Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

martes, 5 de mayo de 2015

NOVELA METAFÍSICA (Cap V - Prosigue la búsqueda del Yo Primordial)


Tras el primer fracaso en la tentativa de encontrar algunas respuestas, tras la estrepitosa derrota que supone descubrirte persiguiendo tu propio rabo -el rabo del ego tramposo que te hizo creer que ibas detrás del Yo Superior, cuando no hacías más que perseguir máscaras, que un instante después, se diluían como el humo que eran- Tras agotar todos los círculos viciosos, era hora de buscar, con la esperanza de haber aprendido la lección, círculos más virtuosos. Y esta vez, no caer en las burdas trampas del ego y sus yoes impostores.

Todos ellos, bufones, trolls, histriones y otra clase de fuerzas psiquicas menores, se habían mofado suficientemente de mí, mandándome por caminos que no conducían al final más que de retorno al lugar de partida. No debía ya fiarme de las pistas, de las falsas orientaciones que obtenía de impostores que, ahora sí, veía claramente que no podían -ya no por maldad, sino por incapacidad- hacerme avanzar, escalar niveles de conciencia. Porque, como ahora al fin me percataba, ellos son más bien bidimensionales, y hasta empezaba a convencerme de que, más que malientencionados, eran limitados como entidades. Por eso que sólo podían indicarme senderillos, atajos y puentes.. horizontales; pero estaba más allá de su "naturaleza otorgada" señalar con el dedo hacia alturas, o profundidades -en cualquier caso, verticalidades-, cuya existencia no podrían llegar nunca a concebir. 

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De la ontología a la biología. Del círculo vicioso al círculo virtuoso.

En realidad, si hubo una vivencia que recuerde como acercamiento a un yo más puro (que no al yo primordial en sí) fue la fugaz experiencia de la paternidad. Paternidad de sustitución, para ser concretos. Las enseñanzas que recabé entonces son las que ahora debo rescatar para iluminarme en esta ardua búsqueda. 

Las trampas del ego en las que acababa de caer cual principiante me señalaban "grandes destinos truncados", la posibilidad de haber vivido como una de tantas "luminarias de la historia", como uno de aquellos "santos laicos" cuyas palabras llegan al corazón del Pueblo , y de cuyas advertencias se hacen eco grandes sectores, que los tienen por "voz autorizada".

Pero no, ya sé ahora que ese no es el camino que busco, pues es EL-CAMINO-DEL-EGO.

Si me he enfrascado en la persecución de mi Yo Superior, por lo pronto, ya tengo un tibio punto de partida en forma de primera criba: Sé, al menos, cual es una vía muerta y cual es la que me lleva, cuando menos, un escalón por encima de donde hace ya tiempo estoy estancado como en un pozo de brea.
Mi empeño, por tanto, se centra ahora en retornar a aquellos días en que me vi súbitamente lanzado a cumplir parcialmente un rol paterno. Fueron días que, ciertamente,  se manifestaron con todos los atributos de las Pruebas de Vida, de las Caminos Iniciáticos. A saber: Un duro reto inicial con la función de alejar a falsos Teséos, de desanimar a todo aquel que no está firmemente comprometido. Un periodo de examen, en donde uno puede recoger los primeros dulces frutos del éxito, pero sorteando constantemente pequeños retos a imagen y semejanza del inicial, que no es que sean más sencillos, como una miniatura a escala de aquel, sino que nos resultan ya más salvables por ser meras repeticiones, analogías, del primer reto ya superado. ...Y finalmente, "La Iluminación".

Lo que comprobé en todo ese proceso fue que, al sentirme más armonizado conmigo mismo y con el mundo -es decir, al acercarme a cierta realización personal- en lo que me convertí no fue en un santo, un genio, o un líder de masas, como fantaseaba mi infantil ego -el ego siempre es un infante- sino en algo mucho más simple: en un ser humano -e incluso diría, en  un mamífero- más acabado. De hecho, no me "convertí", en rigor, en nada, sino que creí, más bien, acercarme a la mejor versión de quién ya era. 
No se trataría entonces, en este primer nivel, más que de soltar los lastres que llevamos largo tiempo a cuestas, y que nos condenaban a existir como una triste sombra de lo que seríamos en caso de desarrollar al límite nuestro potencial; pero sin necesidad de conocer los arquetipos y avataras que conformarían nuestro espíritu -ni siquiera los yoes impostores o menos impostores adheridos al ánima- sino TU SER PLENAMENTE DESARROLLADO COMO MAMÍFERO SUPERIOR, ANCLADO -Y ARMONIZADO- A UNA REALIDAD GEOLÓGICA Y BIOLÓGICA. (También geográfica y cultural, pero en su dimensión más arcaica, casi pre-humana.)

