Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

lunes, 6 de abril de 2015

"Los síntomas y los males"

Hoy debemos enfrentarnos a una pregunta clave:

¿Debemos ayudar a los "desequilibrados" o, más bien, deberíamos aprender algo de su desequilibrio?

¿Debemos curar la insatisfacción o, por el contrario, indagar en sus motivos más profundos?


¿Es más ético tratar de arraigar al desarraigado, o permitir que su desgarro individual y patente ayude a tomar conciencia de nuestro desgarro colectivo, más sublimado, o reprimido?














Todas esas formas genuinas de respuesta violenta a la sociedad actual: 
Los "rumbos extraviados", los descreimientos profundos, las crisis personales de todo tipo, las situaciones de marginación voluntaria, de declarado desprecio y oposición a la vida moderna, no deben intentarse corregir; más bien, debiera permitirse que se desarrollen plenamente, de modo que sirvan de testimonio vital, de termómetro de nuestra época.
Pues el único fin efectivo de apaciguar o remediar estos "males", aunque no tengamos el valor de reconocerlo, es conservar intacto el modelo de vida que provoca la manifestación de esos síntomas. Por tanto, hacerlo no supone otra cosa que un suicidio inconsciente, una huida cobarde hacia delante.

¡Exacto!... ¡Síntomas, y no males en sí mismos!
¡He ahí la clave! Y he ahí el porqué debiéramos, más que buscar remediarlos, 
alentar que broten por doquier. 
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¿De qué otro modo podemos diagnosticar, con mayor acierto, la enfermedad que padecemos?
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Sí, podemos prestar apoyo HOY a su angustia, pero con esa acción, por sí sola, estaríamos favoreciendo el que este régimen de cosas se perpetúe, 
estaríamos insuflándole vida con cada parche que ponemos sobre cada uno de los síntomas, mientras estos no paran de multiplicarse.


¿Es ético, entonces, socorrer al enfrentado con el mundo, y consigo mismo, 
y reintegrarle en la "normalidad" enferma de la que se ha desprendido, 
como gota que rebasa el vaso?

¿Es, de verdad, lo más "humanitario" apaciguar el dolor de quienes expresan antes que los demás las contradicciones de nuestra civilización, de nuestro tiempo?
Si lo ético, o lo "humanitario", se identifica con el bien de todos, o de la mayoría, evidente es que no hay nada de compasivo en ello, sino mucho de cruel, despótico, e insensato.

¡Alegrémonos de que surjan por doquier los síntomas de la desintegración, pues son el signo de que este error en que vivimos toca a su fin!


Es la mejor situación que podemos desear, porque de lo contrario, nada nos indicaría el error, nada nos alejaría de la manera de existencia que provoca tales desarmonías.

¡Celebremos que crezcan las legiones de almas atormentadas, pues sus alaridos nos alertan del tormento que en todas nuestras almas ya germina!


Ellas son la visión, a modo de presagio, del destino que a todos nos aguarda, 
aunque sea con desigual prontitud, y distinta cualidad, en cada caso.
No son las existencias desgarradas, pues, sólo un problema de aquellos que las manifiestan, 
sino que constituyen una suerte de "élite del malestar", 
una "vanguardia del sinsentido existencial" en toda su apoteósis; 
esto es, son las maestras de las ineludibles legiones de almas torturadas que se irán sumando, exponenciálmente, a aquellas "pioneras" que nos mostraron el camino.. 
..amargo camino, sí, pero inevitable, por mas que pataleemos 
o nos refugiemos en un optimismo ciego y pueril.


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