, supongo que debido a que nuestras mentes toman atajos y tienden muy fácilmente al sesgo de confirmación, a reforzar nuestros propias ideas al precio que sea. Y es que, como se recuerda tantas veces, el cerebro no está programado para la objetividad sino para la supervivencia, y en el contexto humano es crucial sentirte y mostrarte seguro de tus juicios, y tener la habilidad de convencer a los demás, cosas que obviamente están relacionadas entre sí. No puedes dudar demasiado porque tu supervivencia y tu éxito depende de que sepas tomar decisiones rápidas y de que, además, sepas coordinarte con otros, ya seas tú el que les convenza a ellos o ellos los que te convenzan a tí.

La "equidistancia racional" consistiría, pues, en algo tan sencillo como vigilarse a uno mismo y vigilar a los demás para identificar todos los sesgos descritos anteriormente y prevenirlos. No se trata de darle el mismo valor a todas las doctrinas, a todas las ideas y a todos los argumentos. Decir que dentro de todas las escuelas suelen funcionar los mismos sesgos de confirmación y los mismos dobles raseros no equivale a afirmar que estos grupos y las ideas que defienden sean equiparables en todo. Señalar ciertos elementos que son comunes a todos los discursos ideológicos es muy distinto a decir que esos discursos sean iguales en todos los aspectos. Lejos de ello, la "equidistancia racional" que defiendo únicamente consiste en aplicar unos mínimos principios de honradez y rigor intelectual para evitar en la medida de lo posible caer tú mismo en aquellas trampas, lo cual se logra mediante el autocontrol y el autoexamen, y también que los demás caigan en ellas, lo cual se logra mediante la crítica. En el fondo es tan simple como decir "cuidado, porque a la mínima que te descuides, la tendencia natural va a ser aplicar el doble rasero y barrer para casa todo lo que se pueda". Del mismo modo que se dice "el precio de la libertad es la eterna vigilancia", respecto a la honestidad y el rigor intelectual funciona la misma fórmula.


D.I: En ´La virtud del egoísmo`, Ayn Rand afirmaba lo siguiente: “Antes de que se pueda identificar algo como gris, debe saberse qué es negro y qué es blanco. En el terreno de la moral significa que debe identificarse primero qué es bueno y qué es malo. Y cuando un hombre ha reconocido que una alternativa es buena y la otra mala ya no tendrá justificación alguna para elegir una mezcla. No puede haber justificación para elegir parte alguna de aquello que se sabe que es malo. En la moralidad lo negro es predominantemente el resultado de intentar pretender que uno mismo es meramente gris”. ¿Esta postura “gris” de la que habla Ayn Rand es equidistancia o no sería el caso?  

E.E: Obviamente, entre lo que uno considera bueno y malo no cabe equidistancia alguna. Pero claro, Ayn Rand era una mujer bastante dogmática y endiosada (por ella misma y por sus discípulos), y por tanto sus ideas de bien y mal quizá eran demasiado reduccionistas y, cuando menos, discutibles. La confusión suele estar en los términos empleados y en los conceptos que subyacen. Se me ocurre un ejemplo que puede ser ilustrativo: yo he dicho muchas veces que la virtud suele estar en torno al punto medio, queriendo resaltar con ello que no siempre está en el punto medio exacto. Pues bien, para rebatir esta tesis, o para deslegitimar el concepto de moderación en general, se me han presentado argumentos tramposos en grado sumo, como por ejemplo decir que, entre matar a seis millones de judíos y no matar a ninguno, la postura moderada o "gris" consistiría en matar sólo a tres millones. Y sí, en efecto lo sería, pero sólo si asumimos que no matar judíos es una postura extrema. Lo correcto, lo honrado, sería tomar como un extremo el matar a 6 millones de judíos, y como otro extremo matar a 6 millones de gentiles, o cristianos, o "alemanes arios". De todas formas, aquello de la virtud del punto medio siempre será muy debatible y muy matizable debido a que, más allá de ejemplos tramposos como el anterior, no siempre estaremos todos de acuerdo en cuáles opciones son extremistas y cuáles no. 

D.I: ¿Entraría la equidistancia filosóficamente dentro de lo que es una visión taoísta de gobierno sin acción o más bien de un gobierno que actúa de forma tercer posicionista? ¿Se puede hablar de una filosofía política equidistante? 

E.E: Claro, hay ideologías políticas y doctrinas filosóficas en que la equidistancia cumple un papel central. El liberalismo, por ejemplo, es una opción tan alejada del progresismo como del conservadurismo, al menos tal como los entendemos hoy; o el anarquismo, que es una oposición a todos los autoritarismos, bien sean de izquierda o de derecha (eso lo comparte con el liberalismo), o también la tercera vía socialdemócrata, o la tercera posición como dices (que incluye a fascismo, peronismo, gaullismo y otras), las cuales plantean un rechazo al liberalismo y al comunismo por igual. El gobierno taoísta se asemejaría en todo caso al famoso "laissez faire, laissez passer" del liberalismo clásico. 

