Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

lunes, 10 de noviembre de 2014

"EL MIEDO A LA LIBERTAD" (1ª parte)























El miedo a la libertad, en sus diversas formas, siempre ha estado ahí.

Y siempre estará. Las tentaciones represivas, censuradoras, silenciadoras.. Las cruzadas contra esto o contra aquello son una constante en la Historia Humana y una piedra con la que no parecemos cansarnos de tropezar.

Una de las principales formas que adquiere este recelo es limitar, de muy distintas maneras, la libertad de opinión. Ya sea por motivos religiosos, morales, patrióticos, o culturales, y dependiendo de qué grupo ostente la hegemonía en cada momento, se vetarán unos tipos de opiniones y no otros. Cuando la hegemonía la tiene la Iglesia y las clases altas, las ideas antireligiosas, comunistas y anarquistas son las más perseguidas. Cuando la hegemonía es de la social democracia y el "izquierdismo blando", lo más imperdonable, y condenado desde todos los púlpitos, es el tradicionalismo, el "izquierdismo duro", el fascismo, y todo lo que "suene violento a nuestros delicados oídos". Cuando el fascismo y el comunismo estuvieron en el poder, casi cualquier cosa distinta del ideario "del partido" estaba, no únicamente mal vista, sino penada muy severamente. La diferencia entre esos regímenes totalitarios y las "democracias" de hoy es que estas últimas han perfeccionado magistralmente, porqué no decirlo, los métodos de censura y condena; ya no es necesario cerrarte el periódico o encarcelarte, basta con usar el aparato mediático, en tan estrecha relación con el poder político, para silenciarte y exiliarte de facto sin siquiera expulsarte del país.

Ya he manifestado en anteriores artículos que la cruzada, por ejemplo, contra el antisemitismo y el fascismo, en sus diversas formas, no ha hecho sino agravar el problema que, supuestamente, pretendía resolver; pero claro, pretendía resolverlo enterrándolo y lanzando al "infierno de los réprobos" a quién pretendiera hablar de ello, cuando no encarcelándolo, e incluso secuestrando sus publicaciones, ¡y hasta quemando sus libros! -¿Quién nos iba a decir que, en nombre de la lucha contra el totalitarismo nazi, se iban a acabar produciendo las mismas escenas que se produjeron a manos de los propios nazis?- 





¿No hemos aprendido nada? 

La respuesta es, claramente, que ¡No, no hemos aprendido nada! La prueba la tenemos delante de nuestras narices: Los partidos que se reconocen en mayor o menor medida en el Nazismo y los llamados Fascismos no hacen sino crecer, y las teorías más disparatadas sobre la "conjura judeo-masónica" no paran de extenderse a más y más sectores. Ya lo he intentado explicar en numerosas ocasiones: La censura sólo evidencia miedo por parte del que la ejerce, y el censurado percibe inmediatamente ese miedo como lo que es, una debilidad del que ahora marca el rumbo de la opinión pública, y esta debilidad será siempre su fortaleza, pues se agarra al argumento de que "le silencian porque tienen demasiado miedo a su verdad". 
Y cuanto más empeño pongan en silenciarle, más crecerá, entorno a él, el romanticismo del proscrito, de la "minoría informada, siempre tan temida por quienes desean ocultar información." 
Tal como dije la otra vez que me referí a la libertad de expresión, ¿a qué le tenemos miedo? Si los argumentos de los fascistas, los comunistas, los anarquistas, los carlistas, ¡los que quiera que encarnen en un momento dado el mal absoluto!, son tan erróneos como decimos, será exponiéndo estos ante el criterio público (en todo su espectro cultural, y de comprensión) cuando se muestren cuan pobres son, E INMEDIATAMENTE, QUEDARÁN DESACTIVADOS.

