Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

viernes, 9 de septiembre de 2016

"PROHIBIR Y OBLIGAR".


1. El relato de las conquistas sociales: ¿verdad o mito?


Es muy difícil que sea necesario prohibir algo que no es malo, bajo el pretexto de una perfección imaginaria. (Montesquieu)

El lumpen-proletariado se abre paso como puede en los márgenes de la civilización. Se dedica a pequeñas chapuzas, a la venta ambulante, o se mete a trapichear con drogas, al tiempo que malvive de subsidios. Sus caminos están colapsados, sus esperanzas truncadas. Ve muy pocas salidas a esta situación y no percibe en el horizonte señal alguna de mejora en un futuro cercano.

Como digo, sus vías de acción son escasas. No tiene ni la formación ni la experiencia para lograr que le contraten por el sueldo mínimo estipulado, ni mucho menos para que ningún empresario grande o pequeño se arriesgue a asumir el coste de un posible despido, también estipulado, dado que esa escasa formación y experiencia no le ofrecen a este último la confianza suficiente.

Podría contratarle por menos dinero y prometerle también menos en caso de despido; y dado el caso, este obrero poco cualificado podría demostrar la diligencia y ambición que le abriesen poco a poco el camino del mercado laboral e ir conquistando cada vez mayores cuotas de bienestar y reconocimiento social.

En vez de eso, se quedará atrapado en este círculo vicioso casi de por vida.

Pero nada de ésto es, como suele aducirse, culpa de la sociedad, ni de la clase empresarial.. ni del capitalismo… SINO DE LAS LEYES. Leyes que se nos han vendido precisamente como “conquistas sociales” que favorecen a los más débiles.

La intención de este relato es, pues, mostrar que a quienes protegen estas supuestas conquistas sociales es, en todo caso, a los más fuertes de entre los débiles, esto es, a la aristocracia proletaria, que disfruta de notables privilegios, así como de una barrera artificial a sus competidores; y que a quienes perjudica, y en muchos casos trunca por completo sus esperanzas, es a los más débiles de entre los débiles: el llamado lumpen-proletariado.

Pero no sólo se ven perjudicados por estas trabas que las leyes imponen a empleador y empleado, sino también como resultado de las subidas de salario forzadas mediante huelgas y boicots. Por mucho que se insista en ese mítico relato de las “conquistas sociales”, según el cual toda mejora en la calidad de vida del obrero se debe a la presión (y la violencia) ejercida por éste, lo cierto es que la economía no funciona de la forma que imaginan algunos. Para empezar, apenas se tienen en cuenta todos los efectos colaterales de tales “conquistas”. Y es que en efecto son conquistas, pero entendidas en sentido militar: arrebatarle a otros parte de lo que les pertenece y adquirir privilegios o ventajas sobre ellos. Usando la conocida fórmula de Bastiat, lo que se ve es el aumento de salario y mejora de las condiciones laborales de quienes ejercen con éxito la presión sobre el empresario; lo que no se ve son los obreros que este empresario deja de contratar y las inversiones en capital fijo* que deja de hacer debido a la disminución de su capital variable*. Lo que se ve es el mayor bienestar alcanzado por los obreros favorecidos; lo que no se ve es el aumento del precio de los bienes o servicios ofrecido por esa empresa derivado de la pérdida de competitividad.

Es absurdo pensar que el aumento progresivo de los salarios que hemos visto en las pasadas décadas se deba a las demandas de los sindicatos. Si lo analizamos someramente, enseguida nos percatamos de cuán ridícula es esa idea. Para empezar, implica asumir que todo empresario (grande o pequeño) dispone de fondos ilimitados. Pero implica además no prestar atención alguna al aumento de la productividad. Los salarios en USA subieron más rápido que los salarios en Europa, a pesar de estar aquel país mucho menos sindicalizado que los nuestros. Vemos, por tanto, que el poder adquisitivo de la clase obrera (incluso de esa parte de ella que resultó privilegiada) no aumentó tanto gracias a las subidas de salario forzadas como al aumento de la productividad (derivado de una mayor inversión en maquinaria) y a la disminución del precio de los bienes de consumo; factores que obviamente no tienen relación con los “derechos sociales” sino con la “salvaje competitividad” del capitalismo.

