Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

martes, 8 de septiembre de 2015

"La moderna Confusión de Lenguas" (I)

~Los relatos socio-políticos: La nueva Torre de Babel.~

Los hechos son hechos. Por sí mismos, nada revelan sobre otros hechos. El problema empieza cuando cogemos algunos de ellos, más o menos inconexos, y los hilvanamos a la manera de las cuentas de un collar. Ahí es cuando se da la gran Confusión de Lenguas, mismamente como la del Antiguo Testamento. Cuando con esos hechos aislados decidimos construir un relato; lo que no está mal por principio, y de hecho es necesario, pero hay que saber cuando ponerle freno.

Como cada uno asumimos uno diferente, y conviven en la misma sociedad relatos conservadores y progresistas, nacionalistas e internacionalistas, libertarios y liberticidas.. nuestra correcta comunicación depende de que nos remitamos a unos mismos axiomas y mitos. El que se reconoce en una cosmovisión como la de la lucha de clases jamás podrá entablar genuíno diálogo con quien se reconoce en una cosmovisión más individualista.

La ideología funciona mediante relatos. Y según en qué medida los interiorices, más tenderás a confirmarlos al observar la realidad. Por la sencilla razón de que estarás predispuesto a centrarte en los factores que el relato al que te adscribes resalta, y a omitir aquellos que no suele tener en cuenta.

Quiero poner un ejemplo que considero sumamente revelador a este respecto. El otro día estaba viendo un interesantísimo documental sobre la explosión de la música Disco. Allí se relataba el apogeo y el declive de este género en la cultura occidental. Cuando llegó el momento de narrar la segunda etapa, nos muestran una reunión multitudinaria celebrada en un estadio con motivo del despido de un histórico disc-jockey de la radio americana. Los allí congregados querian expresar el hartazgo por la manera en que el sonido Disco lo habia copado todo, barriendo al Rock&Roll y otros estilos antes muy populares. Entonces es cuando hace su aparición ese prototipo de feminista y progresista norteamericana -mal peinada y mal vestida, con la camisa de leñador que nunca puede faltar- hablando de que, en el fondo de esto, lo que había era un movimiento anti-feminista y anti-homosexual. 

¡Maravilloso!, ¿no creen? Ésto es un magnífico pretexto para coartar la libertad de expresión prácticamente sin límite alguno. 
Entiéndanme. A mi me parece perfecto que esa señora tan politizada y tan "comprometida" con nosequé "luchas" quiera defender esa tesis sobre el movimiento anti-disco o sobre cualquier otro; siempre, claro, que se tomen también en cuenta otras perspectivas sobre el mismo fenómeno. 
Estos relatos reduccionistas, polarizados y politizados, como no me cansaré de decirles, lo único que favorecen es la incomunicacion y el conflicto. No favorecen en ningún caso el avance hacia "un mundo mejor" como parecen creer quienes se reconocen en ellos.
Lo mismo ocurre cuando se narra la historia de una celebridad que era homosexual y se comentan cosas como que "nunca dejo de mostrarse orgulloso de lo que era", o que "respondió siempre con contundencia a todo aquel que pretendió estigmatizarle". No dudo de que estas actitudes puedan verse como ejemplares. Ahora, siempre que el relato no se quiera extrapolar de la figura concreta de la que se habla a todo "el colectivo"; de tal forma que sus actitudes personales e intransferibles se usen para construir una artificial, casi arbitraria, historia de la "lucha homosexual". ¿Pero qué derecho tenemos nosotros a presuponer que las actitudes, acciones, y personalidades aisladas de todos esos personajes célebres de nuestra historia formasen parte de ninguna lucha colectiva? Y aún más: ¿por qué esas personas, que entre otras muchas cosas, fueron homosexuales, debían reconocerse en mayor medida en ese colectivo que en el de los escritores, actores, músicos.. el de los norteamericanos, ingleses, españoles..o el de los negros, blancos, o mestizos?, cosas todas ellas que también fueron esos personajes de que se nos habla.