Respecto a una filosofía política "equidistante", ésta podría identificarse con el centrismo. Pero es preciso hacer una aclaración sobre la idea de centro político. Se dice muchas veces que el centro se ha desplazado hacia la izquierda, o hacia la derecha, dependiendo de la idea que tenga cada cual de lo que es izquierda o derecha. Pero hacer este tipo de afirmaciones implica asumir que éstas han significado siempre lo mismo, lo cual es fácil de desmentir. Mucha gente entiende lo "zurdo" y lo "diestro" como si fuesen esencias platónicas, eternas e inmutables, pero en esta materia (y en muchas otras, por no decir todas), la realidad se corresponde mucho más con la ontología de Heráclito: el cambio es la única constante. Por ello el centro sólo puede significar algo en relación a una izquierda y derecha concretas. Pero no sólo el centro: también la izquierda y la derecha se definen y delimitan únicamente en su interrelación, a través de una dialéctica que va desarrollándose a lo largo de la historia. Las izquierdas sólo pueden representar algo frente a las derechas (aunque también frente a otras izquierdas), y las derechas sólo pueden representar algo frente a las izquierdas (aunque también frente a otras derechas). El liberalismo, por ejemplo, era la izquierda frente a los partidarios de mantener el Antiguo Régimen, pero se convierte en derecha frente a los defensores de la revolución socialista. Del mismo modo, hoy muchas derechas defienden gran parte de lo que defendían las izquierdas en el pasado; pero como, a su vez, las izquierdas del presente radicalizan más sus antiguas propuestas e introducen otras nuevas, muchos de los que ayer eran valores izquierdistas se convierten en valores propios (y hasta exclusivos) de los derechistas actuales. Por eso el valor o el propósito del centro tiene que ver con la conciliación entre izquierda y derecha, signifiquen lo que signifiquen en cada momento; y de ahí que se identifique con la moderación y la pacificación. En ese sentido el centrismo puede tener algo de esa equidistancia oportunista y cómoda, cuya pretensión es estar a bien con todos y no buscarse enemigos -lo cual casi nunca logra, como bien sabemos-; pero también puede tener una motivación más práctica y constructiva: la de la reconciliación y pacificación social, la de buscar la unidad y la colaboración, o lo que es lo mismo, la de superar el conflicto y la división tanto social como política. Los llamados gobiernos de concentración nacional serían un buen ejemplo.

Otra aclaración importante que me gustaría hacer es que la "equidistancia racional" que defiendo no se identifica necesariamente con el centrismo o la moderación. Uno puede defender cualquier tipo de postura política, incluso extremista, sin caer en el sectarismo, en los dobles raseros y en las trampas argumentativas en general. En este sentido, la "equidistancia racional" consiste simplemente en pulir mejor los razonamientos, en alcanzar un mayor rigor analítico.


D.I: ¿Qué futuro tiene la equidistancia como actitud o filosofía en una sociedad como la actual cada vez más polarizada? ¿Existe un manifiesto equidistante o te has planteado escribir uno?

E.E: Mi primer video se asemeja bastante a un manifiesto equidistante. Y en cuanto al papel de la equidistancia racional en una sociedad polarizada habría mucho que decir. 

En primer lugar, la polarización interesa principalmente a la clase política, especialmente en democracia (y más aún en partitocracia, como es el caso español), y de ahí que se esmeren en fomentarla todo lo que pueden. Como dijo Zapatero cuando creía que no le estaban grabando, "necesitamos más crispación". Los partidos políticos consiguen mantenerse durante más tiempo en el poder gracias al adoctrinamiento y el chantaje al que someten a la sociedad. Explotando contínuamente el conflicto entre izquierda y derecha, progresistas y conservadores, logran desviar la atención de sus corruptelas, abusos e incoherencias. Con el "y tú más" y con el "que viene el lobo" van ganando tiempo, huyen hacia delante y hacen olvidar al menos en parte todas las manchas de su historial. Mientras la gente les siga comprando su propaganda sensacionalista, irá a votar pensando: "son corruptos, son mentirosos, nos han estafado varias veces, pero ahora lo importante es frenar al mal absoluto" (para unos la derecha, para otros la izquierda). Y gracias a esa triquiñuela mantienen el poder o la representación, es decir, sobreviven o bien en el gobierno o bien en la oposición. Pero si no compras el mensaje de "que viene el coco", si no te dejas llevar por un miedo irracional a la izquierda o a la derecha, quizá votes a partidos que hoy son minoritarios y les hagas perder representación y poder. De ahí la importancia de los medios de comunicación y el terror que le tienen a internet. Sabemos que a los grandes medios generalistas los tienen atados en corto (de hecho en España son un duopolio), pero desde internet puede llegarle a la gente un discurso más independiente y más crítico, y lograr poco a poco desprogramar a las víctimas del adoctrinamiento partidista o meramente sectario. Porque el bipartidismo estará herido de muerte, pero a la hora de la verdad sigue sobreviviendo gracias a la instrumentalización de otros partidos. El PP ganó gracias al miedo que metió con Podemos, y el PSOE ha ganado gracias al miedo que metió con VOX, así que la situación general no ha cambiado demasiado. El negocio de los políticos depende de mantener esta polarización y este enfrentamiento perpétuo entre grupos. En eso es en lo único en que están de acuerdo. En eso y en preservar su poder. Por eso suelo decir que el juego político es en gran medida una escenificación, una farsa: porque cuanto más enfrentados parezcan, más se afianzan como clase. Cuánto mejor nos convenzan de que están librando una batalla crucial, más apoyos reunirán y más asegurada tendrán su posición. Viven de nuestro enfrentamiento. Nos implantan una falsa conciencia para que favorezcamos sus intereses creyendo que defendemos los nuestros. Nuestra división es la base de su unión. Nuestras peleas son las que garantizan sus acuerdos. 