EL AIRE FRESCO ES SIEMPRE BUENA RECETA
LA LUZ DEL SOL ES EL MEJOR REMEDIO CONTRA TODOS LOS MALES, Y TODOS LOS ACHAQUES.. 
PARA BARRER TODAS LAS SUPERCHERIAS Y MANIAS, PARA DISCRIMINAR ENTRE LO VALIOSO Y LO DESECHABLE.
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¿Qué creen, que si el partido comunista de España estuviera prohibido no tendría muchos mas seguidores? Justo eso fue lo que se evidenció en el paso del Franquismo a la "democracia", la llamada transición, que muchos preferimos llamar transacción (por no usar términos más feos) El Partido Comunista era, además de casi el unico que vehiculaba la oposición al Régimen, una formación que contaba con enormes cantidades de afiliados y simpatizantes entre la clase estudiantil y los intelectuales progresistas. ¿Qué ocurrió una vez fue legal? Pues que los votos recibidos en cada elección fueron menguando hasta convertirse en una fuerza casi marginal. "Qué hubiera ocurrido si no hubiese sido legalizado" es un ejercicio de ucronismo nada fácil, pero me atrevo a aventurar que, al igual que los herederos de los derrotados fascismos, hubieran conservado aquel halo de romanticismo y rebeldía que despierta como nada, en la gente, la adhesión más visceral y menos racional, esto es, la de tipo más sentimental, si no abiertamente pasional (por no usar, de nuevo, términos menos generosos)

El miedo a la libertad se evidencia del mismo modo cuando nos referimos a cuestiones como la unidad nacional, el control del estado (eje democracia/autoritarismo), y el conflicto individuo/comunidad.

Yo tengo una respuesta muy clara y muy tajante al problema, tan de actualidad en el caso español, de la unidad del Estado. Sé que no es del agrado, como es previsible, de los nacionalistas de cualquier signo, pero para mí, toda esta encrucijada, tiene una tremendamente sencilla salida: ¡Dejar que las cosas sean por sí mismas, y que desemboquen donde deban desembocar, de manera espontánea! Sin querer otorgarles...nombre, categoría, y mucho menos, UNIVOCIDAD. 
¡Que lo vasco sea español y lo español vasco! Y tres cuartos de lo mismo con lo catalán, lo gallego, o lo portugués. La insistente manía de querer que las cosas sean como pensamos que deberían ser es lo que nos ha llevado a todas las causas perdidas, derrotas estrepitosas, ridículos y sinsentidos. Cuando Franco se empeñó en que lo vasco y lo catalán tenía que ser tan español como lo castellano o lo andaluz, porque él creía que lo habían sido, o que deberían serlo, o que habia una conjura judeo-moscovita para que se rebelaran contra la idea de serlo, ¡Da igual!, se trató del mismo caso de "ingeniería cultural voluntarista" que el de los nacionalistas vascos y catalanes pretendiendo "eliminar los rastros de españolidad" que ellos creían ver (lo cual siempre estará sujeto a perspectivas y es tan dificil de delimitar, o sostener argumentalmente, como aquello anterior de "tan español como lo castellano o lo andaluz", ¿qué diantres significa eso? )


Y ya, más específicamente sobre la unidad y los metodos para lograrla (ya se refieran a la unidad de España, en este caso, o de los países que pudieran surgir de su escisión en un futuro) ¿Por qué presuponemos que es bueno mantener las naciones-estado unidas, y cuidar de que no se disgreguen, llegados a un extremo, hasta alcanzar el modelo cantonal, o la fragmentación absoluta en decenas, cientos de micro-paises totalmente independientes?

¿Por qué presuponemos que el Estado -grande y centralizado, o si somos más racionales, de tipo federal- es bueno en sí mismo, o es mejor que el micro-estado? 

Eso nos llevaria, creo, demasiado tiempo, y nos desviaríamos del tema del ensayo, "el miedo a la libertad". Y como este es el mal, la baja pasión, que me he propuesto diseccionar, quiero enfocar el problema sobre la indisolubilidad del Estado, de la Nación, desde esta clave, y no desde otra. Es este, pues, el momento en que hago la pregunta que considero en el núcleo duro de esta cuestión, y me dirijo con ella a los patriotas, y adalides de "la unidad del estado a cualquier precio" (sea de España, de Euskal Herría, o de los Paixos Catalans):

Si tan incuestionable es la unidad cultural de vuestra nación -la que considerais vuestra nación- ¿Qué temeis en su disgregación política, estatal, meramente administrativa?

¿Destruiría esa división gubernativa su unidad cultural, o se encontraría, cuando menos, en serio peligro?
No será entonces tan indiscutible, tan objetiva, la idea nacional que defendeis, cuando, al menos en un nivel cultural y social, no resiste un mero cambio administrativo (Sí, sé que aquí abuso del juego argumental, pues bien sabemos que es algo más que "un mero cambio administrativo"... Aunque siendo sinceros, no tanto más.)

