Muchas clases de irracionalidad han sido ya destripadas, de izquierda a derecha y de lo internacional a lo local, pero restaba hablar de toda esa nube de polvo (por no usar otra palabra más fea, y que se ajustaría mas a la realidad) levantada en torno a Venezuela y a todo aquel fenómeno político al que se le encuentre mínima relación con aquel país, su gobierno y las posiciones que defiende.

"¡Chavez, Chavez! ¡El terror rojo!"
"¡Vinculos con la República Bolivariana de Venezuela!"...
"¿Saben lo que significa eso, no?"

Pero tan sólo el creer que los demás también creerán en ella ya debiera suponer el total descrédito de quién pretende tal cosa. Pues implica insultarles: pensar que la gente se tragará lo que sea, incluso una barbaridad como dar a entender que los resultados de una política son equivalentes aunque la situación de partida sea del todo distinta. "¡Si se aplican esas medidas, mañana esto será igualito que Venezuela!"
Da igual que, someramente analizado, tal argumento no se sostenga lo más mínimo. Lo único que se quiere es buscar una sucesión de conceptos e imágenes que causen impacto en el público. Repetirlas tantas veces como haga falta. Ofrecer una realidad masticada. Orientar cuidadosamente la perspectiva del televidente o del lector, torciéndola y volviéndola a retorcer para hacer que eventualmente coincida con la del encantador de serpientes de turno.
Pero cuando a todos esos vocingleros se les llena la boca con esa palabra plena de connotaciones negativas, "bolivariano", ¿acaso saben lo que están diciendo? NO, NI LO SABEN NI LES IMPORTA LO MÁS MÍNIMO. A ellos sólo les preocupa lanzar mensajes catastrofistas, y conquistar al público mediante el miedo atávico, ya que no pueden hacerlo mediante argumentos, pues han perdido ya toda legitimidad y credibilidad en ese espacio.
¿Elevarán en algún momento el debate de lo contingente al entorno más amplio en que éste se enmarca? ¿Les hablarán alguna vez del contexto histórico, sociológico, o geopolítico en que surgió ese "gobierno tan malvado" empeñado en locuras tales como defender su soberanía o trabajar en pos de la unión de América Latina, deuda histórica pendiente, y causante en gran medida de los problemas que arrastra el continente? ¡Noooo, ¿para qué?!...¡Como si a ellos les preocupase hacer pedagogía, y explicarle a la gente con rigor qué es lo que ocurre y por qué ocurre! No, resulta mucho más útil repetir diez veces seguidas una imagen o unas declaraciones sacadas de contexto y exprimirlas tal como haría la prensa amarilla (o rosa) y acto seguido, turnarse todos esos mercenarios mediáticos para ir inflando e inflando el tono acusatorio en la misma medida en que se va esfumando todo rigor y toda honestidad.
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Simón Bolivar, ´Libertador`. |
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Se desprende de todo lo expuesto algo muy claro: Lo que estamos diciendo aquí no es que el gobierno de Chavez -que hoy heredó Maduro- sea un ejemplo para el resto del planeta. Tampoco decimos que no haya elementos dentro de ese gobierno que sean más dignos de desprecio que de admiración, o que no existan infinidad de razones para criticar al Régimen venezolano en su conjunto. Lo único que pretendemos decir es que resulta del todo deshonesto referirse al Chavismo sin ponerlo en su debido contexto histórico y geo-político; lo mismo que empeñarse en que la gente crea que, incluso si se aplicasen las mismas medidas en España que en Venezuela (cosa del todo absurda, pues son dos países muy distintos cuyas realidades no pueden llevar de ningún modo a unas exigencias paralelas), se producirían los mismos resultados, y por tanto, nuestro país no tardaría apenas nada en parecerse enormemente a aquel.
Este es, en resumen, el fanatismo e irracionalismo que queríamos denunciar en este capítulo. (Que, por supuesto, convive con un fanatismo e irracionalismo de signo contrario. ¿Pero eso hace que cualquiera de los dos lo sea tan siquiera una pizca menos?)
El que hemos abordado sería, entonces, un tipo de extremismo que se distingue especialmente por el reduccionismo y la descontextualización. Ya se dará cuenta el lector de que en todo radicalismo suelen darse estas dos tendencias. Lo que queremos decir por tanto es que, en este caso, son ellas las más reseñables. Así como es también reseñable su dimensión pragmática, la propagandista; dimensión que, no obstante, no debemos tomar nunca como si fuese la única, pues existe un gran número de individuos verdaderamente persuadidos de la necesidad de tal "cruzada anti-bolivariana", más allá de los réditos políticos puntuales que se obtengan de ella.

NI MÁS, NI MENOS.
Pero ¿entenderán finalmente algo de esto todos esos mercenarios de la política y los medios? ¿Intentarán enmendar parte de su irresponsabilidad de aquí en adelante?
Pueden ustedes estar seguros de que no.
No mientras la miseria de los partidismos y los bandos ideológicos sea lo que presida todo el debate político. No mientras la defensa de la verdad no sea la prioridad, y lo sigan siendo aquellos intereses partidistas.
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