
El miedo a la libertad, en sus diversas formas, siempre ha estado ahí.
Y siempre estará. Las tentaciones represivas, censuradoras, silenciadoras.. Las cruzadas contra esto o contra aquello son una constante en la Historia Humana y una piedra con la que no parecemos cansarnos de tropezar.
Una de las principales formas que adquiere este recelo es limitar, de muy distintas maneras, la libertad de opinión. Ya sea por motivos religiosos, morales, patrióticos, o culturales, y dependiendo de qué grupo ostente la hegemonía en cada momento, se vetarán unos tipos de opiniones y no otros. Cuando la hegemonía la tiene la Iglesia y las clases altas, las ideas antireligiosas, comunistas y anarquistas son las más perseguidas. Cuando la hegemonía es de la social democracia y el "izquierdismo blando", lo más imperdonable, y condenado desde todos los púlpitos, es el tradicionalismo, el "izquierdismo duro", el fascismo, y todo lo que "suene violento a nuestros delicados oídos". Cuando el fascismo y el comunismo estuvieron en el poder, casi cualquier cosa distinta del ideario "del partido" estaba, no únicamente mal vista, sino penada muy severamente. La diferencia entre esos regímenes totalitarios y las "democracias" de hoy es que estas últimas han perfeccionado magistralmente, porqué no decirlo, los métodos de censura y condena; ya no es necesario cerrarte el periódico o encarcelarte, basta con usar el aparato mediático, en tan estrecha relación con el poder político, para silenciarte y exiliarte de facto sin siquiera expulsarte del país.

¿No hemos aprendido nada?
La respuesta es, claramente, que ¡No, no hemos aprendido nada! La prueba la tenemos delante de nuestras narices: Los partidos que se reconocen en mayor o menor medida en el Nazismo y los llamados Fascismos no hacen sino crecer, y las teorías más disparatadas sobre la "conjura judeo-masónica" no paran de extenderse a más y más sectores. Ya lo he intentado explicar en numerosas ocasiones: La censura sólo evidencia miedo por parte del que la ejerce, y el censurado percibe inmediatamente ese miedo como lo que es, una debilidad del que ahora marca el rumbo de la opinión pública, y esta debilidad será siempre su fortaleza, pues se agarra al argumento de que "le silencian porque tienen demasiado miedo a su verdad".
Y cuanto más empeño pongan en silenciarle, más crecerá, entorno a él, el romanticismo del proscrito, de la "minoría informada, siempre tan temida por quienes desean ocultar información."

EL AIRE FRESCO ES SIEMPRE BUENA RECETA
LA LUZ DEL SOL ES EL MEJOR REMEDIO CONTRA TODOS LOS MALES, Y TODOS LOS ACHAQUES..
PARA BARRER TODAS LAS SUPERCHERIAS Y MANIAS, PARA DISCRIMINAR ENTRE LO VALIOSO Y LO DESECHABLE.
............
¿Qué creen, que si el partido comunista de España estuviera prohibido no tendría muchos mas seguidores? Justo eso fue lo que se evidenció en el paso del Franquismo a la "democracia", la llamada transición, que muchos preferimos llamar transacción (por no usar términos más feos) El Partido Comunista era, además de casi el unico que vehiculaba la oposición al Régimen, una formación que contaba con enormes cantidades de afiliados y simpatizantes entre la clase estudiantil y los intelectuales progresistas. ¿Qué ocurrió una vez fue legal? Pues que los votos recibidos en cada elección fueron menguando hasta convertirse en una fuerza casi marginal. "Qué hubiera ocurrido si no hubiese sido legalizado" es un ejercicio de ucronismo nada fácil, pero me atrevo a aventurar que, al igual que los herederos de los derrotados fascismos, hubieran conservado aquel halo de romanticismo y rebeldía que despierta como nada, en la gente, la adhesión más visceral y menos racional, esto es, la de tipo más sentimental, si no abiertamente pasional (por no usar, de nuevo, términos menos generosos)
Yo tengo una respuesta muy clara y muy tajante al problema, tan de actualidad en el caso español, de la unidad del Estado. Sé que no es del agrado, como es previsible, de los nacionalistas de cualquier signo, pero para mí, toda esta encrucijada, tiene una tremendamente sencilla salida: ¡Dejar que las cosas sean por sí mismas, y que desemboquen donde deban desembocar, de manera espontánea! Sin querer otorgarles...nombre, categoría, y mucho menos, UNIVOCIDAD.

