Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

¿QUÉ ES LA ´REVOLUCIÓN NEO-NIETZSCHIANA`?








Expulsemos a los turbadores del cielo, obscurecedores del mundo, portadores de nubes, ¡iluminemos el reino de los cielos!

(Ecce Homo)



La revolución neo-nietzschiana vendría a ser la gran revolución pendiente que, aún hoy, más de un siglo tras la muerte del sajón, permanece dormitando, quizá, en las mentes más audaces. 
Fue necesario que se discutieran, se reinterpretaran y hasta se reinventaran muchas de las ideas propuestas por Nietzsche antes de elaborar un corpus doctrinal definitivo; cosa que no se ha hecho por el momento, y a lo que quizá ayude, hasta donde modestamente pueda, el manifiesto que sigue.


CONTRA TODO MORALISMO

Un tipo humano superior se ha dado ya con harta frecuencia, pero como golpe de fortuna, excepción, nunca como algo pretendido. Antes al contrario, precisamente el ha sido el mas temido, era casi la encarnación de lo terrible; y como producto de este temor ha sido pretendido, desarrollado y alcanzado el tipo opuesto: el animal doméstico, el hombre-rebaño, el animal enfermo “hombre”: el cristiano.

(El Anticristo)

La transvaloración nietzschiana corréctamente entendida, en su dimensión más constructiva, no consiste en machacar al débil y ensalzar al fuerte, sino en hacer más fuerte al primero y dejar a su libre obrar al segundo, pues no es él, de todas formas, quien requiere nuestra ayuda. (*)

Lo que prima hoy, por desgracia, es la glorificación del débil por el mero hecho de serlo. Y esto sólo le hace más débil, al imbuírle de victimismo, o de revanchismo, y librarle de toda responsabilidad; pues acostumbramos a persuadirle de que las causas de sus males siempre están en el exterior. Análoga y contrariamente, al fuerte se le responsabiliza de todo mal habido y por haber y se le procura hacer sentir tan culpable como esté en nuestra mano; quizá con la esperanza de que pague con su conciencia atormentada todo el insoportable rencor que su fuerza, o su grandeza, inspira en nosotros.

Esta es LA INMORALIDAD DEL MORALISMO que ha llegado a nuestros días a través de muy diversas mutaciones de la mentalidad judeo-cristiana.

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(*Ésto lo dijo con otras palabras, pero no muy distantes a éstas, mi camarada nietzschiano y librepensador Daorino, de las cuales obtuve parte de la inspiración y la motivación para escribir este texto que llevo rumiando hará por lo menos un año.)


EL GRIS BURGUÉS Y SU VIL INTERÉS.

Ante todos los virtuosos
quiero yo ser culpable,
¡que se me impute la mayor culpa!
Ante estos vocingleros de gloria
mi codicia se transforma en gusano.
Entre tipos semejantes me divierte
ser el más abyecto...

(Ecce homo)

Este apartado tiene dos dimensiones. La primera, que es la condena del interés, no requiere apenas revisión del pensamiento nietzschiano, pues el mismo filósofo alemán no tuvo nunca el menor embargo en hacer defensa del egoísmo.

Ya respecto a la "grisura" de la sociedad burguesa cabría hacer, aquí sí, unas cuantas enmiendas a las vehementes condenas que Nietzsche lanzó contra ella. Y es que podemos sintonizar muy bien con el ansia de retornar a tiempos más heroicos donde la grandeza de ánimo y el espíritu de sacrificio presidían cada acción; pero ciertamente sería muy poco constructivo, y muy poco inteligente, sustituir los pacíficos y provechosos métodos del comercio internacional, de los que todos salimos tarde o temprano beneficiados, por los belicosos y menos provechosos métodos de la conquista y la rapiña del pueblo vecino, por los que todos salimos tarde o temprano perjudicados.
La grandeza es una cosa. La estupidez es otra bien distinta: 
El propósito de este manifiesto es extraer de la filosofía nietzschiana aquello que no es más útil. Por ello debemos desechar igualmente todo aquello que nos entorpezca y nos confunda en vez de ayudarnos a alcanzar más pronto nuestras metas:
¡No se puede esperar de Prometeo que se avenga a devolver el fuego robado!
(No soy ni mucho menos el primero en comparar las "fuerzas desatadas" de la tecnología y la producción industrial con el fuego que robó a los dioses este personaje mítico, casi arquetipo universal, pues usaron esas mismas palabras y ese mismo tono, para describirlas, intelectuales tan diversos como Marx o Evola.)

