Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

jueves, 3 de noviembre de 2016

¿Cómo se origina la creatividad?

Autorretrato de Vincent Van Gogh, 1889. El pintor holandés
es una de las primeras figuras que nos viene a la mente
cuando hablamos de neurosis y creatividad.
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Comencé a reflexionar e indagar sobre este asunto a partir de una pregunta que me vino a la mente y que pensé que podría ofrecer alguna clave al respecto. 

La pregunta era ésta: ¿Es posible que la vinculación entre neurosis y creatividad tenga que ver con el esfuerzo que se ve obligado a hacer el neurótico para encajar en el grupo, así como para dominar, o bien disimular, sus propias neuras; todo lo cual requiere un uso imaginativo (creativo) de los recursos con que cuenta?

Si lo planteo como pregunta es, evidentemente, porque no pasa de ser una hipótesis. Y, aunque prometedora y fecunda, hay explicaciones alternativas que parecen igual de plausibles y que tampoco implicarían necesariamente descartarla, si partimos de la base de que estamos ante un fenómeno multi-causal.
El proceso de darle vueltas a un asunto de forma recurrente y con pensamientos negativos (la neurosis) tendría un beneficio: la generación de nuevas ideas. (Fuente aquí)
Esta sería otra hipótesis con visos de dar una explicación, como digo, al menos parcial del fenómeno que nos hemos propuesto analizar. Guardémosla pues en la recámara, porque nos seguirá siendo útil aun en el caso de que la presentada aquí resulte tan provechosa como intuímos.

Hecha esta aclaración, puedo permitirme desarrollar la idea con más detalle.

Se ha comprobado, por un lado, que hay más porcentaje de personas creativas entre los neuróticos que entre los no neuróticos. Por otra parte, también muchos han comprobado, al menos a nivel personal, que la creatividad en una disciplina concreta ayuda con frecuencia a desarrollarla en otra, y que en cuantas más disciplinas se desarrolle, se hace cada vez más fácil extenderla al resto, igual que ocurre con la facilidad para aprender idiomas. Y quizá la forma de creatividad más básica es la social e inter-personal: idear “trucos”, caminos alternativos, creativos, para burlar los patrones de conducta que observamos en nosotros y que juzgamos contraproducentes.

Pero intuyo que va más allá de la neurosis (o de la psicosis) como rarezas concretas y que es aplicable a cualquier tipo de “rareza”, de desviación de la media. Podría tomarse en cuenta por ejemplo la relación no confirmada pero sí observada a menudo entre creatividad y homosexualidad; y aunque quizá no resulte tan clara como la anterior, parece responder a la misma lógica: la necesidad de ser creativo en orden a disimular lo que nos hace “demasiado” peculiares y así lograr encajar en el medio (y en la media) social. Y si bien hoy, y al menos en Occidente, en el caso de los homosexuales ya no resulte tan imperativo, sí lo ha sido históricamente. 

Sería por lo tanto extensible, como digo, a cualquier característica que haga al individuo marcadamente distinto al resto de sujetos en su entorno. Se aplicaría, entonces, también a una mujer en un mundo de hombres (o viceversa), así como al judío entre cristianos o al africano entre europeos. Sería bien interesante a este respecto estudiar la biografía de los más destacados músicos o artistas afroamericanos. Y sería no menos interesante relacionarlo con lo mestizo y lo fronterizo: hay también un gran porcentaje de personas creativas o que destacan en diversas disciplinas entre quienes tienen doble nacionalidad y hablan fluidamente dos idiomas; esto es: entre los que se hallan a caballo entre dos mundos.
Algunos estudios con niños bilingües indican la presencia de ventajas cognitivas en tareas de creatividad verbal. (Fuente aquí)
Desde luego, existen enfoques muy diversos sobre la creatividad. Se han ensayado muchas formas de definirla y ubicarla dentro de las capacidades cognitivas. Aquí nos hacemos eco especialmente de lo que se ha llamado modelo transaccional.

Este modelo "explica la creatividad sobre la base de la interacción con el medio ambiente. La meta esencial del organismo es dar forma al entorno, más que ser conformado por él. Esta tendencia de configurar al medio puede ser bloqueada por las fuerzas sociales (educativas) impositivas que adoptan maneras de condicionamiento e instrucción en la conformidad." (Fuente aquí)

A su vez, esta perspectiva entronca en gran medida con la forma en que entiende este potencial Albert Reyndsy. Según él, la creatividad “se expresa a través de decisiones y no de productos, utiliza como medio el conocimiento de la personalidad y del mundo propio, es altamente intencional, es emergente, y se convierte en un compromiso interno.” (Fuente aquí)

Si el entorno es de algún modo hostil, si adaptarse a él constituye un desafío, el potencial creativo del individuo, que quizá en otro caso pudo quedar inexplorado, se ve obligado a desarrollarse en orden a sobrevivir y optimizar la relación con el medio.

El caso de Freddy Mercury, sin duda uno de los mayores genios
musicales del s. XX, podría ser muestra del posible vínculo entre 

la actitud o talento creativo y la peculiaridad biográfica
de hallarse tanto a caballo entre dos mundos (su 

Zanzibar natal y la Inglaterra que le acogió) 
como entre dos sexualidades.
Por tanto debería darse una coincidencia entre el potencial alojado en el sujeto y el estímulo procedente del exterior. Ya sea la creatividad algo que poseen todos los individuos o unos pocos 
–no hay datos concluyentes sobre ello- aceptaremos que no está igual de desarrollada en todos, y parecería sensato asumir que tampoco está homogéneamente extendido el potencial para desarrollarla. 