Las huelgas, las demandas y las presiones ejercidas por los sindicatos lograron, como digo, privilegiar y proteger a parte de la clase obrera al precio de perjudicar al resto, aunque también en gran medida a los mismos que pretendían proteger, pues la productividad, así como el abaratamiento de los bienes y servicios, habría aumentado todavía más de haber dejado a la “salvaje competencia” operar de forma natural. 

¡Ea! ¡Ahí tienen el verdadero rostro de sus “conquistas sociales”!, despojado de los bellos ropajes con que lo ha vestido esa clase política que pontifica sobre el mercado laboral, aunque rara vez haya tenido que abrirse paso en él. Y ahora que lo han contemplado sin ornamentos ni maquillaje, digieran el mal trago y, tras ello, procuren ser honrados y obrar en consecuencia.

(*Capital fijo y capital variable son los mismos términos que usaba Marx para referirse en el primer caso a los medios de producción, como edificios y maquinaria, y en el segundo a la liquidez, materias primas y mano de obra.)
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2. ¿Es la libertad un bien divisible?..¿Y quién tiene legítimidad para dividir y administrar la de los demás?

Nadie puede fiarse sin peligro de las opiniones ajenas, porque descubriría que las opiniones de los otros no concuerdan entre sí. (Lysander Spooner)

Antes pintábamos una estampa que a todos nos es muy familar: la del menudeo en los barrios marginales. Y nos viene muy bien retomarla, dado que el tráfico de drogas ilegales, en cuanto economía sumergida, guarda un estrecho paralelismo con el mercado laboral. 

Muchos se percatan muy bien de que la prohibición de determinadas sustancias no elimina estas sustancias de la sociedad sino que tan sólo obliga a comerciar con ellas en la economía informal, lo cual las encarece y hace disminuir su calidad. Pues bien, la prohibición de trabajar por menos de un sueldo estipulado y sin las condiciones que marca el gobierno de turno tampoco hace desaparecer del mapa a los obreros y empresarios que están dispuestos a firmar ese tipo de contratos. 

¿Por qué les resulta a algunos tan fácil percibir esa lógica en materia de drogas ilegales pero les es tan difícil verla en este otro ámbito, cuando el razonamiento que subyace es exactamente el mismo?

No es la multitud de tabernas la causa de la disposición general al alcoholismo entre el pueblo llano, sino que esa disposición, originada en otras causas, necesariamente da pie a que haya una multitud de tabernas. (Adam Smith)

He aquí una frase que puede enseñarnos mucho más de lo que parece a primera vista. Si la culpa del alcoholismo no es de quien vende alcohol, tampoco permitir la venta de otras sustancias adictivas va a hacer que la gente se vuelva más viciosa, ni prohibirla va a hacer que se torne más virtuosa. 

Pero si seguimos tirando del hilo, nos daremos cuenta de que la misma lógica es extrapolable a todos los bienes de consumo. Ni permitir la prostitución legal va a aumentar la demanda de servicios sexuales, ni permitir la venta y posesión de armas va a aumentar el número de homicidios (en este último caso, más bien puede hacer que disminuyan, puesto que prohibir las armas es la mejor manera de asegurarse de que sólo las tengan los malos y de que los buenos no puedan defenderse).

La libertad nunca es el problema. La prohibición nunca es la solución.

Y si el lector sigue suscribiendo lo hasta ahora planteado, deberá aceptar finalmente que prohibir que la gente trabaje por menos dinero del que a nosotros nos parezca justo tampoco va a impedir que lo hagan en la economía sumergida (a costa de asumir más riesgos, lo mismo que en el caso de las drogas); ni mucho menos va a lograr que los empresarios (grandes o pequeños) paguen más de lo que les permite su margen de beneficio.  

Lo verdaderamente llamativo es que haya tanta gente que suscribe la posición que hemos defendido aquí en materia de drogas y prostitución (no sé si tanto en materia de armas) pero que se resiste a admitir que la lógica que hemos aplicado al mercado laboral sea exactamente la misma.

Muchos entienden perfectamente que lo que hay detrás de los prohibicionismos en general es ignorancia y moralismo, además de una postura inmadura de negación de la realidad. ¿Cómo es, pues, que lo aplican a unos ámbitos sí y a otros no?

