Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

domingo, 5 de julio de 2015

LA ÉTICA, LA LEY, Y LA EXCEPCIÓN.


Hace tiempo alguien escribió en este mismo blog, comentando aquel llamamiento algo provocador a acercar las posturas de anarquistas y fascistas. Me dijo que eso era irrealizable porque "la izquierda, a diferencia del fascismo, se distingue por colocar la ética sobre todas las demás cosas". Francamente, no quise contestarle por no burlarme de él o preguntarle directamente por la ética del gulag o de la revolución cultural (es un topicazo, lo sé. Pero no por ello deja de ser una muestra sangrante -nunca mejor dicho- de la nula legitimidad de la izquierda para hablar de "ética" con mayúsculas y no de UNA muy particular forma de entender la misma. Como también lo es la del fascismo, dicho sea de paso. Otro asunto es que se comparta.)

El problema de como entender la ética en política hoy se halla polarizado en dos grandes grupos (al menos en Occidente). Estas dos concepciones podrían sintetizarse de la siguiente manera:

a) La ética meramente aplicada en el corto plazo. La ética expresada a través de excepciones a la legalidad vigente. (Ambas tendencias están relacionadas, como luego veremos.)

b) La ética pensando ante todo en el largo plazo. La ética expresada en la igualdad jurídica, y por tanto, en la aplicación impecablemente rigurosa de esa ley (sin excepción alguna.)