Parecería, pues, que el primer paso es encontrarte con tu "ser de naturaleza", que es un ser terrenal, biológico, fisiológico, pero desnudado de todos los añadidos del ego social asociados a funciones menores y propias de un bajo nivel de conciencia, en el que uno todavía confunde lo que realmente es con la imagen de sí mismo que proyecta al exterior -el autómata que ha fabricado para obedecer a las exigencias de la normalidad (mejor debiéramos decir: de la mediocridad)-.
Y este autómata es siempre un individuo mutilado, semi-paralizado, malogrado. Lo que ha quedado del "ser en bruto" después de que nuestro inconsciente haya ido localizando, discriminando, seccionando, pedazos de nosotros mismos -en cuanto personalidades totales que en algún momento fuimos- para luego enterrarlas bien profundo y, de ese modo, sacando capas como el escultor hace con el bloque de mármol, reducir nuestro YO TOTAL a una versión miniaturizada, estrictamente fiel a los requerimientos de nuestro entorno concreto, de nuestra CIRCUNSTANCIA. (Igual que es fiel el escultor al encargo que le hizo su cliente.)

No todos, es evidente, necesitan recuperar el "yo animal", el "yo terrenal", antes de encaminarse hacia yoes más metafísicos. Muchos ya son, al alcanzar la madurez, todo lo que tenían potencial para ser a nivel biológico, mamífero, sapiens. En esos casos, la desarmonización entre la naturaleza primordial y la naturaleza otorgada por el proceso socializador no existe, o es tan leve que no merece atención.

Pero retornando a mi caso particular, donde logré entrever, aunque fuese por un breve lapso, la manera en que se produce esta armonización, es difícil transmitir hasta que punto proporciona una inefable "paz de espíritu", aún no habiendo alcanzado todavía, ni mucho menos, al verdadero Espíritu. Sin embargo, no tratándose en realidad más que de la paz del ánima, la paz del individuo integrado en su contexto material, biológico, telúrico, son momentos en que El Círculo verdaderamente se cierra. 
Y es aquí donde al fin podemos hablar de un círculo virtuoso, aquel al que popularmente llamamos "Círculo de La Vida". Y no es una expresión cualquiera. De hecho, es auténticamente profunda, pues se trata de la forma en que nuestra infancia adquiere renovado sentido al verla reflejada en otra infancia que ahora descubrimos desde la posición de espectador. Y al acercarnos a ella con una complicidad creciente, que primero es sólo emocional, vemos luego como se va sumando a la anterior una complicidad más personal, es decir, una identificación entre el niño que hace poco nos abrió las puertas de su cosmos y el niño que nosotros mismos fuimos.
¡Se cierra el círculo! ¡No hay manera más idónea de describir el proceso que se inicia en nuestra psique, en nuestra ánima -y no descarto que alcance a nuestro espíritu- tras producirse ese click, y desatarse el torrente que, en un fogonazo, nos hace CONTEMPLAR LA VIDA COMO UN TODO.

..Y parece entonces que hasta la existencia, en sí misma, adquiere sentido en este redescubrimiento del yo a través de la analogía entre el niño interior -siempre vivo, y siempre presente en nosotros- y el niño que vemos desarrollarse como tal frente a nosotros, y con el que hemos ya establecido un contacto emocional, y después una identificación en el plano personal.

Por supuesto que el "parece" está colocado con toda intención. Hablar de "un sentido de la existencia" sería ciertamente exagerado. No hemos alcanzado aún esas alturas metafísicas. De lo que estamos hablando es tan sólo de un sentido vital -que no por ello desdeñable-; o por así expresarlo, de acabar de darle forma definida a nuestro devenir como seres sociales y emocionales; y de esa manera, comprendernos más integralmente en estas dos dimensiones.
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No he encontrado, pues, aún, al "yo espiritual" -y para eso resta un largo y tortuoso recorrido que les relataré más adelante- pero sí tenía identificado al "yo terrenal" con el que tomé fugaz contacto alguna que otra vez en el pasado reciente. Ahora debía encaminarme de nuevo hacia los Arquetipos Primordiales, estos ya menos anclados a la tierra, de los que ya había recabado alguna que otra pista, que me llevó a descubrir señales, las cuales me condujeron a posibles respuestas que.... 
FINALMENTE SE MOSTRARON EQUÍVOCAS, Y EN EL MEJOR DE LOS CASOS, PARCIALES Y MUY RELATIVIZABLES.

¡FRACASO!
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... Sepan ya que no hay opción más sacrificada, ni aventura más peligrosa, que el Camino del Conocimiento.. 
Y si no me creen, ustedes verán, ¡Pero luego no digan que no se lo advertí!


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