Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

lunes, 11 de julio de 2016

EL ROL DEL CRÍTICO.

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Cuando un atleta deja de competir y de entrenar, sus músculos se atrofian. Cuando un boxeador se ha limitado a ensayar sus golpes con un saco, no podemos esperar que esté preparado para pelear con otro que tenga experiencia cuerpo a cuerpo. Lo mismo le ocurre al que se ha acostumbrado a remar a favor de la corriente, ya sea la de un río o la del pensamiento dominante.

El crítico representa en esta metáfora el sparring, la corriente en contra, la obligación de competir. Por ello los pensamientos hegemónicos de cada época se vuelven más fáciles de criticar cuantos menos críticos tienen, pues exige menos esfuerzo defenderlos cuando apenas hay contestación, lo que incentiva que los encargados de hacerlo se acomoden y se confíen.

Así, el relajamiento de los representantes del Antiguo Régimen, la confianza en que el orden social y de creencias se mantendría por siempre hizo más fácil a los ilustrados y los burgueses poner ese orden patas arriba.

Lo mismo lo podríamos aplicar al Catolicismo frente a Lutero y Calvino, al mercantilismo frente a Adam Smith, o incluso al capitalismo decimonónico frente a Karl Marx. Y ésto le ocurre al pensamiento único “progresista” de las últimas décadas. La izquierda de hoy, en general, se ha acomodado; se ha acostumbrado a lanzar su retahíla sin que apenas nadie se la discuta. Durante largo tiempo las alternativas a este pensamiento único han brillado por su ausencia. No es de sorprender, pues, que quienes se han criado en ese ambiente y no han oído ni leído nada que se saliera de esa estrecha cosmovisión hayan asumido sus memes como la única explicación posible de la realidad. Igual que lo hacían los habitantes del mundo feudal o los seguidores de la “única fe verdadera”.

Sólo esa ausencia de contestación y de posturas alternativas puede explicar el estado deplorable de las ideologías de izquierdas hoy por hoy. Porque no fue siempre así: el socialismo y el anarquismo decimonónico, por ejemplo, podían presumir de un nivel y un rigor intelectual notable, y lo ejercitaron continuamente en batallas académicas de gran altura.

Cristina Pedroche. Chica florero y politóloga en sus ratos libres.
Sin embargo, hoy ser de izquierdas se resume en “querer el bien para todo el mundo”, como dijo la "gran intelectual" Cristina Pedroche. Tanto tiempo lleva en boga el pensamiento único “progresista”, tan pocas voces disonantes se han oído en las últimas décadas que sus representantes, al verse sin apenas contrincantes en el terreno de juego, se han envalentonado y han abusado de la credulidad del público. Como le ocurre a todo el que triunfa sin esfuerzo, se han vuelto arrogantes e infantiles. 

Sólo en ese contexto les es posible subir tanto la apuesta, abusar hasta tal punto de esa credulidad para convencernos de que la diferencia entre izquierda y derecha radica esencialmente en que la primera se preocupa por los pobres y los débiles, y la segunda no. Una vez se ha logrado que asumamos esa idea, ser de derechas (o sencillamente no ser claramente de izquierdas) supone poco menos que llevar los tres seises grabados en la frente. “¿Eres de derechas? ¿Eres conservador.. liberal? Es decir, que te importan más bien poco los pobres y los débiles”. En síntesis: eres una mala persona. Y así resucitamos la vieja tradición hispana de dividir al mundo en santos cruzados y malditos herejes. A partir de ahí, como es lógico, no ha lugar a demasiada discusión: unos son los justos y otros los réprobos.

Y a partir de ahí, también, no podemos menos que resucitar otra gloriosa tradición hispana: la inquisitorial. Y una vez conformados los tribunales de la Inquisición, repartidos por radios, televisiones y periódicos, se empieza a señalar a los herejes de “la única fe verdadera”. 

Pero aún hay más. Y es que tal maniqueísmo se vuelve todavía más inconsistente cuando comprobamos que juzga a las filosofías políticas únicamente en base a sus intenciones. Pero qué más me darán a mí lo buenas que sean las intenciones si los resultados tienen tan poco de deseables. Qué más me da a mí que el socialismo afirme poner en primer lugar a los más desfavorecidos si cuando se han aplicado sus modelos han resultado ellos tan inmensamente perjudicados. En pocas palabras: me parece muy bien que se enfoquen ustedes en los más pobres, ¿pero cómo han salido beneficiados éstos de las políticas que ustedes defienden? .. ¿Mal? Pues lo siento, pero en tal caso quedan automáticamente desautorizados para erigirse en faro moral de nadie; y además, debería darle a estas alturas cierta vergüenza seguir pretendiendo convencernos de ello.
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Algunos pensarán que meto a toda la izquierda en un mismo saco, con lo que peco de reduccionismo, especialmente si pensamos en las diferencias entre medios de masas asociados a la social-democracia y otros medios más minoritarios asociados a un socialismo más radical. Y es cierto, pero la razón de que no los haya separado de inicio es la que paso a aclarar a continuación.

Es cierto que el Psoe, el partido que ha gobernado más tiempo en esta democracia, no ha aplicado políticas demasiado radicales. Pero también es cierto que mientras ese partido desarrollaba políticas en la dirección de la social-democracia europea, los medios por él controlados daban cobijo a intelectuales y divulgadores mucho más a la izquierda que sus “patronos”. Se podría decir, de forma muy resumida, que el Psoe practicó una política económica de izquierda moderada pero una política cultural, educativa y mediática que tendió la mano y acogió de buen grado a la izquierda más extremista.

