Filosofía, Metapolítica, Aforismo, Poesía.

miércoles, 17 de junio de 2015

La fase Post-nihilista.


«Existen enfermedades que se incuban durante mucho tiempo, pero de las que no se toma conciencia más que cuando su obra subterránea casi ha concluido. Otro tanto ocurre con la caída del hombre a lo largo de las vías de una civilización que glorificó como la civilización por excelencia. Es solamente hoy cuando los modernos han llegado a experimentar el presentimiento de un destino sombrío que amenaza a Occidente.»

(Julius Evola, ´Rebelión contra el mundo moderno`.)
Este destino sombrío es del que hablamos, y pretendimos comenzar a diseccionar, en los escritos de los que estos son anexo y conclusión: Las reflexiones inspiradas por Ortega en ´Signos de los tiempos` y también aquellas otras en torno a Evola.

Vamos a acudir a las citas de éste último más veces. Queremos arrancar con el dedo ya del todo puesto -y hundido- en la llaga abierta por este modelo de vida que, no diríamos que agoniza, sino que se deshace sin violencia, y hasta bellamente, como una duna de arena bajo la brisa -Evola diría "un nímbulo en la atmósfera"-. Como él nos deja claro si continuamos leyendo, los que agonizamos más bien somos nosotros: 

«(...) La mayor parte de los hombres se encuentran privados hoy, no sólo de toda posibilidad de revuelta y retorno a la "normalidad" y a la salud, sino igualmente, de toda posibilidad de comprender lo que esta "normalidad" y salud significan»

Y he aquí, ya sin ningún género de dudas, el diagnóstico o sentencia.. la naturaleza de nuestra des-naturalización. 
Así de descarnada se muestra nuestra desesperanza.
..como desesperada es nuestra vertiginosa huída hacia delante.

Y a esta huída hacia delante aun aludiremos un par de veces más. Pero antes nos adentraremos en una forma de huída concreta, la que opera por medio de las endorfinas.

El autor de ´Rebelión contra el mundo moderno` nos llama la atención al hecho de que «mientras que la Antigüedad consideraba como particularmente despreciables las artes que estaban al servicio del placer (...) este es, en el fondo, el tipo de trabajo más considerado hoy, el que (...) converge hacia la realización de un ideal de animal humano: una  vida más cómoda, más agradable, más segura, el máximo del  bienestar y el máximo de confort físico». Y esto entraña una contradicción que vale la pena analizar en profundidad: ¿Como ha llegado a realizarse al mismo tiempo tal alejamiento de nuestra animalidad y de la Naturaleza -como es ya patente desde hace siglos-; y por otro lado, una regresión al sometimiento de nuestro espíritu por nuestra dimensión más instintiva, primaria, que parece buscar tan enconádamente el placer en sus diversas formas como la rata de laboratorio busca la descarga de sustancia a la que, previamente, unos científicos la volvieron adicta.

"Ya no es la necesidad quien requiere el trabajo  mecánico, sino el trabajo mecánico (la producción) quien tiene necesidad de la necesidad.»

¡De esto justamente hablamos! Y no nos alejamos aun del mismo impulso, que por más que ciego, nos guía.
..Y la rueda sigue girando..

«La relación de la economía moderna con la máquina (...) una situación en que las fuerzas desencadenadas  superan los planos de aquel que los ha evocado originalmente y lo arrastran todo con ellas.»


¡Es el conjuro que erró el aprendiz de mago, y el cual desencadenó la catástrofe a su alrededor!
Como el fuego que robó Prometeo.. 
¡Es  la creación de aquel doctor de novela gótica, 
o el Golem del Nuevo Testamento, 
o el computador Hal-9000 en 2001

... ¡Lo arrastran , lo engullen, lo degluten.. TODO, y lo vuelven a engullir, y lo vuelven a escupir! ..y cada vez lo harán con mayor violencia..
......................