Para acabar de cerrar esta enmienda a Nietzsche en el contexto de la revisión, actualización y re-significación de su pensamiento, acudiré a mis propias palabras en otro texto que publiqué reciéntemente:

Ésta crítica (a la sociedad burguesa) es acertada en tanto se refiere al "espíritu burgués" materialista, dócil, gris, antiheroico, de su tiempo. Pero nos lleva a error, y como dije, a callejones sin salida, si lo extrapolamos a todo lo que hoy va vinculado a la burguesía histórica (puesto que ya sólo subsiste aquel "espíritu", no así la "casta" como tal). A Nietzsche le ocurre como a tantos tradicionalistas y revolucionarios (cosas que no tienen porque ser antagónicas), que juzga a la "era de la burguesía" por la etapa de la misma que él pudo observar, y circunscrita a un contexto geográfico muy concreto. Al igual que las contra-réplicas (quizá también en parte acertadas) que le hacen los católicos "viejos" por juzgar al cristianismo enfocándose sobre todo en su "fase decadente" (de nuevo, dócil y antiheroica), el creador del concepto de "superhombre" no hubiera obtenido la misma impresión de la mentada ´Casta` si la hubiese visto desenvolverse en los albores de la Revolución Industrial, creando casi de la nada, ´cual semi-dioses prometéicos`, toda aquella imaginativa y deslumbrante maquinaria que hizo posible la expansión del bienestar (ese sí lo fue de verdad, y no el que ahora predican) a cada vez más y más sectores de la población.


MORALISTAS CRISTIANOS Y MORALISTAS PAGANOS

Vuelo vertical,
trazo precipitado,
caer sobre corderos,
hacia abajo, voraz,
ávido de corderos,
odiando toda alma de cordero,
odiando rabiosamente todo lo que parezca
virtuoso, borreguil, de rizada lana.

(Ecce Homo)

"La Humanidad" no es sino una impostura de ese moralismo de raíz cristiana, y nadie, más allá de la vana palabrería, se concibe a sí mismo como "ciudadano del mundo" con todo lo que ello implica 
-cosa que nos demuestra el que nos conmueva más el sufrimiento de un animal ante nuestros ojos que el de cientos de seres humanos al otro lado del océano, como hubiera dicho Hume-. Por otra parte, "La Nación" no es más que una extrapolación de la pequeña comunidad original. Tan sólo como imagen proyectada de aquel modo de vida ancestral, registrado en nuestros genes, funciona para causar una respuesta emocional. Pero no deja de ser otra impostura -la que correspondería, para distinguirla de la anterior, al "moralismo pagano"- y, por ello, todo lo más un truco psicológico, un método para domeñar nuestras conciencias. 

Quienes se agarran, pues, a ella como últimos creyentes, no están abrazando sino un cadáver.

El individuo es una ardua conquista de nuestra evolución cultural. Siempre se recuerda que en el Neolítico no podríamos encontrar individuos, sino hordas. Otro dicho cuyo autor original no conozco y que vendría a colación aquí es aquel que reza que "el buen salvaje, lo único que era es.. ¡bien salvaje!"

Lo que reacciona, pues, contra tal logro de la civilización son las fuerzas del primitivismo, la cobardía de esos viejos nuevos mitos que se niegan a perecer en soledad y nos agarran de los pies cuando levantamos el vuelo, al tiempo que nos suplican, o nos reprenden encolerizados, intentando persuadirnos de no proseguir nuestro ascenso hacia el siguiente estadío de la evolución (Todavía no el superhombre, pero sí un pasito más cerca de él)

La dicha inefable en la paz, la mansedumbre, el no ser capaz de 
experimentar sentimientos hostiles, se torna aquí en moral.(...)
El miedo al dolor, incluso al mínimo dolor, por fuerza desemboca en una religión del amor.

(El Anticristo)

Los moralistas de raíz socialista-cristiana se creen intérpretes de todos los desfavorecidos de la tierra y piensan que cosas tales como los sentimientos xenófobos o insolidarios, o cualquier otra manifestación de rechazo al diferente, van a desaparecer de la noche a la mañana, como si no tuviesen un origen evolutivo, y como si todos fuésemos malditos robots con el sistema operativo "superprogre 6.O"... 

No se puede demonizar a una persona o a un grupo de ellas por tener reacciones perféctamente humanas. No se les puede increpar, ni señalar, sin tener para nada en cuenta sus circunstancias, sus fracasos y sus aspiraciones. No poseemos autoridad moral alguna para dictar al mismo tiempo veredicto y sentencia sobre las diversas reacciones de aquellos a quienes siquiera conocemos, tal como hacen hoy esos moralistas desbocados que dicen actuar en nombre de la justicia y el progreso.

Ahora bien, tampoco se pueden alentar ni explotar esas bajas pasiones por muy naturales que sean, que es en lo que tocaría recriminar, por el otro lado, o los "super-identitarios", o, como hemos convenido en llamarles, los moralistas paganos.

No se puede culpar a los grupos humanos de tener reacciones tribales, porque resulta que todos las tenemos, pero quizá en otros ámbitos que ahora andan menos vigilados por el tipo particular de moralismo que hoy nos ha tocado sufrir.