Unos pocos fotogramas de la España de los ochenta: 

Mientras el ministro Boyer realizaba algunas liberalizaciones que venía necesitando hace tiempo la economía española, en la televisión se decía a los niños que “el mal es el capital”. Al gobierno no se le pasaba por la cabeza nacionalizar los medios de producción, pero cada dos por tres se emitían documentales que mostraban a los “heróicos” guerrilleros guevaristas latinoamericanos. Lo mismo respecto a la educación: muchos graduados de políticas y económicas nos cuentan que mientras estudiaron pocas veces o ninguna oyeron hablar de Hayek, Friedman o Rand, mas se hartaron de oír nombrar a Marx, a Engels o a Keynes (que sería, este último, lo más “liberal” con que se toparon).

¿Nos sorprende, o le sorprende al Psoe, que hoy las generaciones criadas en aquellos años reclamen más socialismo, y que las políticas de este partido se les antojen “demasiado blandas” y hasta en algunos casos sean tildadas de “capitalismo duro”?
No se pueden enumerar las veces que la izquierda española
ha elogiado ese "memorable programa" que fue ´La bola de cristal`.
¿Explicación de tan torpe estrategia? Me barrunto que tiene que ver con el complejo de culpa de un partido que había dejado atrás el Marxismo hacía muy pocos años y que sentía que le debía algo a la “auténtica izquierda”. Si hasta el PP, supuestamente el partido de la derecha, ha cedido al chantaje de la Progresía en tantos ámbitos –principalmente en la cultura y la educación, lo mismo que el Psoe-, ¡qué no iban a ceder aquellos que se decían de izquierdas y que contaban con numerosas amistades que ni habían abandonado el Marxismo ni aceptaban esa moderación y esa connivencia con la economía de mercado!

Pero retornemos al tema principal: la labor del crítico. Y es que quiero dejar claro que la razón por la que hoy es más vital lanzar críticas a la izquierda que a la derecha es porque la primera es la que lleva las riendas, la que marca la agenda, y la que ha logrado erigirse en el faro moral de nuestra sociedad. 

Es el deber ético del librepensador arremeter contra el pensamiento dominante de cada momento histórico, buscar sus contradicciones y meter el dedo sin cauterizar en sus llagas. Es el deber moral también de todo defensor de la libertad de expresión ridiculizar y señalar al abusón que le coloca mordazas al contrario sencillamente porque está en su mano hacerlo, y no le duelen prendas en cometer tal abuso. Si hubiese nacido en pleno Franquismo me habría tocado desmontar los mitos, las trampas y la censura de aquel nacional-católicismo; si lo hubiera hecho en el s. XIX en zona Carlista mi conciencia me habría obligado a contrapesar algunos errores de “los míos” con el acierto de algunas de las posturas liberales, y viceversa si resultaba que me hallaba en zona contraria.

Es por tanto mi deber como librepensador ponérselo difícil a una izquierda que, como digo, se ha convertido en abusona de patio de colegio. Y le ha sido más fácil tomar ese papel mientras ha seguido percibiéndose a sí misma como rebelde y contestataria, aunque hace mucho que dejó de serlo. De hecho, ya se ha convertido ella misma en la nueva diana de los verdaderos rebeldes y contestatarios. Pero en la medida en que se sigue auto-convenciendo, cada vez con más dificultad, de que todavía representa esa rebeldía, no pierde su sentimiento de superioridad moral y no cesa en su empeño de amordazar, perseguir y demonizar al adversario.
Es muy común en la universidad pública española que sea la
extrema izquierda quien lleve la voz cantante y quien abuse de
esa hegemonía para llegar a boicotear y censurar a sus adversarios.
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El rol del crítico es hoy, pues, primeramente bajarle los humos a este progresismo rampante que adopta cada vez más actitudes propias de un niño malcriado; poner ante sus ojos las contradicciones que arrastran sus planteamientos y lograrle convencer del peligro que implica la ausencia de pluralidad y de debate en tantas cuestiones –cada día más- que se lanzan sin demasiado análisis al pozo de los anatemas; hacerle ver lo poco recomendable que es la uniformidad del pensamiento, sea en un sentido o en otro, pues implica el estancamiento del propio pensamiento así como la progresiva desactivación del sentido crítico.

Aunque no quiere decir ésto que debamos dejar completamente abandonada la disección de muchas ideas igualmente erradas y pertenecientes a otras tendencias. Este blog es prueba de que ambas cosas son compatibles, e incluso ayudan a reforzarse y a darse mutua coherencia.

Desde aquí les insto, por ello, a que no pierdan jamás el sentido crítico; a que no se acomoden en ninguna creencia o heurística, pues la comodidad supone la muerte progresiva de la conciencia crítica.
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3 comentarios:

  1. buen articulo amigo, si no es molestia me gustaria compartirlo en un foro, mencionandolo a usted como autor claro

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    1. Por supuesto. Agradecido de que me haga usted publicidad jeje

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  2. Muchas gracias a usted por tan generosas palabras. Me alegro de poner mi granito de arena para construir esa contra-hegemonía.

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