Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

martes, 17 de febrero de 2015

"LA BATALLA CULTURAL" (1ª parte)

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El mundo es lo que las palabras nos dicen que es. 
¡Sí, las palabras cambian la realidad! No sólo las palabras, sino la forma en que evolucionan sus significados y connotaciones, de lo cual se ocupa la semióticaLas palabras no sólo tienen connotaciones que nos remiten a otras palabras, sino que, en la sociedad mediática, la connotaciones son constituidas por imágenes, relatos ilustrados y musicados. Cuando alguien dice "democracia", "derechos", "bienestar", "humanidad".... inmediatamente se reunen en nuestra mente las imágenes, sonidos, y sensaciones con las que los medios han ido nutriendo la comprensión que tenemos de esos conceptos.
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El conjunto de todas estas imagenes, relatos, y emociones adosadas, e identificadas con, esos relatos.. son los que conforman la imagen que tenemos del mundo, y de todas los conceptos que en él se hallan. Mientras no se añadan nuevos relatos, nuevas impresiones, nuevas sensibilidades a nuestro acerbo, seremos incapaces de leer las circunstancias de nuestro entorno en otra clave que no sea aquella en la que nos han "educado" (aunque este es un término muy generoso, siendo que hablamos, en realidad, de "inculcación" o "indoctrinamiento".)

Por eso mismo, la batalla cultural, la lucha metapolítica, se hace tan necesaria para quienes se encuentran en una posición intelectual marginal, apartada de la "normalidad" y de lo aceptable. No es que sus ideas sean inferiores, ni moral ni pragmáticamente, sino que la ideología dominante (la superestructura, que dirían los marxistas) las presenta como detestables, o meramente desechables, y las interpreta desde su muy particular perspectiva. Esa perspectiva, claro está, incluye una sucesión de connotaciones (lingüísticas, gráficas, sonoras, emocionales, morales,..) así como un "croquis" de interrelaciones con otros muchos conceptos que el pensamiento hegemónico ha creído lícito vincular entre sí; aunque, como toda visión subjetiva, se trata de una elección personal y de ningún modo, pues, una conclusión certera en términos científicos, positivistas.

El discurso dominante fabrica, por tanto, un esquema ilustrado de las ideas del contrario que muestra lo que el cree que son -incluso lo que quiere que sean- pero muy poco a menudo lo que realmente son.

¿Qué ocurre, entonces, cuando cualquiera de estos grupos que representan cosmovisiones alejadas, y apartadas de la norma, intentan defender su posición?

Lo que ocurre es que se encuentran en muy franca inferioridad de condiciones, ya que quien en ese momento domina las ideas más extendidas cuenta con todo el acerbo de definiciones, relatos, connotaciones, y juicios que ha ido inculcando en las mentes del público, los cuales juegan en su favor; y por el contrario, quién viene a defender posiciones nuevas (aunque no sean estrictamente nuevas, pero sí  en comparación con las archiconocidas y archidescritas y archiensalzadas) debe primero desandar el camino hecho por el pensamiento único, procurando matizar qué es lo que defiende y que es lo que no defiende, qué significa realmente esta idea o esta otra -por más que la mayoría dé por hecho otra cosa- y debe confiar en que el público le crea, a lo cual no va a favorecer precisamente su interlocutor, más encuadrado en las ideas ahora dominantes, y más conocedor de lo que el público entiende y como lo entiende, pues él y su discurso son los responsables de que así lo haga.

Pero, para que no nos perdamos, vayamos ya a lo concreto. Esto lo expresé, creo que de manera dificilmente más clara, cuando en un texto sobre los debates en los medios comparé la hegemonía actual de las ideas social-demócratas (o de "izquierda blanda") con la hegemonía que tuvo décadas antes el Franquismo (no es importante aquí la distinción entre dictadura y democracia puesto que, una vez lograda la mayoría, las hegemonías funcionan de la misma manera, con la exención obvia de la censura -no obstante, también deberíamos profundizar en como de auténtica es la libertad de expresión en esta "democracia"-) Pues bien, en aquellas reflexiones defendí una tesis en la que, desde luego, me reafirmo: Todo gran grupo ideológico cercano al pensamiento único del momento cae, lo quiera o no, en un proceso de acomodamiento y conformismo, se confía y deja de esforzarse, dado que constantemente rema a favor de la corriente; sin embargo, a todos aquellos grupos alejados de ese discurso hegemónico no les queda más remedio que batallar, pensar, esforzarse, por todo lo que no se esfuerzan los anteriores; ellos deben "remar" mucho más fuerte para, de todos modos, quedar casi siempre derrotados por quienes tienen "la corriente" a su favor, que pueden permitirse ser descuidados, poco rigurosos, pero aún así, ganar la batalla.

Cuando este proceso se perfecciona, y se asienta (como por ejemplo, en el caso español con los 14 años de gobierno del partido "socialista") la estrategia de todos los grupos ideológicos marginales debe cambiar, y hacerse mucho más ambiciosa ya que, en caso contrario, tienen la batalla perdida para siempre (y de hecho, exactamente eso fue lo que les ocurrió a tantos y tantos sectores del pensamiento político durante largo tiempo.) ¿Y cual es esa estrategia, tan compleja, que a partir de entonces van a desarrollar, con mayor o menor fortuna? Pues no es otra que la metapolítica, la batalla cultural.

Pero de esto ya les hablaré con profusión de detalles en la próxima segunda parte.

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