Pero no se pueden tampoco dar aliento a esas reacciones para inflamarlas. 
Si lo uno es arrogante, lo otro es irresponsable.
¡Contra todo moralismo! .. ¡Contra todo cuervo que merodée sobre nuestras cabezas esperando alimentarse de nuestro sentimentalismo, de nuestra envidia o nuestro rencor!
LA MORAL CONSPIRA CONTRA LA RAZÓN

El espíritu puro es pura mentira... Mientras el sacerdote, este negador, detractor 
y envenenador profesional de la vida, sea tenido por un tipo humano superior, no hay respuesta a la pregunta ¿qué es verdad? Se ha puesto la verdad patas arriba si el abogado consciente de la nada 
y de la negación es tenido por el representante de la “verdad”.

(El Anticristo)


Si, de entre todas, hay que escoger una razón por la que debemos prevernirnos de los excesos moralistas (que no de los sentimientos morales, pues ésto nos es imposible), es que el moralismo nubla nuestro juicio hasta el punto de volvernos obscura la verdad ante nuestros ojos. No se trata de reivindicar el racionalismo -¡a buenas horas vendría semejante ocurrencia, ya probada nefasta!- ¡No! Tan sólo se trata de no permitir que la moral nos domine, del mismo modo que nos previnieron aquellos más escépticos sobre la "infalibilidad de la razón" acerca de los males de someter a la misma toda emoción, todo instinto, y también toda ética.

Desde que ponemos nuestro pie en este mundo, nos vemos influídos por distinta clase de relatos morales. Hay una moralidad cívica y familar, la cual es la más básica y no entraña mayor problema, siempre que no degenere en moralismo. Pero hay además una moralidad acerca del trabajo, una moralidad acerca de la pereza, una moralidad acerca del placer y una moralidad acerca del dolor (morales complementarias que, éstas sí, se han invertido plenamente en los últimos siglos; de lo cual convendría hablar en otra ocasión, pues ahora nos obligaría a extendernos demasiado). Conforme vamos avanzando escalones en esta lista, los peligros van aumentando: pues ahora ya vendrían las antes aludidas sobre la riqueza, el tribalismo, la solidaridad, la xenofobia, la misoginia, y en general, todas las demás impresiones de tipo emocional que inciden en la diferencia, pues en cuanto empezamos a movernos en ese terreno, las más deplorables instintos, tales como el odio, el rencor, el revanchismo, la envidia o la proyección de culpas en un chivo expiatorio hacen aparición más tarde o más temprano, y acaban logrando que quienes tomen finalmente el liderazgo sean aquellos que mejor saben explotar tales instintos en las grandes masas.

Pero si puede decirse que hay un punto culminante en la peligrosidad del moralismo, éste bien podría manifestarse cuando alcanzamos la fase en que comienzan a hacerse variadas tentativas de desarrollar una historia moral.
Creo que la mayoría intuirá ya por donde van los tiros: La historia desde una óptica proletaria, la historia desde una óptica femenina, la historia desde una perspectiva africana, latinoamericana... ¡Por no hablar de las historias hechas a medida de las identidades nacionales y hasta étnicas, o raciales! 

Y no se equivoquen, que no digo que ésto no sea útil, y hasta encomiable, en tanto hablemos estrictamente de perspectivas. 

Pero no, todos sabemos que no es de eso de lo que se trata. En lo que se traduce a efectos de rigor histórico lo que han dado en llamar "óptica" es en un sesgo favorable; esto es, en una arbitrariedad basada en una percepción ya previamente distorsionada, lo cual no puede menos que arrojar unas conclusiones todavía más distorsionadas.

Todos esos grandes idealistas y portentosos se comportan como las mujeres: toman los “sentimientos sublimes” por argumentos, el “pecho expandido” por un fuelle de la divinidad y la convicción 
por el criterio de la verdad.

(El Anticristo)

Éste es pues mi alegato final, dirigido a todos los moralistas de este mundo, de izquierda a derecha y de Oriente a Occidente:

En el 391 D.C., un nuevo decreto de Teodosio no sólo prohibe la visita
a los templos paganos sino también el mirar las estatuas destrozadas.
¡Dejen ya ustedes de mentir, de torcer todo hecho histórico en el sentido de sus sentimentalismos particulares, cuales sean! 
¡Tuvimos suficiente con los primeros cristianos, y a dios gracias que pudimos domarles hasta donde pudimos y que, de locos que venían a arrasarlo todo, se desinflaran hasta devenir semi-cuerdos persuadidos de conservar alguna que otra cosa de valor! ... ¡Tuvimos ya suficientes moralistas con ellos, con Savonarola, con Lutero y con Calvino! 

Acudiendo también a las palabras del maestro: ¡Ya tuvimos bastantes visiones torcidas de teólogo!



La fatalidad del cristianismo reside en el hecho de que su credo tenía que volverse tan enfermo, bajo y vulgar como las necesidades que estaba llamado a satisfacer.

(El Anticristo)


2 comentarios:

  1. Texto interesante, denso y vitalista. Enhorabuena. Formamos parte de la escuela del Superacionismo. Cosa que me acabo de inventar, jajaja...

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