Se me quedaron demasiadas cuestiones en el tintero en la entrega previa de estas reflexiones. No es tan facil como pueda parecer hacer llegar una idea, transmitir una visión que, en tu cabeza, ves clara y evidente, pero que, al traducir en palabras, requiere de la combinación de varios "ataques cognitivos" simultáneos, de una rápida serie de "ganchos de izquierda y derecha" con el fín de alcanzar algún "punto flaco" en la coherencia de las ideas de quién nos escucha (o lee.)
Recordarán que la tesis central que mantuve en aquella primera parte fue que el izquierdismo -progresismo, igualitarismo- tiene como principal esencia EL MIEDO A LA LIBERTAD, esto es, la extrema desconfianza hacia el desonvolvimiento natural de las sociedades, y la irrefrenable tentación de "ARREGLAR EL MUNDO".

El Estado Moderno se caracteriza por ser justo la realización total de ese concepto: ESTADO. Sólo a partir de la Ilustración, del Absolutismo -y de su reacción, la Revolución Francesa- se empieza a concebir la idea de centralización, de división territorial en departamentos o provincias, de eliminación sistemática de otros poderes, locales o no locales, los cuales se interponían en esa firme voluntad de dirigir, organizar, y controlar toda la vida de la nación desde el poder estatal. Este era, pues, un proyecto al que le estorbaba todo lo que pudiera aportar heterogeneidad y, sobre todo, contestación, independencia, u ofrecer una alternativa al que pretendía ser EL ÚNICO PODER LEGÍTIMO.

Así, vemos al izquierdismo, que no da abasto para repartirse entre todas esas "luchas" -"las lutzschiasss", dicho en dialecto okupa/perroflauta- en nombre de uno u otro colectivo, ¡cada día aparecen nuevos!, de los percibidos como "proscritos", "oprimidos", "invisibilizados", o "en riesgo de exclusión".
Estos son los que hemos dado en llamar los "marxismos culturales", pero que igualmente podríamos referirnos a ellos como "los cristianismos seculares" o "los nazarenismos" -¿Para qué le vamos a echar la culpa al pobre Marx de lo que tiene origen, muchísimo antes, en el ideal cristiano?-
Esta aspiración es, como digo, genuinamente estatalista, pues al Estado Moderno siempre le ha gustado tener a las personas, los territorios, y los sectores sociales, bien muestrados, bien organizados, y bien HOMOGENEIZADOS, para poder disponer de todos esos mapas, estadísticas, proyectos, cuadriculados y matematizados, que tanto gustan siempre al soberano con "una visión para su nación".
En esto es en lo que quiero insistir muy especialmente: ¿No nos damos cuenta de que dan igual las ideas o las posiciones que mantengan estos gobernantes, que más allá de la diversidad de sus perspectivas, el problema está en que haya individuos a los que permitamos "tener visiones"?

¡Y encima pretenden que creamos que esto es, no sólo factible, sino del todo sensato!
¿¿ ??
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Y... ¡por supuesto que te van a decir que es por tu propio bien! Y se cuidarán mucho de hacerte llegar ese mensaje de mil formas y a través de mil sitios distintos. Te harán sentir culpable si evades impuestos o no colaboras en todo lo posible con la administración, "porque el Estado somos todos"..... Y no crean, que aún quedan incautos que lo siguen creyendo.Se sacarán de la manga, también, mil y una medidas populares y con apariencia de genuina preocupación por corregir los "males sociales", ¡porque no van a ser tan estúpidos de decirte que en ningún momento piensan en tu bien! (o que si lo hacen, en el caso de los ingenuos vocacionales que aún queden, que por muy buenas que sean sus intenciones, la Historia muestra que raramente han solucionado más de lo que han estropeado.)
Toda mafia, todo grupo de crimen organizado que existe desde que el mundo es mundo te dice que "ellos están aquí para protegerte, y que si ellos faltan, todo se tornará caótico e inseguro....que ellos son quienes aportan estabilidad".
Esto no es ningún secreto, está bien a la vista si intentamos visualizar el "mapa general" por un momento; los reyes, los príncipes, y los señores feudales del medievo funcionaban del mismo modo, sólo que, primero: iban bastante más de cara, y a las claras, no habían perfeccionado aún el arte del cinismo y el "pielcorderismo" como los avezados gobernantes de hoy; y segundo: ni soñaban con disponer, para sus tropelías, de una maquinaria tan completa y efectiva como el Estado Moderno.
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Esa es la diferencia básica entre los tiranos de ayer y los tiranos de hoy, aunque podríamos abundar también largamente en esto. No obstante, lo dejaremos para otra ocasión.
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