Lo que ocurre aquí, según me huelo, es que la nueva izquierda (creo que es un fenómeno reciente) se cree tan legitimada para imponer sus valores y sus diagnósticos a los demás que apenas contempla el poner en duda que, por ejemplo, la "militancia gay" tal como ellos la entienden deba ser la prioridad para todo homosexual, sin tener en cuenta si esta misma persona forma parte también de otros grupos, minoritarios o no, a los que quizá otorga mayor papel en su vida. 
¿O es que han dado ellos con la fórmula para clasificar injusticias por orden de importancia? .. ¿Quienes somos nosotros para dictarles a los demás con qué colectivo deben sentirse más identificados o con cual de ellos deben comprometerse más?

¿Qué es eso de que "la lucha" de cada mujer, o de cada homosexual, es "la lucha de todo el colectivo"? Éste es un relato con dos caras: en un primer vistazo es cándido; y en un segundo, culpabilizador; ya que si no te sientes identificado con quienes pretenden representarte, por pertenecer a X o Y colectivo,  se desliza la idea de que esto implica de algún modo una traición. ¡Tantas cosas se dan por sentadas como si tal cosa!... ¿Por cual método obtenemos tamaña certeza de que aquellos homosexuales que "defendieron sus derechos" lo hicieron en nombre de ningún colectivo más que a título estrictamente personal? ¿Y qué maldita razón hay para dar por hecho que la condición de homosexual sea para cualquier persona más relevante que su condición de europeo, americano, hombre jovial o taciturno, literato, músico, cineasta, o equilibrista?
En el fondo, estas "luchas" consisten en el puro y duro chantaje emocional. Y a pesar de que a muchos les escueza que lo exprese así, son una moda pasajera como tantas otras. Pues lo que se persigue con ellas no es inocular un poco más de sensatez o de racionalidad en las relaciones humanas. Para hacer eso bastaría con la labor cotidiana de explicar la sinrazón de algunas ideas preconcebidas sobre los homosexuales, las mujeres, los negros o los chinos. Pero esa labor debe ser realizada con HUMILDAD y paciencia, no entrando como elefante en cacharrería. No con esa arrogancia que muestran hoy los grandes moralistas que se arrogan la representación de todos los excluidos de la Tierra. Porque, lejos de conseguir armonizar esas relaciones sociales, lo que logran es todo lo contrario: polarizar a la sociedad y crear conflictos donde antes no los había. Esto se debe a su modus operandi, que consiste en generalizar irresponsablemente, promover victimismos y culpabilizaciones sin límite, y contar relatos deformados de la historia que sirven a los anteriores propósitos.
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Uno de los habituales contertulios de los foros que frecuento, camarada libertario -aunque bastante más "escorado a la izquierda" que yo-, y persona digna de respeto intelectual, a pesar de disentir con él en tantas ocasiones, expresó hace poco de la manera más sintética concebible cual es la posición de la que parten hoy la mayoría de los feminismos. El comentario se produjo a raíz de la imagen publicitaria que vemos en el lateral. Su conclusión era la que podemos leer bajo el mismo:

El hecho de que la mujer sea aún centro de la mirada juzgadora da plena cuenta de lo lejos que estamos aún de haber alcanzado los objetivos del feminismo y por tanto de la ilusión que suponen los discursos que tratan de hacer ver lo innecesario del mismo.