La forma "a" suele estar representada por la izquierda, el socialismo, la social-democracia, y muchas veces los nacionalismos y neo-fascismos. Se basa en solucionar los problemas de la gente HOY sin importar -o esa impresión da- si de esa manera pueden crear mayores problemas en el largo plazo de los que van a resolver en el corto (incluso si van a perjudicar en ese futuro a los mismos que hoy pretenden ayudar.)
Ejemplo: Impedir desahucios de personas en régimen de alquiler que no puedan pagar el importe del mismo. Por lo pronto, les ayuda a no perder el techo bajo el que habitan; pero si esa política se mantiene, los dueños de pisos destinados al alquiler se mostrarán cada vez más reticentes a sacarlos al mercado, sabiendo que podrían no pagarles, y por si fuera poco, que en tal caso ni siquiera podrían echar al moroso y buscar otro inquilino. Con lo que, en poco tiempo, será más difícil que nunca encontrar un piso que alquilar; y en consecuencia, todos perderán por igual mucho más de lo que pudieron ganar aquellos "elegidos" a quienes se ayudó. Tambien habría que mencionar la posibilidad que verá inmediatmente el caradura de turno (especialmente en la tierra cuna de la Picaresca) de destinar sus ingresos a cualquier cosa antes que al alquiler, sabiendo que sus "tan éticos gobernantes" ni siquiera se van a molestar en averiguar quién paga porque no puede y quién porque no le da la gana, dado que son tan "éticos" y "confian en el ser humano".
Vemos como se cumplen en ese ejemplo concreto ambas tendencias: El observar tan sólo el corto plazo, y el basar la acción política en la excepción a la ley. Vemos también, por tanto, como hacer salvedades puntuales a las leyes, sea en nombre de la justicia o de lo que sea, provoca que cada vez menos gente se fie de ellas (o, por lo menos, de aquellas que más a menudo están sujetas a excepciones). ¿Alguien cree que esto puede dar lugar, bajo cualquier punto de vista, a una sociedad más ética?
La forma "b" de afrontar esta diatriba quedaría, de alguna manera, mostrada por defecto. Sería la forma que, en principio, evitaría todas esas contradicciones y todos esos círculos viciosos. Se distinguiría, pues, por estar vigilante para no caer en esas trampas.
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Y sí: La defensa más firme de esta postura, hoy, procede del liberalismo. ¿Qué ocurre? Que todos los demás han renunciado a defender unos principios que no debieran pertenecer en régimen de exclusividad a ninguna escuela, sino ser moneda común entre todo DEMÓCRATA que se precie (pretendo hacer un guiño con este subrayado a cierta "neolengua" que corre por ahí, y que pretende asimilar tal palabra nada menos que a "socialista". Pero que no les engañen: Si la democracia no está en LAS FORMAS, es decir, en las REGLAS DE JUEGO -como bien diría un demócrata de pro como Trevijano-, no está EN NINGÚN SITIO.)
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Retornando un momento al texto que nombré hace un rato -y que probablemente hoy no firmaría-, aclararé que ahora mismo me inclino a pensar que esa estrategia del "anarco-fascismo" habría que ampliarla a "anarco-socialismo", "anarco-catolicismo", "anarco-carlismo", y a todos los demás ismos sin excepción (de nuevo, fieles a esa norma básica de cordura). Lo que juzgo más necesario a dia de hoy es, pues, imbuir de los principios libertarios más básicos a toda ideología socio-política. Como dice Rallo, "el liberalismo (aunque yo cambiaria la palabra, desde luego) es un marco de principios éticos en el que pueden desarrollarse luego doctrinas de todo tipo, siempre que estén presididas por la idea de voluntariedad".  Si de verdad fuese eso el liberalismo, yo me declararía liberal sin pestañear. Pero como ocurre que eso responde más bien a "qué es el liberalismo según Juan Ramón Rallo", y según ese relato puntual pensado de cara a transmitir lo que es PARA ÉL la idea esencial, deberíamos quizá buscarle otro nombre como "marco político de libertad" o "consenso previo de voluntariedad". Por falta de términos que no quede.
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Pero sigamos atendiendo a lo que tiene que decirnos este "gramsciano de derechas" (los que conozcan bien sus ideas sabrán por qué lo califico de esta manera). Insisto en que, por encima de "peleas entre bandos", se trata de un intelectual que dará mucho que hablar, y que nos moverá a cuestionar infinidad de ideas asumidas hasta hoy, en lo que resta de esta etapa histórica presidida por la crisis de valores (que aun podría abarcar unas cuantas décadas.)
Y para mostrarles que hay, cuando menos, algo de verdad en esto que digo, yo de ustedes no me perdería por nada del mundo este debate: 
Verán que, al comienzo, parece hasta nivelado, pero conforme avanza, Rallo se "merienda" a Raventós. Y no se puede expresar con mayor amabilidad, porque así es como ocurre. El primero se crece, y la convicción que inspira entra a su vez en un crescendo paralelo, desembocando en el más glorioso de los triunfos (y confieso que se me hace cuesta arriba  reconocerlo, por aquello de estar "mojándome con el liberal"). 
Pero si tienen la deferencia de escuchar ahora esos últimos 4 minutos, podrán comprobar que es, si me permiten la licencia, el final propio de una obra épica. El último en formular una pregunta resulta ser alguien que va "a cuchillo" a por el mentado -se ve que se le ha atragantado la posición defendida por éste- y acude, ya sin rubor, a las más manidas demagogias, al más rastrero chantaje moral disfrazado de argumento. Al verse blanco de semejantes acusaciones injuriosas, la defensa que esgrime Rallo es dificilmente superable en contundencia. Un diez. Chapeau!

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Es evidente que tengo muchas muchas reservar con el liberalismo como sistema de pensamiento (probablemente más en el terreno filosófico que en el político). Pero siempre hay que discriminar claramente, primero: entre la validez (o solidez) de los argumentos concretos y la validez (o solidez) de la filosofía en que se encuadran. Y segundo: entre el sistema de pensamiento (político, filosófico) tomado como un ente homogéneo y diferenciado; y por otro lado, LOS pensadores, LOS filósofos, LOS enfoques, LAS perspectivas PAR-TI-CU-LA-RES; las cuales debieran ser, seguramente, más valuables por sí mismas que atendiendo a la "escuela" a que "pertenecen".