Y ya, más específicamente sobre la unidad y los metodos para lograrla (ya se refieran a la unidad de España, en este caso, o de los países que pudieran surgir de su escisión en un futuro) ¿Por qué presuponemos que es bueno mantener las naciones-estado unidas, y cuidar de que no se disgreguen, llegados a un extremo, hasta alcanzar el modelo cantonal, o la fragmentación absoluta en decenas, cientos de micro-paises totalmente independientes?

Eso nos llevaria, creo, demasiado tiempo, y nos desviaríamos del tema del ensayo, "el miedo a la libertad". Y como este es el mal, la baja pasión, que me he propuesto diseccionar, quiero enfocar el problema sobre la indisolubilidad del Estado, de la Nación, desde esta clave, y no desde otra. Es este, pues, el momento en que hago la pregunta que considero en el núcleo duro de esta cuestión, y me dirijo con ella a los patriotas, y adalides de "la unidad del estado a cualquier precio" (sea de España, de Euskal Herría, o de los Paixos Catalans):
Si tan incuestionable es la unidad cultural de vuestra nación -la que considerais vuestra nación- ¿Qué temeis en su disgregación política, estatal, meramente administrativa?
¿Destruiría esa división gubernativa su unidad cultural, o se encontraría, cuando menos, en serio peligro?
No será entonces tan indiscutible, tan objetiva, la idea nacional que defendeis, cuando, al menos en un nivel cultural y social, no resiste un mero cambio administrativo (Sí, sé que aquí abuso del juego argumental, pues bien sabemos que es algo más que "un mero cambio administrativo"... Aunque siendo sinceros, no tanto más.)
Zanjado este problema, a grandes rasgos y preliminarmente, quiero encaminarme hacia una última cuestión, y esta es, como adelanté, el conflicto individuo/comunidad, y democracia/autoritarismo. Cuando nos encaramos con grandes problemas de índole socio-cultural, -la pérdida de valores, el individualismo, los conflictos familiares, los enfrentamientos sociales, la inmigración- Siempre confiamos más en el control del Estado que en la espontaneidad de la respuesta social para solucionarlos -o al menos, no agravarlos, y mantenerlos a raya- Pero digamos las cosas a las claras, porque si no vamos a estar dando vueltas y sacando de la manga recetas, a cada cual, más errática. El recelo ante la espontaneidad, ante el curso natural de las cosas, y su capacidad para enmendarlas con razonable éxito, es lo que nos lleva a proponer inacabables medidas legislativas, y a todo ese erratismo, ¡siempre recurriendo al brazo del Estado!, que rara vez soluciona algo, si no lo empeora ostensiblemente.

Por tanto, este debiera ser el clamor más general:
¡NO MÁS INGENIERIAS SOCIALES!
¡Dejemos de jugar a la Demiúrgia! ¡Dejemos atrás de una vez los "iluminismos"!
¡Cometamos el último atrevimiento, y renunciemos de una vez al idealismo!


*
En realidad, el último asunto que debiéramos abordar es el de las drogas, pero en este punto, me tomo la licencia de remitirles a la opinión del mayor experto en este tema de todo el Globo, Antonio Escohotado, sobre la que no tengo nada que adjuntar, ni que refutar, pues el peso y la coherencia de sus argumentos son de tal firmeza que ¡ni una sóla coma cabe añadir!
No hay comentarios:
Publicar un comentario