A mí el anuncio no me provoca otra cosa que una sonrisa. Tiene un punto naíf y bastante bobo, como gran parte de la publicidad; pero los feministas siempre tienen que sacarlo todo de quicio. Fíjense que el niño es "conquistador" pero la niña NO es "pasiva" según dice ahí. Lo asumen ellos. 
Aún así, da igual, si no lo dice ahí, lo digo yo: LA MUJER ES , por lo general, MÁS PASIVA Y MÁS SELECTIVA, ASÍ COMO EL HOMBRE ES MÁS ACTIVO Y MENOS SELECTIVO. ¿De verdad cree alguien que pueda ser fruto del azar el que se comporten de manera análoga a sus células reproductoras?... ¿Acaso se conocían ya esas células cuando los supuestos "roles de género" se "inventaron"?... ¿Pero cómo puede alguien con dos dedos de frente defender que todo ello tenga origen en la cultura? -Con todos los respetos, y valga la expresión-, dado que aquí no pretendo referirme a la capacidad intelectual per se; pues personas de probada inteligencia y abundantes lecturas a sus espaldas, como es el caso de mi camarada, llegan a menudo a ellas. 
Ya dijimos que todo depende del relato que cada uno asuma. Y puede que el mío también sea un relato más; aunque, desde luego, lo considere mucho más próximo a la verdad.
Pero retomemos el enfoque anterior. El diagnóstico esencial es que quienes se identifican con las reclamaciones feministas están molestos con la desigualdad. Pues bien, yo lo traduzco, o lo reinterpreto de otra forma: Están peleados con la Naturaleza (aun siendo al mismo tiempo, en muchos casos, ecologistas y animalistas) ¡Y justamente están negando su animalidad! ... 

No obstante, descuiden. Dejen que ella -su animalidad, su naturaleza- siga su curso y les acabe mostrando la cruda verdad: Pues tan sólo lograrán alcanzar ese arcadia igualitaria cuando todos nos hayamos convertido en cyborgs o algo parecido. 

No es de extrañar que quienes parten de estas premisas nihilistas o prometeicas (en las peores acepciones de estos términos) y construyen todo su relato a partir de ellas acaben finalmente llegando a conclusiones tan grotescas, tan ridículas, como aquella de que "la penetración en el coito es expresión del dominio patriarcal" -de lo que también se deriva diréctamente la exigencia de una "redistribución igualitaria de los placeres"- o la de que "los niños debieran ELEGIR cual es el sexo con el que se identifican antes de que la sociedad decida por ellos" -sexos que hoy ya no son sólo dos, lo cual vendría a sumarse a las muestras del arbritrarismo y relativismo desatado en que nos hallamos inmersos-.

Los hippies del futuro pasarán a representar el sector más conservador de todo Occidente en el terreno moral (y probablemente también en el cultural). Porque llegarán finalmente a percatarse de que defender el regreso a la Naturaleza o a los "modos de vida sencillos" -también llamados "tradicionales"- necesariamente debe ir unido a regresar también a los roles, también naturales o tradicionales, adjudicados a ambos sexos. Así como al aprecio de lo que, por lo general, entendemos por viejas costumbres; las cuales suelen corresponderse con virtudes sociales que nuestros ancestros, generación tras generación, seleccionaron como las más convenientes para la supervivencia del clan, de la tribu y de la especie.
Los hippies, en el fondo, buscan arraigarse. Y como nuestra decadente civilización no les ofrece raíces sustanciosas, tienen que ir a buscarlas a otras partes.

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Pero pasemos ahora a la economía:
Los socialistas llevan pensando mucho tiempo que el mundo está dominado por los valores liberales. Y quienes, por el contrario, se adscriben a éstos últimos creen que los que han predominado en los últimas décadas son los de aquellos. Es evidente que ambos exageran. La tónica habitual en sendos discursos es ver el vaso medio vacío. Lo cierto es que hay una mixtura, un cierto equilibrio precario entre valores de uno y otro signo.
El primer relato se tambalea muy mucho cuando pensamos en lo siguiente: Mientras nos dicen que en los últimos años nos ha asolado una ola de neoliberalismo, los presupuestos de la mayoría de los Estados no han parado de aumentar. ¿Hay cosa más incongruente?
El segundo se tambalea, no sé si más o menos, pero de manera cualitatívamente similar, cuando advertimos el trazo grueso que se usa desde las tribunas liberales, calificando poco menos que de "puro socialismo" a todo aquel régimen que no es "puramente liberal". Con lo que caemos de nuevo en la misma trampa: el vaso medio vacío, la parte por el todo, el reduccionismo como arma del sectarismo más irreflexivo.