Pero aún debe darse otra coincidencia más. Pues la personalidad parece ser otro factor clave. Y aunque se ha definido a ésta de distintas formas, todos los estudiosos parecen coincidir en ciertos rasgos propensos a favorecer el desarrollo de una vocación creativa, como son el inconformismo, la ambición o la fuerte afirmación de la individualidad.
Eysenck plantea tres tipos de variables para obtener resultados creativos. En primera instancia menciona las variables cognitivas, en donde se destacan la inteligencia, los conocimientos, las habilidades técnicas y el talento especial. Luego menciona las variables ambientales, como los factores políticos, religiosos, culturales, socio-económicos y educacionales. Por último, se refiere a las variables de personalidad, que son la motivación interna, la confianza y la disconformidad. Por su parte, Gardner menciona algunos rasgos de la personalidad comúnmente presentes en los creativos: Los estudios de personas muy creativas indican que éstas tienden a destacar más por la configuración de su personalidad que por su puro poder intelectual. Cuando ya son capaces de realizar obras que se consideran creativas, difieren de sus compañeros en cuanto a ambición, confianza en sí mismos, pasión por su trabajo, insensibilidad a la crítica y por su deseo de ser creativos, de dejar huella en el mundo. Para Maslow la actitud creativa requiere fortaleza y coraje e indica que los estudios sobre personas creativas presentan algunas características relacionadas con esta condición como la obstinación, la independencia, la autosuficiencia, algo de arrogancia, fuerza de carácter y del ego. (Fuente aquí)
Hablamos pues, más que de una triple coincidencia como condición necesaria, de tres factores que contribuyen a que aparezca la “mente creativa”, los cuales se refuerzan entre ellos. No aparecerá únicamente si todos se dan con pareja intensidad, sino que dependiendo de la fuerza con que se presenten unos y otros, esa creatividad se verá más o menos potenciada. O al menos esa es la explicación que parece hasta el momento más completa y satisfactoria. Además la idea esencial parece encajar también con la Teoría Triárquica de la inteligencia de Robert J. Sternberg. 
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Pero todavía podemos dar un salto conceptual y enfocar la creatividad de una forma, digamos, más metafísica. Y es que, en un sentido muy esencial, la misma vida implica creatividad. Según Perls, Hefferline y Goodman, "todo contacto es el ajuste creativo entre el organismo y el entorno." 
(Fuente aquí)

Debemos recordar a colación de esto que la función evolutiva del cerebro no es otra que la adaptación al medio y la transformación del mismo. Y ese medio en el caso humano consiste en gran medida en otros humanos, lo que antes llamábamos la tribu y lo que ahora llamamos el entorno social más cercano.

Se puede inferir por ello sin demasiado riesgo que tanto el lenguaje como la empatía y la creatividad nacieron también con esa principal función. Parece reforzarse así la idea inicial de que es esa dificultad extra en la adaptación al medio la que puede hacer saltar la chispa de un potencial creativo hasta entonces dormido.
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Y ya para concluir, no podría dejar de mencionar aquí otra hipótesis de la que ya he hablado más veces, y que parte de la intuición, por momentos convicción, del estrecho vínculo que existe entre la creatividad y la libido.

Freud por supuesto ya habló de algo similar. Él lo llamó sublimación, y lo describió como “el proceso en el que las fuerzas instintivas sexuales son desviadas de sus fines sexuales y orientadas hacia otros distintos, proporcionando poderosos elementos para todas las formaciones culturales.” 
(Fuente aquí)

No obstante, si bien guarda relación con la hipótesis que mantengo, no se trata exactamente de la misma idea. El proceso descrito por Freud, sea real o una mera elucubración, consiste en la transformación y redireccionamiento de los instintos sexuales, mientras que en el que intento describir yo, el impulso sexual, más que transformarse en otra cosa (en creatividad artística o de cualquier otro tipo), la potenciaría.
Sigmund Freud ideó un método de análisis y terapia
psicológica bastante cuestionable pero asimismo
aportó grandes hallazgos a la ciencia psiquiátrica
y fue enormemente fecundo en intuiciones
sobre la psique y la condición humana a las que
todavía hoy seguimos dando vueltas.
Aun con todo, sería posible que ambas cosas fuesen ciertas y resultasen complementarias. Podría ocurrir que en una fase más primitiva de nuestro desarrollo cultural, la creatividad vinculada a la búsqueda de pareja sexual se limitara a las estrategias propiamente reproductivas, y que al desarrollarse la civilización, y con ella la represión que según el mismo Freud la sostiene, parte de esa energía se sublimase y transformase en una creatividad de tipo más sofisticado; lo cual de todos modos no estaría por fuerza alejado de la pura y dura estrategia reproductiva, dado que, al mismo tiempo que nuestra sociedad se torna más compleja, también lo hacen las diversas estrategias para encontrar pareja.

Podríamos hallar una explicación de todo ello, de nuevo, en la programación evolutiva. Encontrar parejas sexuales es uno de los más acuciantes objetivos en todo ser sexuado. Tiene sentido, por tanto, que nuestra capacidad creativa se dispare ante la perspectiva del coito. Encontraría explicación así que un pico en nuestra libido vaya acompañado de otro pico en nuestra creatividad, ya que la competencia de otros machos obligaría a dar lo mejor de sí y buscar trucos y atajos varios para lograr atraer a las hembras. Y no sólo tendría sentido en el caso masculino, sino que es muy posible que lo tenga igualmente en el caso de las mujeres, dado que ellas también se ven obligadas a competir por los machos disponibles.

La capacidad creativa humana, en suma, parece consistir en una sofisticación, como en tantos otros ámbitos, de la creatividad inherente a todo ser vivo. Es por ello mucho más compleja, diversa e impredecible; y es también por ello mucho más fascinante y misteriosa, capaz incluso de obrar lo que a nuestros ojos parecen “milagros”.
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