Este sería uno de los papeles que podría cumplir la equidistancia racional: la formación de cierta conciencia de clase de los gobernados, los cuales perciben en un momento dado el abismo que separa a los genuinos intereses de la clase política de los suyos propios, como acabo de exponer con todo el detalle que he podido. Tampoco conviene aplicarlo en toda época y lugar, porque esta divergencia de intereses puede no ser siempre tan marcada, ni conviene llevarlo al extremo al que suelen llevarlo el liberalismo más purista o el anarquismo. Al fin y al cabo, los Estados no van a desaparecer, y algún tipo de clase política va a tener que encargarse de administrarlos y sostenerlos.

Otro de los papeles que puede cumplir tiene relación con el anterior pero abarcaría mucho más: no ya sólo la política sino también la sociedad y la ideología en sentido amplio. Consistiría en transformar la encarnizada batalla cultural en un civilizado diálogo. En modificar esa tendencia tribalista de la que hablamos antes para orientarla en una dirección más constructiva. En persuadir a la gente de que obtendremos todos mejores resultados si, en vez de estar enfocados en deslegitimar las posturas distintas a la nuestra, nos centramos en hallar los aciertos que puedan contener esas posturas y los errores que puedan contener las nuestras; vamos, que sería más lógico y sensato preocuparnos de mejorar nuestra comprensión de la realidad antes que de atacar la visión de los demás. 

Lo único seguro es que, mientras estemos enfocados en rescatar lo peor y obviar lo mejor de todo aquel que opine distinto a nosotros, jamás lograremos consensos, jamás convenceremos a nadie del "lado contrario" y jamás resolveremos esos problemas que supuestamente nos preocupan tanto. 

¿No será que esa preocupación es en realidad el disfraz bajo el que camuflamos una vocación más inconfesable, como es la de demostrar a todos que tenemos la razón y presentarnos como los más listos y los más justos, para lo cual necesitamos presentar a otros como estúpidos y/o canallas? 

Convendría que hiciésemos todos un poco de introspección y nos preguntáramos si, honestamente, no encontramos motivos para dudar de nuestro sincero compromiso con el bien común, así como para sospechar que bajo esa constante denuncia de la miseria ajena no hay también una dosis de miseria propia.

Mi propuesta tiene en el fondo bastante de cristianismo e incluso de hippismo. No ver sólo la paja en el ojo ajeno, tratar a los demás como esperas que te traten a tí. Paz y amor, sí, por qué no. Pero sin caer tampoco  en el pacifismo ni en el buenismo. 

Algo que dije en aquel vídeo-manifiesto, y que me parece importante, es que no deberíamos dividir a la gente en izquierdistas y derechistas, progresistas y conservadores, o socialistas y liberales, sino en sectarios y anti-sectarios de todas las escuelas; es decir, que la división más relevante, a mi juicio, es entre arrogantes, dogmáticos y fanáticos por un lado, y humildes, autocríticos y escépticos por el otro. Valoro a los académicos o diletantes no porque defiendan esta o aquella doctrina sino porque sean capaces de cambiar de idea, de darle la razón al adversario cuando la tenga, y en general de no quedar atrapados en sus cámaras de ecos.

Es cierto, no obstante, que nunca podrá acabarse con el sectarismo, el dogmatismo, el fanatismo, el odio y la ignorancia, tanto a nivel social como individual; esto es, que siempre habrá una parte de la población y una parte de cada uno de nosotros que se deje llevar por esos vicios y esas bajas pasiones. Pero lo que sí puede hacerse es una pedagogía que ayude a minimizar, nuevamente tanto a nivel social como individual, el grado en que se manifiestan esas lacras. Porque ahora mismo estamos comprobando cómo, gracias a la anti-pedagogía de los políticos y los medios, se están maximizando esas tendencias tan poco constructivas. No es utópico por tanto lo que planteo: hemos conocido tiempos de menor polarización y de menor conflicto social e ideológico. Y además existen hoy comunicadores que están realizando un trabajo muy encomiable en esa misma dirección: Ernesto Castro, UTBH, Experto en Igualdad, La Gata de Schrodinger, el blog y el canal de Espacios inseguros, y muchos otros que me estaré olvidando.