Si una función primordial tienen estas posturas hiperbólicas, y de algún modo victimistas, diría que es la auto-legitimación. Una doctrina política o económica adquiere fuerza cuando asume, de algún modo, el papel de "gran incomprendida". Por muchas posiciones que haya logrado conquistar el ideario socialista, o por más valores liberales que se encuentren entre los más visibles de nuestra cultura moderna, nunca serán suficientes para ninguna de esas dos doctrinas; siempre se presentarán a sí mismos como "los perdedores", o los "marginados" de un ambiente presuntamente dominado por los valores del adversario.

Ambos se hacen mutuas acusaciones que tienen cierta razón de ser (aunque bien saben ustedes que yo comulgo bastante más con unos que con otros). No obstante, no están aquellos más cercanos a mi sentir libres de carencias y omisiones en su discurso. El liberalismo, aunque acertado y riguroso en mucha mayor medida que sus oponentes, no deja de caer en vicios, en manías, en inercias como la del tan mentado economicismo, así como la irresponsable elusión del debate en torno al avance científico y tecnológico, con lo que incurre por momentos en algo muy cercano a la cienciolatría, tecnolatría, o progresolatría. (Y ni que decir de los culos-prietos que no saben salir del Non Agression Principle).

Pero esta controversia tiene más caras y aristas de las que podamos imaginar a simple vista. Es habitual confundir economicismo con atribuirle su justa importancia a la economía. Por ejemplo, uno puede hacer ver que en el auge o declive de una civilización, no siendo el único factor el económico, sí puede ser el determinante; ya que si es éste el primero en manifestarse, especialmente si lo hace con crudeza, fácilmente puede arrastrar consigo el surgimiento de todos los demás.

Puede ser útil para aclarar esta clase de malentendidos lo siguiente: Cualquiera puede advertir que cuando afirmamos que "la razón es muy necesaria" no equivale esto a ser racionalista. La afirmación propia del racionalista sería la de que "la razón se basta por sí misma", o que "nada escapa a la razón". De igual modo, la afirmación propia del economicista sería que "la economía lo solventa todo" o que "todo debe supeditarse a la economía". Pero no desde luego que "la economía es de enorme trascendencia", dado que ello no es más que una constatación en la que caben pocas disensiones.
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Por esto último, especialmente, me he visto impelido desde hace tiempo a nutrirme de distintas perspectivas, tanto en economía y política como en sociología, filosofía, psicología y esoterismo, para pasar a interiorizarlas y, tras ello, procurar extraer lo que de más valioso pueda haber en ellas. Aunque aquí no puede dejarse de aclarar que valioso no siempre equivale a verdadero. Se hallan, pues, en todas ellas -en unas más que en otras- algunas certezas y también algunas dudas razonables, o acaso un hilo prometedor del que tirar. El ejercicio final, y a veces intermedio, pues siempre quedan conclusiones provisorias sujetas a posible refutación, es el de divulgar estas perspectivas procurando con extremo celo cumplir todas esas precisiones y ser lo más clarificadores que nos quepa a la hora de distinguir las dudas de las certezas y de los meros "hilos prometedores".

Lograr, como digo, nutrirse de tantas de esas perspectivas como nos sea posible en una vida constituye para mí un ejercicio de perfección en la búsqueda de las verdades que nos son esquivas (ya que, a ciencia cierta, no estamos hechos para ser objetivos, sino para engañarnos en tanta medida como haga falta con tal de sobrevivir). Es una forma como hay muchas -no alcanzo a saber si mejores o peores- de cumplir aquel viejo mandato de "extraerle todo el jugo a la vida", en este caso por la vía de la contemplación, la reflexión, y la alternancia de diversos prismas colocados sobre nuestro entendimiento.


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