..Pero cuando ese círculo vicioso de deseo y frustración.. de  ímpetu y parálisis, ansiedad y desidia, de empacho y anemia, llegue a su paroxismo..

Veremos justo entonces resurgir, como acto reflejo, el viejo Ludismo, aquella furia primaria, esta vez ya incontrolada, contra toda esa meta-naturaleza.. las maquinas, los golems, los demonios de hierro y fuego, en el momento en que su crecimiento desbocado esté ya a punto de engullirnos.

Nuestra sangre oirá la llamada de nuestro pasado neolítico, y se dirigirá presta a cumplir el mandato de Dionisos y de Gaia, exhaustos de arrastrar nuestra incongruencia biológica por milenios.

«A ejemplo del fuego que se transmite de un punto a otro hasta que arde todo (...) esta "civilización", partiendo de los núcleos occidentales, ha extendido el contagio a todas las  tierras aun sanas; ha aportado la inquietud, la insatisfacción, el resentimiento, la incapacidad de poseerse en un estilo de  simplicidad, de independencia y medida, la necesidad de ir sin cesar más adelante y  más rápidamente».

Ya se expresó de manera parecida un tal Robert Ardrey cuando dijo que "el mundo moderno es semejante a un tren cargado de municiones que arremete en la niebla, en una noche sin luna, con todas las luces apagadas". Pero volvamos a Evola, que continua describiendo como este dios con pies de barro «ha llevado al  hombre cada vez más lejos, le ha impuesto la necesidad de un  número cada vez mayor de cosas, lo ha convertido en cada vez más  insuficiente e impotente» y también, como «cada nuevo invento, cada nuevo hallazgo  técnico, en lugar de ser una conquista, marca una nueva derrota,  es un nuevo latigazo destinado a volver la carrera cada vez más  rápida y ciega.»

La Disolución, lejos de frenarse al vislumbrar cerca la meta, no deja nunca de acelerarse. Esta aceleración tiene estrecha relación con la impotencia de la que se habla en la cita. No merece la pena abundar más en esto.. A mayor velocidad y mayor alejamiento del punto de partida, nos hallamos más impotentes, en tanto que más desubicados.. Y nos vemos cada vez más incapaces de bajarnos del tren en tanto desconocemos cada vez más toda referencia a medios de transporte alternativos.

Y así, del tránsito por este final de los tiempos, guíados por Julius Evola, tal como lo hiciese Virgilio con Dante por un escenario igualmente agónico, podemos volver la vista ya al renacimiento de los tiempos -un nuevo comienzo de la humanidad- bajo el signo de la síntesis racional-vitalista. Y a partir de aquí, nos guiará otra figura eminente, Ortega y Gasset.










*
Dijimos en el último capítulo de los "Signos de los tiempos" que los políticos, los científicos, economistas, sociólogos.. deberán pasar a ser una secta entre tantas otras para que ninguna de ellas vuelva a usurpar el espacio ajeno. Así, la política (como toda otra ciencia blanda o dura) «pierde presión, desaparece del primer plano de las preocupaciones humanas y queda convertida en un menester, como tantos otros que son ineludibles pero no atraen el entusiasmo ni se sobrecargan de un patetismo solemne y casi religioso». De este modo, por tanto, se purifica, queda a salvo de veneraciones innecesarias, de excesos de protagonismo o de tentaciones megalómanas; todas las cuales no son sino sus más acérrimas enemigas, al menos en tanto se conciba -la política, la ciencia, etc- como humildes herramientas de conocimiento y no oráculos infalibles, cosa que precisamente queremos evitar que vuelva a ocurrir con esta propuesta de "sectarización".


Hablamos aquí de Racio-Vitalismo. Es, entonces, primeramente a La Razón a la que queremos "meter en una jaula", o siendo menos drásticos, "rodear de un foso cual castillo amurallado" de manera que no se vuelva a adueñar de La Vida, y someta de nuevo a ésta a un absolutismo, como ya describimos con profusión de símbolos y analogías en el ensayo recien citado.