Zanjado este problema, a grandes rasgos y preliminarmente, quiero encaminarme hacia una última cuestión, y esta es, como adelanté, el conflicto individuo/comunidad, y democracia/autoritarismo. Cuando nos encaramos con grandes problemas de índole socio-cultural, -la pérdida de valores, el individualismo, los conflictos familiares, los enfrentamientos sociales, la inmigración- Siempre confiamos más en el control del Estado que en la espontaneidad de la respuesta social para solucionarlos -o al menos, no agravarlos, y mantenerlos a raya- Pero digamos las cosas a las claras, porque si no vamos a estar dando vueltas y sacando de la manga recetas, a cada cual, más errática. El recelo ante la espontaneidad, ante el curso natural de las cosas, y su capacidad para enmendarlas con razonable éxito, es lo que nos  lleva a proponer inacabables medidas legislativas, y a todo ese erratismo, ¡siempre recurriendo al brazo del Estado!, que rara vez soluciona algo, si no lo empeora ostensiblemente.

Y cuando hablé de "decir las cosas a las claras", ya se imaginarían que apuntaba a una cuestión no demasiado cómoda de reconocer, aunque en extremo obvia. Me refiero al error de pensar en los problemas de la gente común desde la mentalidad del intelectual, del profesional liberal, el artista, el científico, o cualquier otra profesión destacada, pues son mentalidades esencialmente distintas. Y con esto quiero decir que todo grupo que sobresale, ya se llame aristocracia, clase política, empresarial -o los gremios del cine, la literatura, y las artes- siempre se sentirá mucho más identificado con las élites correspondientes de cualquier otra nación, o continente, que con la masa, la gente común -sin ninguna connotación despectiva- de su propio país. Esto es un hecho evidente e insoslayable, por más violento que nos resulte admitirlo, inmersos en la era triunfal del pensamiento fofo y buenista. Y es esta la razón de que, en primer lugar, no confiemos en la capacidad de auto-organización y sentido común de las masas, y asímismo, erremos el tiro de manera tan reiterada cuando proponemos, desde nuestra grandilocuencia, una serie de normas muy bienintencionadas, y perfecta expresión de nuestra arrogancia "iluminista" -al más viejo estilo "Todo para el Pueblo, pero sin el Pueblo"- Ya sea desde idealismos igualitaristas (como los feminismos, multiculturalismos, y todo tipo de homogeneizantes) o diferencialistas (esto es, toda clase de nacionalismos, etnicismos y racialismos "demasiado convencidos de su película".)

Por tanto, este debiera ser el clamor más general:

¡NO MÁS INGENIERIAS SOCIALES!

¡Dejemos de jugar a la Demiúrgia! ¡Dejemos atrás de una vez los "iluminismos"! 
¡Cometamos el último atrevimiento, y renunciemos de una vez al idealismo!

Porque otro error en que frecuentemente caemos -y tiene que ver, de nuevo, con la oposicion élites-masas- es que formamos nuestros juicios sobre la capacidad de influir en el individuo medio basándonos en nuestra propia experiencia, ya pertenezcamos a ese grupo o a otro. Y aquí, es también insoslayable que, mientras estemos por encima de la media, vamos a ser, por regla general, mucho menos influenciables que alguien de nivel intelectivo o cultural inferior (Aunque también hay otro baremo, que sería lo que llamamos "personalidad", y  tiene que ver con la insobornabilidad que muestra cada uno, más allá de su instrucción o coeficiente intelectual, ante influencias externas, vengan de la calle, de los medios, o de la política.)

Esta será, pues, una prevención que nos vendrá muy bien cuando queramos ser algo más objetivos sobre "qué es y qué no es" capaz de influir en una gran masa de población, y aquí confluirían fenómenos como el consumismo, las burbujas (inmobiliarias y de todo tipo) y las diversas, ya mencionadas, ingenierías sociales (por la izquierda o por la derecha... igualitarias o diferencialistas.)


                                                *

En realidad, el último asunto que debiéramos abordar es el de las drogas, pero en este punto, me tomo la licencia de remitirles a la opinión del mayor experto en este tema de todo el Globo, Antonio Escohotado, sobre la que no tengo nada que adjuntar, ni que refutar, pues el peso y la coherencia de sus argumentos son de tal firmeza que ¡ni una sóla coma cabe añadir!





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