Quizá porque en efecto poseemos sesgos que nos impiden aplicar el mismo razonamiento a todas las situaciones, el programa de los partidos políticos sigue basándose esencialmente en estas dos propuestas: PROHIBIR Y OBLIGAR. La política, en la inmensa mayoría de los casos, sigue pensando que prohibiendo a la gente hacer según qué cosas y obligándola a hacer según qué otras va a “construir una sociedad mejor”, en vez de una más agobiada por las trabas que constantemente se empeña en ponerle la clase política y cada vez más resabiada y dispuesta a saltarse las normativas como sea (por ejemplo, mediante el soborno a los funcionarios).
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Llegó la época en que todos han pretendido colocarse fuera y por encima de la humanidad, a fin de arreglarla, organizarla e instituirla a su manera. (…)

Ya pasó más de siglo y medio desde que se anunció esto. Y parece que seguimos en las mismas. ¿Cuánto tiempo más toleraremos la arrogancia de ciertos hombres? ¿No habían quedado muy atrás el derecho divino y el despotismo ilustrado? ¿O es que aquella legitimidad, lejos de morir, meramente pasó de manos de los reyes a las de políticos e intelectuales?

(…) Miserables, que tan grandes os creéis, que juzgáis a la humanidad tan pequeña, que todo lo queréis reformar. Reformáos vosotros mismos; con esa tarea os basta.

(Frédéric Bastiat)

Son estos hombres llenos de arrogancia los que nos conceden fracciones de libertad, administradas con un cuenta gotas que sostiene una mano temblorosa, aterrorizados de lo que pueda pasar de concedérnosla entera.

Son estos seres que se colocan fuera y por encima de la humanidad los que dedican sus "hondas reflexiones” a averiguar qué cosas seremos capaces -nosotros: mortales- de decidir por nosotros mismos y cuáles es mejor que sigan decidiendo ellos. 

Y dependiendo del espectro ideológico en que se ubiquen estos “prohombres”, se inclinarán por unas o por otras.

Liberalizar las drogas, por ejemplo, es una demanda que suele proceder de la izquierda. Liberalizar la economía en general, por el contrario, se asocia más a la derecha. Extender la libertad de expresión de nuevo acostumbra a proceder de la primera. Pero si hablamos de libertad de acción, volvemos a ubicarnos en la segunda. El respeto a la libre elección en materia sexual y afectiva nos es concedido por la izquierda. Pero en materia moral y axiológica por la derecha. Reconocer el derecho de secesión a un territorio.. de izquierdas. El de los padres a elegir la educación de sus hijos.. de derechas. Aborto: izquierdas. Gestación subrogada: derechas.

¿Pero qué sucede si alguien quiere defender todas esas libertades a la vez? ¿Qué ocurre si ese alguien no las percibe como entes separados, sino como diferentes manifestaciones de un mismo principio?  

Da la impresión de que la única opción que no se contempla en materia de libertad es que alguien se muestre al fin CO-HE-REN-TE.
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2 comentarios:

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  2. Lo que pasa, es que se te olvidó el detalle de que si el Estado y la Banca no hicieran la vida imposible a los ciudadanos, no haría falta trabajar "solo para obtener beneficios" y "solo para ser productivos (como las vacas) y de esa manera asegurarse de que no habrá despido e incluso aspirar a ganar más dinero", o sea, si a quien quiere emprender un negocio no le exigieran toda clase de papeles y le cobraran los dos ojos de la cara por ello, si a quien quiere construirse una vivienda en su propio terreno no le obligaran a pedir que le concedan la calificación de "suelo urbanizable" para que al final no se la concedan, si la Banca no hiciera jugar al ingenuo pueblo el "juego se las sillas" obligandole a endeudarse hasta las cejas por su negocio familiar, su vivienda... si la puta Banca no existiera, ni existieran los parásitos que les representan a quienes votan los ignoratisimos ciudadanos, entonces, no harían falta estas disidencias controladas de "derechas" o "izquierdas" que, salvo excepciones, NUNCA hablan de todo esto, que todo lo basan en la solución de.... ¿la "libertad" en los "negocios"? ¿los tratos "hechos al margen de la ley"? ¿trabajar como burros?¿vivir para trabajar?¿culpar a los empresarios de todo?. ¿Qué pasa, que Hacienda y la Banca son entes NATURALES que NADIE HABLA DE ELLOS?????

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