Yo ya he declarado varias guerras al racionalismo en esta tribuna, pero va a ser Ortega quién sintetice mejor que yo esta tragedia nacida del progresivo sojuzgamiento de La Vida por la "Diosa Razón":

«Quiere el temperamento racionalista que el cuerpo social se amolde, cueste lo que cueste, a la cuadrícula de conceptos que su razón pura ha forjado.»

Y en efecto, tan sencilla como ésta es la explicación de tal drama. No igual de sencillo, por descontado, el enmendarlo. Pero, al menos, el filósofo español nos da unas cuantas referencias orientativas.

Porque justamente «la orientación, los puntos cardinales que dirigen nuestros actos, son el mundo, nuestras convicciones sobre el mundo. Y este hombre de la crisis se ha quedado sin mundo, entregado de nuevo al caos de la pura circunstancia -en lamentable desorientación». Y si quedarse sin orientación es lo mismo que quedarse sin mundo, sin suelo bajo los pies, ya no sorprenderá que «estructura tal de la vida (abra) amplio margen para muy diversas tonalidades sentimentales (...) diversas, pero todas pertenecientes a una misma fauna negativa: el hombre sentirá escéptica frialdad o bien angustia al sentirse perdido (...) o, por el contrario, sentirá furia, frenesí, apetito de venganza por el vacío de su vida que le incita a gozar brutalmente, cínicamente, de lo que encuentra a su paso.»

Volvemos como un boomerang fatal a lo mismo, o a algo muy parecido a lo que describíamos cuando aún no habíamos salido de la "fase de disolución".

Tal es el vacio que el hombre de nuestro tiempo busca llenar con creciente ansiedad, y tal es la frustración que lo consume al comprobar como cada vez es más fugaz la satisfacción lograda. Por eso la furia, el desconcierto y la continua indecisión: por tener a su disposición una abundancia de medios con la que nadie antes pudo soñar, y estar al tiempo tan falto de fines como tampoco nadie pueda recordar..
..en toda la dilatada historia humana..

«No hemos venido a la vida para dedicarla al ejercicio intelectual, sino viceversa, porque estamos, queriéndolo o no, metidos en la faena de vivir, tenemos que ejercitar nuestro intelecto, pensar, tener ideas sobre lo que nos rodea, pero tenerlas de verdad, es decir, tener las nuestras. No es, pues, la vida para la inteligencia, ciencia, cultura, sino al revés: la inteligencia, la ciencia y la cultura no tienen más realidad que la que les corresponda como utensilios para la vida».












Este hilo es el mismo del que ya procuramos tirar cuanto pudimos en las conclusiones de aquel breve ensayo -´Los signos de los tiempos`-. Y lo que cabría añadir ahora, una vez hemos tocado el túetano del mal que nos aqueja -el conflicto entre los fines y los medios-, es pararnos a observar otra llamativa contradicción -ya vimos una-; y es la que se nos acaba de mostrar sin mostrarse; la que brota inmediatamente al contrastar lo dicho en este último extracto con aquella ausencia de fines . Pues a lo que aquí volvemos es al conflicto contrario, al de sacrificar la vida como un medio que obedece al fin de la razón, la ciencia, y todo lo que ya hemos enumerado sobradas veces. Entonces: ¿Es la ausencia de fines el problema de mayor gravedad, o todo aquello que sacrificamos convirtíendolo en medio para un fin muy lejano, que parece no alcanzarse nunca, hasta el punto de cuestionar si vale la pena seguir persiguíendolo?

Temo que la respuesta sea demasiado larga y deba responderla con calma en una segunda entrega de estas "estampas del fin de los tiempos".

Hasta entonces les emplazo, confiando en que todavía nos quede, eso mismo, tiempo...

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