Es obvio, por otra parte -y esto hay que dejarlo claro- que cuando hago notar que, con frecuencia, los argumentos liberales superan en objetividad a los socialistas, ello no implica en absoluto que sean también superiores a otras muchas perspectivas políticas a las que se alude menos. (Hay mundo más allá del binomio socio-liberal). En el contexto de las ideas que allí se enfrentan, "el liberal" supera "al socialista". Pero asimismo, resultan enfrentarse, hay que recordarlo, dos paradigmas que son igualmente materialistas, economicistas y universalistas; y todo ello está, por causa directa o indirecta, en el centro de mi crítica a esa filosofía; amén del famoso individuo-átomo y el famoso mercado-libre que nadie ha visto, al menos en este Manvántara.

Por decirlo en pocas palabras: mis reservas con el liberalismo son, seguramente, más filosóficas que políticas. Aquello que defiendo en este contexto, por tanto, es la postura PARTICULAR de Rallo antes que "la postura liberal". Ya aclaré que me parece más constructivo valorar los pensamientos de los individuos al margen de la etiqueta con la que se identifiquen (los pensadores son uno de los pocos grupos que alcanzan la categoría de individuo, aunque no se excluye que se comporten como masa en otros ámbitos de la vida, pero ese sería ya tema de otro escrito). Decía que yo opto por valorar los pensamientos individuales por si mismos más que como pertenecientes a "un club". Porque ocurre que, frecúentemente, encuentro más distancia entre el valor que le otorgo a dos ideólogos de una misma escuela que la que veo entre dos de escuelas distintas. Por acudir a dos ejemplos que estarían notablemente alejados entre sí, y que efectivamente, valoro por diferentes motivos, podría nombrar al mismo Juan Ramón Rallo y al también libertario, pero anticapitalista, Félix Rodrigo Mora.
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Se me confirma, por todo esto que he intentado transmitirles, aquello que ya manifesté en otro texto dedicado a la libertad, la ética y el Estado: Los principios liberales son para mí un faro, nunca una doctrina que, desde mi perspectiva, merezca asumirse por entero. Una referencia moral en el horizonte y no, como para otros, una serie de preceptos que deban bastarse por sí mismos y presidir toda reflexión socio-política como si no existieran otras perspectivas que pueden complementar, y hasta poner en cuestión, algunos puntos de esa ética que se pretende autosuficiente. 

Y si el liberalismo es un faro, ¿el socialismo, entonces?
Más bien se asemejaría a las luces de neón de una wiskheria.


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«He aquí el estado del proceso. El socialismo denuncia sin tregua las maldades de la civilización, consigna día por día la impotencia de la economía política para satisfacer las atracciones armónicas del hombre, y presenta querella sobre querella; la economía política llena sus autos con los sistemas socialistas que pasan unos tras otros, y mueren desdeñados por el sentido común. La perseverancia del mal alimenta las quejas de los unos, y los constantes descalabros de los reformistas dan materia a la maligna ironía de los otros. ¿Cuándo llegará el día del fallo?»

(Pierre Joseph Proudhon, ´Filosofía de la miseria`.)


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«Con la excepción de Holanda y Suiza, el Estado reina triunfante en todos los países de Europa. En nuestra "nueva" civilización existe la esclavitud obligatoria de las masas y, por razones de beneficio económico, la lealtad más o menos voluntaria a las clases económicamente privilegiadas al Estado. Y las llamadas revoluciones del pasado -incluyendo la gran Revolución Francesa, pese a los magníficos conceptos que la inspiraron-, todas estas revoluciones no han sido otra cosa que las luchas entre las clases explotadoras rivales por el disfrute exclusivo de los privilegios que les brinda el Estado. No expresan otra cosa que la lucha por el dominio y la explotación de las masas.»

(Mijail Bakunin, ´Crítica del determinismo económico y el materialismo histórico.`)

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