Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

lunes, 6 de julio de 2015

LA ÉTICA, LA LEY, Y LA EXCEPCIÓN (Anexo)



Tras la publicación de la anterior entrada, titulada "La ética, la ley y la excepción", se ha iniciado un debate sobre "qué es y qué no es el liberalismo". Es cierto que debí, seguramente, haber delimitado con más detalle mi postura ante esa cuestión, pero creí que eso supondría alargar el texto en exceso. Por ello he redactado este anexo.

Ante mi afirmación de que la definición de liberalismo que hace Juan Ramón Rallo es algo conveniente, o por lo menos, no del todo honesta, liberales de pro me afirman a su vez que "por supuesto que el liberalismo es eso. ¿Qué iba a ser si no?". Mi respuesta a esto es llanamente que Rallo puede decir lo que le venga en gana. Y que justo porque dice lo que le viene en gana, elige hacer mayor hincapié que otros en los principios libertarios como "marco en el que desarrollarse distintas tendencias", y por eso le valoro más que a esos otros. (No sólo por eso, pero principalmente.)

Ahora, por más que diga él o quién sea, los liberales siempre han hablado de "libertad en abstracto" buscando, en realidad, persuadirnos de las bondades de UNA MUY CONCRETA; y así, hacernos pasar a todos por el aro del sacrosanto mercado, la sacrosanta propiedad y los sacrosantos contratos. No digo que nos pretendan engañar necesariamente (habrá de todo). Yo estoy seguro de que la mayoría de ellos lo hacen de buena fe, y porque están firmemente convencidos de que ese es el mejor modo de solucionar nuestros problemas. Pero lo cierto es que eso es lo que ha sido el liberalismo hasta ahora, y no otra cosa. (Yo estaría encantado de que empezara a ser aquello tan "neutro" que predican). 

Y lo mismo ocurre con el economicismo, el atomismo, etc...Pueden negar cuantas veces quieran esas acusaciones, pero tan pronto las niegan se ponen otra vez a parlotear cuatro horas seguidas de economía.. y más economía.. como si en esa dimensión del quehacer humano se hallasen todas las claves y todas las soluciones. 

El liberalismo es economicista, por más que se quiera negar. Su obsesión por supeditarlo todo a la economía, de hecho, roza lo patológico, al menos a mi humilde entender. Muestra de ello es que el Instituto Juan de Mariana se precia de cumplir la misma regla que la Academia de Platón, sólo que poniendo en el lugar de la geometría a la economía.

En resumen, que si los liberales realmente apuestan por la diversidad y la voluntariedad antes que por un sistema político-económico concreto, ¿por qué ninguno, absolutamente ninguno de ellos propone otro modelo que no sea el del laissez faire, laissez passer? ¿Por qué insisten tanto en las bondades del librecomercio y del emprendedurismo (individualismo) si, supuestamente, lo que defienden no es un modelo sino "un marco para modelos de lo más diverso"?
(Al parecer, sí hay uno de ellos por el que se inclinan más que claramente.)

Y ya, para terminar mi alegato: ¿Como puede resultar válido el término "liberalismo" para definir esos principios de escrupulosa voluntariedad cuando anarco-capitalistas de renombre señalan a esa escuela (la clásica, se entiende) como el mayor enemigo de todo libertario?

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Una vez concluido el alegato, vuelvo al terreno que más me preocupa: la transversalidad en la lucha libertaria.

¡Y es que se supone que miramos todos en una misma dirección, y por ello nos calificamos de libertarios! 
...Mutualistas, capitalistas, ruralistas, urbanitas, modernos y reaccionarios. Todos libertarios.
No es esa la única dirección en que miramos, lo que se desprende de los nombres adjudicados a esas "familias". Padecemos bizqueras distintas, por tanto. Pero un ojo debe estar mirando siempre en la misma dirección que el resto, o al menos, eso es lo lógico y lo deseable. 

¡Ya tenemos, pues, más en común que otros clanes con disputas familiares internas!

¿Pero como fiarse, aun así, de que verdaderamente estamos persiguiendo el mismo objetivo? 

Ese es nuestro principal escollo en el tan buscado y necesario diálogo trans-libertario: Desconfiamos todavía de la sinceridad del resto de las "familias". Los mutualistas no ven que los capitalistas estén tan comprometidos como ellos contra la opresión. Ambos tienen distintas manera de entender su naturaleza y sus grados. Y los capitalistas tampoco están nada convencidos de que los mutualistas proclamen una genuína libertad. Estas reservas son perfectamente entendibles. Por eso mismo quiero hacer esta crítica constructiva, no exenta de cierta mala leche, pero en todo caso, con la mira puesta siempre en el acercamiento de posturas, presidida -creo que esto es necesario- por la racionalidad, y huyendo como de la peste del ad hominem, del argumento moralizante, y de la descontextualización tramposa que degenera en chantaje emocional (y en esto sí debo señalar principalmente a la izquierda), porque todo eso no hará sino embarrar y empobrecer enormemente cualquier debate que pudiera llevarse a cabo en un futuro.

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